Tomado de cubanet.org
Antes de enero de 1959 era admirable el desarrollo de la producción de calzados en Cuba. Abundaban las marcas nacionales, que competían en cuanto a calidad con las importadas. Las marcas Amadeo, Vallés, Montané, Cordobán, Bulnes e Ingelmo satisfacían ampliamente la demanda.
Entre 1902 y 1907, la fábrica-peletería fundada por Amadeo Villa radicó en la céntrica avenida Belascoaín. La calidad de sus calzados alcanzó reconocimiento a nivel nacional e internacional, clasificando entre las tiendas de excelencia que vendía el calzado a la medida, preparando una horma específica para el cliente. Su fábrica principal se estableció en el Cerro, y a partir de la década de 1930 pasó a manos de Pedro González Fernández, que mantuvo los estándares de calidad hasta agosto de 1960.
Se estima que en el año 1954 se fabricaron en Cuba 15 millones de pares de zapatos, para una población de poco más de seis millones. Era más que suficiente para satisfacer la demanda interna y exportar; de modo que la producción de calzado cubano se convirtió en un rubro altamente rentable y con un envidiable sello de calidad, aventajando incluso a los famosos fabricantes italianos de la época.
La marca Ingelmo, fundada por Cristóbal Ingelmo García —nacido en Salamanca— fue catalogada como la más importante a nivel global entre una selección de 185 fábricas de calzado masculino.
Lo que había comenzado como un pequeño taller se convirtió en una próspera fábrica que ganó prestigio internacional gracias a la calidad de sus productos, elaborados con los mejores cueros y tecnología moderna para garantizar elegancia, flexibilidad y confort.
Estos establecimientos fueron nacionalizados por Fidel Castro y destinados a otros fines. Incluso la Bulnes, que se mantuvo funcionando hasta los años setenta, fue desmantelada y abandonada a su suerte hasta que el interés estatal la convirtió en un cine 3D, cuya existencia resultó tan efímera que ya pocos lo recuerdan.
La imponente fábrica Ingelmo fue convertida en la empresa de productos musicales “Fernando Ortiz”, otro fracaso de la planificación estatal socialista.
Hoy la mayoría de los insulares desconoce, y muy pocos recuerdan, que aquellos zapatos hechos en Cuba ocupaban un sitio bien visible, privilegiado, en los escaparates de grandes tiendas de Nueva York y Europa. Calzado cubano de calidad, producto de una pujante industria ganadera, del libre mercado, la experticia de los artesanos y el espíritu emprendedor de nacionales e inmigrantes.
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