Por Luis Cino.
Este 8 de junio se cumplen 28 años de la muerte en 1993 del narrador, poeta, periodista, crítico de literatura y arte cubano Severo Sarduy, quien muriera enfermo de SIDA en París, Francia.
A pesar de ser uno de los más importantes escritores cubanos del siglo XX -algunos lo comparan con Lezama Lima-, Severo Sarduy no ha tenido en su país el reconocimiento que merece. Ninguno de sus libros ha sido publicado en Cuba. Ha sido relegado de la cultura oficial. Y es que Sarduy resulta un autor sumamente incómodo para el castrismo: abiertamente homosexual, irreverente, burlón, Sarduy desarrolló toda su obra, experimental y transgresora en el exilio.
Nacido en Camagüey en 1937, colaboraba en Lunes de Revolución cuando en 1960 se fue a Francia a estudiar Historia del Arte, y decidió radicarse definitivamente allí.
Novelista, poeta, ensayista, periodista y crítico de arte, estuvo vinculado a la influyente revista francesa Tel Quel, dedicada a la teoría y la crítica literaria, donde se relacionó con varios de los más importantes intelectuales europeos de la época.
Es autor de las novelas Gestos, De dónde son los cantantes, Cobra, Maitreya, Colibrí, Cocuyo y Pájaros de la playa (publicada póstumamente, varias semanas después de su muerte), de los poemarios Flamenco, Mood indigo, Big Bang, Daiquirí, y de los ensayos Escrito sobre un cuerpo, Barroco, La simulación, El Cristo de la Rue Jacob, Nueva inestabilidad y Ensayo general sobre el barroco.
Severo Sarduy, con su narrativa recargada, exuberante, con su uso y abuso de la experimentación metaficcional, la intertextualidad y la desestructuración, es considerado un autor neobarroco, una clasificación que creó el propio Sarduy al analizar la obra de Lezama.
Sarduy, que se definía a sí mismo como “un marginal de cuello y corbata”, para su escritura, echaba mano lo mismo de refranes, slogans comerciales y estribillos de canciones que de la filosofía, las artes plásticas, las religiones orientales o las citas lezamianas. Pero sobre todo, del imaginario gay.
Esto último se puede apreciar en este fragmento de la novela Colibrí, de 1984: “…Aquel cubil, que visto ayer y de frente, era un enérgico potrero de macharranes peleones, una verdadera cuadra de sementales en celo, visto hoy y de lado, no es más que un boudoir maniguero de locas anémicas, una parodia pintarrajeada del varonil emporio de ayer. ¡Qué decadencia, mi amiga! ¡Qué cansancio clásico! Aquel templo de camioneros, que perfumaba el tufo de las tuercas engrasadas, las mandarrias mohosas, el teipe y el macadán, donde las manos manchadas de nicotina y de nafta daban piñazos emberrenchinados contra los mostradores y no se bebía una sola cerveza que no se destapara con los dientes, aquel recio androceo donde florecían eufónicas blasfemias, bravuconerías, jactancias y palabrotas pesadas, se había convertido, believe it or not, en un inofensivo falansterio, o si se prefiere, en un sofisticado salón de té”.
Aunque no explícitamente politizada como la de Reinaldo Arenas, la escritura de Severo Sarduy es también una muestra de la resistencia homosexual al régimen castrista. En ese sentido, se destaca la novela De dónde son los cantantes, publicada en 1967, donde Sarduy se burla de las concepciones establecidas sobre “la identidad nacional”, y duda acerca de su perdurabilidad, al menos del modo en que es planteada en el relato oficial.
La tercera parte de dicha novela es una delirante parodia del recorrido triunfal de la llamada “caravana de la victoria” que luego del derrocamiento del régimen de Batista condujo a Fidel Castro de Santiago de Cuba a La Habana durante los primeros ocho días de enero de 1959.
Sarduy relata como un Cristo de madera que es llevado en una multitudinaria procesión de oriente a occidente se va desintegrando a medida que se acerca a La Habana, a la vez que Cuba se va convirtiendo en un país americanizado, donde nieva y hay enormes tiendas por departamentos y rascacielos.
El poeta y crítico Emilio Bejel, en su ensayo Cuerpos peligrosos en una nación de héroes (revista Encuentro de la Cultura Cubana, no. 41-42, 2006), vio en esa procesión del libro de Sarduy, “la desintegración de la nacionalidad cubana, una especie de preámbulo de la llamada cultura global posmoderna”.
Teniendo en mente el recorrido de la caravana de Fidel Castro en 1959, Bejel argumenta: “Sarduy se refiere, al menos en una de sus posibles lecturas, a que el cuerpo de Fidel llega destrozado a la capital precisamente por haber entrado en el espacio urbano, ya que la ciudad se ha convertido en el espacio de la posmodernidad extranjerizante por excelencia, el espacio antiheroico que deconstruye el metarrelato moderno de la mitología nacional”.
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