Por Alberto Méndez Castelló.
Aun con el país sumido en una guerra civil que desvinculó de la producción a miles de personas, Cuba produjo en la zafra de 1958 5,8 millones de toneladas de azúcar. Para alcanzar esa cifra, se debió cortar y alzar manualmente 45,7 millones de toneladas de caña, la mayor parte de ella transportada por ferrocarril a los centrales. Antes, miles de toneladas fueron llevadas en carretas de bueyes hasta los transbordadores —grúas las llamaban—, donde la caña limpia, muy limpia y fresca, era pesada y transbordada a los vagones —llamados carros, cada uno transportaba cuatro bultos de las carretas o camiones de entre 250 y 300 arrobas de caña—, que, en no pocos casos, eran remolcados hasta los ingenios por locomotoras de vapor.
El país caribeño fue durante muchos años el mayor exportador de azúcar de caña del mundo. La industria azucarera, sector insigne de la nación, dio vida al campo cubano, proporcionó ingresos a millones de personas, y ofreció color y brillo a nuestra cubanía.
Nunca se olvide que el machete, una herramienta para cortar caña, fue el arma imprescindible del mambí, ese campesino devenido soldado libertador. Hoy —aunque muchos machetes que son réplicas de las herramientas-armas que poseyeron nuestros próceres se regalan a personas “distinguidas” de una supuesta “cultura” que no es culto ni arte ni cultivo, sino farsa— en Cuba no producimos azúcar para exportar porque apenas producimos la que consumimos, a pesar de que la caña ya no se corta con machetes, sino con combinadas, ni se transporta con bueyes, sino con camiones “directo al central”.
Concerniente al ganado —pasando por alto otras producciones de 1958: 215 000 toneladas de maíz seco; 37 000 toneladas de frijoles; 101 000 toneladas de papas o 43 000 toneladas de café y 50 000 toneladas de tabaco— el rebaño nacional estaba estimado en seis millones de cabezas de ganado vacuno, o lo que es lo mismo: 0,92 cabezas de res por habitante.
Esas cifras nos dicen que en 1958 todavía el productor agropecuario cubano sabía cómo hacer producir la tierra sin que comisiones de burócratas del Ministerio de la Agricultura, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y otros muchos jefes, técnicos y asesores, siempre dirigidos por comisarios del Partido Comunista de Cuba (PCC), viajaran por los campos en flamantes automóviles para decirles a los campesinos cómo sembrar, cultivar, cosechar y vender.
Hoy, muchos de esos campesinos que tienen que escuchar lecciones de los mandamases carecen de tractores y hasta de bueyes. Asimismo, sus animales suelen ser robados por cuatreros que no son los más fiables, pero sí son los más frecuentes suministradores de carne a precios “módicos” con que cuenta la población cubana.
Y si en 1958 todavía el productor agropecuario cubano sabía cómo hacer producir la tierra fue porque esos conocimientos fueron transmitidos de padres a hijos de una generación a otra, como ocurre en cualquier país del mundo donde no es necesario que los dirigentes de los partidos políticos “instruyan” a los campesinos como hacen los comisarios del PCC.
Desde la época del imperio romano y hasta que la genética, la bioquímica y la agroquímica no entraron al campo, es cosa sabida que solo se obtienen buenas cosechas con una labranza bien hecha, con el uso de abonos verdes, estiércoles, cal, el cultivo de leguminosas —que no se sabía que fijaban nitrógeno atmosférico, pero se veía la lozanía de los cultivos posteriores a ella— y con la rotación de las siembras, porque quienes practicaron el monocultivo fueron a la quiebra.
Ya en el siglo I, un agrónomo romano, Lucius Junius Moderatus, apodado Columela, nacido en Gades, Betica, el año 4 d. C. y fallecido en Tarento el año 70 d. C., en 13 libros escribió, trascendiendo hasta nuestros días, todas las fases de la agricultura:
- Selección de la tierra
- Disposición de las construcciones
- Mejora del suelo
- Producción de cultivos
- Propagación de frutales
- Recetas para hacer vinos y conservas.
Manejo de animales, técnicas que hoy conocemos como manejo del rebaño, incluyendo procedimientos para curar enfermedades
En el "Libro de los árboles", Columela describe las técnicas que hoy llamamos silvicultura, dedicando tiempo, además, a la apicultura. Luego, si cuando alguien dice o reitera lo obvio solemos responder “descubriste el agua tibia”, cabe preguntar: ¿Por qué los comisarios del PCC insisten en “enseñar” a los agricultores cubanos lo que ellos desde tiempos remotos bien saben hacer? La respuesta es sólo una: porque el día que los productores agropecuarios se ocupen de la tierra por sí mismos, realizándose así el derecho de propiedad, entendido como el derecho del propietario de cultivar la tierra por sus propios medios o mediante arriendo u otro contrato, decidiendo él, sin más interferencias que las del suelo, el clima, la época del año o los vaivenes del mercado, qué sembrar, a quién vender, a qué precio, qué importar o exportar, completándose el ciclo de producción, entonces, ese día, concluirá la simulación de la producción y el papel dirigente del PCC en Cuba.
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