Por Arnaldo M. Fernández.
Al comparecer como testigo de cargo (diciembre 14, 1959) en el juicio contra el comandante Hubert Matos y otros, Fidel Castro puntualizó: "Debemos agarrar por los cuernos aquí el truquito del comunismo (…) porque basta ya, que es una postura muy cómoda venir a pararse aquí a acusar de comunista a la revolución".
Castro esgrimió sendas razones teórica y práctica: "En Rusia habrán hecho una revolución comunista, nosotros estamos haciendo nuestra revolución, [a la cual] no se le puede llamar, científica ni teóricamente, una revolución comunista [y hacerlo] es un acto contra los intereses de la patria, es un llamado al extranjero contra la patria".
También dejó caer la noción que venía sacando de apuros: "Puede haber comunistas [dentro de la revolución] en la misma proporción en que había afiliados al Partido Comunista [Partido Socialista Popular-PSP] en el país, en proporción realmente reducida". Así, comunista no era otra cosa que pesepista.
Che Guevara usó el mismo truquito. Cuando visitó la planta que sería Cubana de Acero y administraba el viejo militante pesepista Rodolfo Ramos, indagó por él así: ¿Dónde está el comunista aquí? Desde semejante perspectiva, Guevara (al igual que Castro) podía atreverse a declarar: "No soy comunista tampoco. Si lo fuera, lo afirmaría a los cuatro vientos" (Bohemia, 1ro de junio de 1959).
Desde luego que ese truquito sería demasiado endeble sin este otro, que Guevara mismo esgrimió frente al periodista Carlos Robreño: "Si a usted le parece que lo que hacemos es comunismo, pues somos comunistas. Si usted la pregunta me la dirige a si yo soy afiliado al Partido Comunista o al Partido Socialista Popular, como se llama aquí, le tengo que contestar que no". Al cabo otro conspicuo integrante del grupo político de Fidel Castro, Armando Hart, explicaría que el líder "no tenía que proclamar [el comunismo] porque había interpretado con claridad a José Martí" en aquello de que las cosas, para lograrlas, "han de andar ocultas" (Granma, 26 de julio de 2003). Y esto nos lleva al viejo asunto de cuándo Castro se hizo comunista en sentido pesepista, es decir: como agente de Moscú.
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