viernes, 14 de abril de 2023

Eduardo Heras León, un patético rehabilitado.

Por Luis Cino.


Ha muerto en La Habana, a los 82 años, el escritor Eduardo Heras León, quien fuera en la década de 1960, junto a Jesús Díaz y Norberto Fuentes, de los principales exponentes de la llamada narrativa de la violencia.

En 1971, el libro de relatos de Heras León "Pasos en la hierba" provocó la ira de los mandamases, particularmente del entonces ministro de las FAR Raúl Castro, que se indignó por la visión que daba el escritor -quien había sido artillero- de los soldados de la Revolución.   

La edición hecha por Casa de las Américas de "Pasos en la hierba" apenas circuló: fue recogida de las librerías y convertida en pulpa de papel.   

En el número 46 de "El Caimán Barbudo" (mayo de 1971), una nota de resonancias inquisitoriales anunció la expulsión de Heras León del Consejo de Redacción de la revista “por las connotaciones de criticismo tendencioso que, amparado en pretendidas posiciones revolucionarias, se evidencian en su libro”.

Heras León fue enviado a la acería de El Cotorro para que, como obrero metalúrgico, demostrara proletariamente su fidelidad a la Revolución. Y se esforzó por conseguirlo, no solo trabajando como un esclavo, sino escribiendo, dentro del más puro realismo socialista, obras como "Acero".

Demoró más de dos décadas la rehabilitación definitiva de Heras como “escritor revolucionario”.  

La segunda edición de "Pasos en la hierba" apareció ya entrada la década de 1990, en pleno Periodo Especial. Curiosamente, la imagen de la portada del libro evocaba a otro represaliado del Decenio Gris, el pintor Servando Cabrera. 

En la presentación de la nueva edición, su autor solo atinó a alzar el libro y gritar “Gané” para celebrar el fin de su largo ostracismo.

En junio de 2006, los comisarios, confiados de la prudencia y lealtad de Heras León, en las tres primeras páginas del número 334 de "El Caimán Barbudo", le concedieron el derecho a réplica que le habían negado 35 años atrás, cuando lo expulsaron a cajas destempladas.

Al desagravio de "El Caimán Barbudo" acudieron gustosos, como testimoniantes, los poetas Guillermo Rodríguez Rivera, Víctor Casaus y Germán Piniella y el cantautor Silvio Rodríguez, todos amigos de Heras y alguna vez también efímeramente relegados por los comisarios. 

Esa vez no hubo los mea culpa que entonaron durante demasiado tiempo para convencer a los mandamases de su lealtad perruna. Y para que no hubiera dudas, dieron por superados “los errores del pasado” y evitaron señalar a los verdaderos responsables de las prohibiciones y las represalias. Prefirieron hablar vagamente de incomprensiones, extremistas, burócratas y perseguidores de la cultura. Después de todo, dijeron, ya muchos de los inquisidores no están aquí: “fueron a buscar refugio en los acogedores brazos del enemigo”. Aludían a Jesús Díaz como si fuera el totí, pero no se atrevieron a nombrarlo, a él que tuvo el valor y la sinceridad de admitir sus culpas y romper a tiempo con el régimen. 

Heras León, El Chino, como lo llamaban sus allegados, tuvo muchos amigos y gente que lo quiso, particularmente por sus enseñanzas al frente del Centro de Narrativa Onelio Jorge Cardoso.

En 2014 le concedieron el Premio Nacional de Literatura. Hasta sus últimos días se mantuvo asegurando, como otros de sus amigos tronados del ayer: “Nosotros fuimos y somos revolucionarios”. 

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