Por Luis Cino.
Acostumbrados como están a los manuales del marxismo-leninismo de la época soviética explicados por viejitos resabiosos y dogmáticos en la Ñico López, los temas de la agenda de la izquierda actual les resultan demasiado complejos y chocan con su mal disimulada mojigatería pacata y su miedo atávico a la diferencia.
Lo de la Escuela de Frankfurt, Gramsci y el marxismo cultural se lo dejan, para que lo revisen por arribita y lo manoseen cuando sea preciso lucir la chaqueta academicista, Abel Prieto, Enrique Ubieta, Iroel Sánchez y algún que otro sesudo de confianza. Los mandamases, que no tienen hábito de leer ni demasiadas luces para la retórica, a la hora de dar teque prefieren aferrarse, antes que al marxismo de Marx y Engels, muy enrevesado para ellos, al marxismo-leninismo, más simple y que no es otra cosa que el estalinismo en que siempre se han movido.
¿Cómo hablar de derechos para todos y de respeto a las diferencias en una sociedad cerrada a cal y canto por un régimen aberrado y paranoico que penaliza la discrepancia con el pensamiento oficial?
Por mucho que se esfuercen los mandamases en venderse como inclusivos, no les resulta, no les pega. Lo que les sale, como en todo lo que no sea represión, son chapuzas y papelazos.
Están la Comisión Aponte y el CENESEX, pero no se acaban los clichés y los chistes racistas —y también los homofóbicos— incluso en la TV. Y los muchachos negros siguen siendo siempre los principales sospechosos de todo tipo de delitos para la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Y, casualmente, son también los muertos cuando disparan los policías.
Los tíos Tom de la Comisión Aponte de la UNEAC, subordinados al Partido Comunista, poco pueden hacer. Sus actos son solo folklore y pantomima para engatusar en pro del castrismo a ciertos académicos europeos y norteamericanos con cargos de conciencia por el pasado colonial que quieren subsanar con la teoría crítica de la raza y haciéndose los comprensivos benefactores del Tercer Mundo.
¿De qué sirve el Decreto-Ley No. 31 “De bienestar animal” que tanto trabajo costó que aprobaran? Esa ley no se cumple como mismo no se cumple el plan de las no sé cuántas medidas para la agricultura y tampoco las medidas antiinflacionarias. El hambre, la sarna y las chinches azotan tanto a humanos como animales. Si no hay comida y medicinas para las personas, ¿qué va a haber para los animales? Si no se respetan los derechos humanos, ¿qué van a respetarse los derechos animales?
Tenemos un Código de las Familias tan avanzado que pudiera parecer del Primer Mundo, pero nunca los jerarcas del castrismo ni los mandamases sucesores suyos han pedido perdón por las UMAP, la parametración y la homofobia de Estado de las décadas de 1960 y 1970.
¿Ya se les olvidó a los activistas del CENESEX que en 1980 obligaban a los que querían irse del país a declararse homosexuales para que les permitieran salir, como “escorias y antisociales”, por el puente marítimo de Mariel?
El miembro de la comunidad LGBTIQ que ose disentir del régimen y apartarse de su pachanga sabe que hasta ahí llegará el amparo del CENESEX, que es solo para revolucionarios. Los represores, cuando se dirigen a afrodescendientes y homosexuales que se oponen al régimen, nunca han dejado de tratarlos como “maricones y negros de mierda”. Y si se ponen bocones, tienen el gaznatón garantizado, incluso las mujeres.
Que el Estado comunista se entrometa en la vida de las familias no es algo nuevo. Pero ahora, con el Código de las Familias, los mandamases se desentendieron de los ancianos dejándolos en manos de sus parientes y sustituyeron la patria potestad por una “Responsabilidad parental”, que es como un saco donde todo cabe para que el día que lo decidan puedan amenazarte con quitarte a tus hijos “si no te quitas de la oposición”.
¿Alguien se acuerda de las tarjetas amarillas que recibían los que peleaban en Angola, avisándoles que sus esposas les eran infieles y tenían que divorciarse para salvar su honor y su moral comunista?
Ah, pero no importaba, era una prueba de que eran unos machazos, que los jefazos del Partido y los oficiales de las FAR y el MININT tuvieran amantes y las exhibieran en sus guateques y recholatas.
¿De verdad alguien se cree que la sociedad cubana ha dejado de ser machista, patriarcal y violenta? ¿De qué sirven el Código de las Familias, el CENESEX y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) si aumentan los feminicidios? Solo ahora, porque no podían ocultar más el fenómeno, es que las autoridades empiezan a reconocer su existencia y a prestarle atención.
Ahora que anunciaron tolerancia cero ante la violencia de género, ¿empezará la PNR a dejar de considerar que “en las broncas entre marido y mujer nadie se debe meter”? ¿No ha escuchado a algunos que dicen que las muchachas que violan es por culpa de ellas, “se lo buscaron porque, ¿quién las manda a andar por ahí de noche y con vestidos provocativos?”
Todos quisiéramos una sociedad más humana, armoniosa y mejor, pero sin libertad, en dictadura, eso es imposible.
En una sociedad que va de mal en peor, donde nada funciona bien excepto la represión, es muy hipócrita que los mandamases del inmovilismo finjan haber cambiado de mentalidad y pretendan posar de abiertos, desprejuiciados e inclusivos. Que los compre quien no los conozca.
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