Por Iván Valdés.
A fines de la primera mitad del año 87 se produjeron dos sucesos que obligaron a Fidel Castro a presentarse en la televisión cubana para calmar la ola de rumores que sacudía a La Habana y demás localidades de Cuba. Luis Orlando Domínguez, antiguo secretario general de la Unión de Jóvenes Comunistas y que en ese momento era el jefe de la aeronáutica civil, había sido detenido por malversar algunos cientos de miles de dólares. El otro suceso y aun más impactante, era la deserción del General Rafael del Pino, un héroe de la revolución, uno de los pilotos de la pequeña fuerza área que defendió la naciente revolución cubana sobres los cielos de Playa Girón o Bahía de Cochinos, de la invasión preparada y financiada por Estados Unidos en abril de 1961.
En dicha ocasión, y obviamente masacrando verbalmente las motivaciones de esos dos personajes, Fidel Castro dijo algo que explicaría lo que sucedería tres años después con el General Ochoa y los mellizos de la Guardia, los jimaguas como se les conocía en Cuba. Narró que en el marco de las negociaciones cuadripartitas que se llevaban a cabo entre Sudáfrica, Estados Unidos, Angola y Cuba y que condujeron al fin de la guerra en esa región del continente negro, en las informalidades propias de las reuniones, los representantes del gobierno de Reagan, comentaron a la delegación cubana, que uno de los pocos escenarios en los cuales el país del norte estaba dispuesto invadir la isla socialista, era que esta se transformase en una plataforma para la comercialización o producción de droga.
Años después y antes que los norteamericanos levantaran acusaciones en contra de Fidel y Raúl Castro por el contrabando de drogas que pasaba por el territorio cubano en operaciones que con o sin conocimiento del jefe de la isla realizaban los jimaguas, el líder de Cuba acusó a los hermanos de la Guardia y al General Ochoa de poner en peligro a la Revolución con esas actividades.
Pienso que más una condena contra una posible disidencia interna en las Fuerzas Armadas, como muchos ven esos procesos, aquello fue una ofrenda pública al gobierno norteamericano en el sentido de que Cuba no participaría del narcotráfico, aprovechándose de las ventajas de su cercanía geográfica y de su rebeldía con Washington, justo en un momento en que los soviéticos comenzaban a renunciar a sus compromisos políticos, económicos y sobre todo militares con su aliado caribeño.
El 26 de agosto del 2006, con Bush hijo como presidente, The Washington Post publicó un artículo sobre el interés de ciertos círculos de poder norteamericanos y en particular de los militares, en establecer lazos con los jefes militares cubanos, entiendo que ellos eran la base del poder político y militar y los administradores de la mayoría de los sectores de la economía cubana. Aquella nota señalaba las diversas opiniones y las dificultades de concretar esos vínculos por el férreo control de la seguridad y del mismo Fidel sobre los hombres de su confianza y las escasas probabilidades que ese esfuerzo tuviese éxito.
Días atrás, en marzo de este año 2010, el diario del Partido Comunista Cubano, Granma dio a conocer que el General Rogelio Acevedo, presidente del Instituto de Aeronáutica Civil había sido destinado a otras funciones, que en la terminología cubana significa que fue destituido y pasado a integrar la larga lista de “tronados” que desaparecieron de los círculos del poder por las más diversas causas. No se indicaron las razones y radio bemba, es decir el comentario de las calles, del cual el corresponsal de la BBC en la isla se hace eco y nos cuenta en su blog, disponible en la página web de esa cadena inglesa, que corre la voz que le fueron incautados millones de dólares en efectivo y que según dicen, esos dineros provenían del arriendo de aviones cubanos que se suponían en reparaciones en Canadá y que prestaban servicios cuyos ingresos no entraban a las arcas del gobierno, en una red que llega presumiblemente hasta Max Marambio y sería la razón esencial de su caída en desgracia y el cierre de sus empresas en la isla.
Millones de dólares es mucho dinero y en Cuba aun más. Incluso siendo cierto, que ese dinero viniese del arriendo de aeronaves o de servicios turísticos que no entraron a las arcas del estado, debe existir la sospecha en La Habana si ese dinero es sólo parte de una red de corrupción o tiene otro origen que sea más complicado para la estabilidad del gobierno y de la misma revolución. Si el ejecutivo chileno que apareció muerto en su hogar fue interrogado por más de siete horas y en más de una ocasión, los dardos de esa investigación van más allá de la mera trama de beneficiarse con un negocio a espaldas del gobierno.
Seguir la ruta del origen de los dineros si viniesen de un ardid de negocios sería fácil y para nada complicado, lo difícil debe ser explicar porqué ese dinero estaba en Cuba, en efectivo y en casa de un general de alto rango y pedigrí en la nomenclatura de la isla. Esto es lo que hace esta situación sospechosa. Si son los generales los que controlan la economía cubana, una forma de abordarlos es a través de las empresas extranjeras con las que se relacionan. Hace no menos de un semestre, Carlos Lague y el antiguo canciller cubano cayeron por hablar de más en una tarde de jarana con un empresario español que fue detenido y se le vincula a los servicios de inteligencia de España.
Las alertas deben estar encendidas en Cuba. En Irak los planes de Saddam Hussein de entrampar a las tropas Norteamericanas cerca de Bagdad, durante la segunda guerra de golfo, no se concretaron no por el talento militar de los invasores, que a decir verdad eran una fuerza expedicionaria bastante limitada en su capacidad de combatir en tierra, sino porque muchos de los mandos de la guardia republicana, las tropas mejor equipadas de ese país, no cumplieron con sus órdenes y fueron comprados en dólares contantes y sonantes por Washington, por lo cual la iniciativa de comprar nuevas lealtades o permitir un acercamiento a cambio de dinero fácil pero riesgoso no está fuera del arsenal de recursos del mayor enemigo externo del gobierno de Cuba.
Fidel Castro siempre ha sido contrario a aceptar jugar en la economía con medidas que reduzcan el control del estado. Nunca ha sido partidario de seguir el camino de China y Vietnam y sus reformas económicas. Ya en 1985, cuando se despliegan las políticas de rectificación de errores y él mismo dijese, frase no muy feliz, que ahora sí construirán el socialismo, criticaba con toda su ironía a aquellos que consideraban que jugar al capitalismo era el camino a seguir. Más de veinte y cinco años después, Cuba sigue entrampada en esa negativa que impide la adopción de medidas que permitan dinamizar la situación de la economía.
Uno de los riesgos de ese camino, es el escenario que hoy se vive en Cuba, miles de antiguos cuadros de la revolución, y entre ellos que casi todo el generalato de largo curriculum revolucionario en las guerras africanas y otras aventuras, se involucre en la lógica de los negocios, tan ajena al purismo del sacrificio inicial y que de a poco es capaz de permear los valores y principios sobre los cuales pretende todavía erigirse la Revolución Cubana y pone a estas personas de carne y huesos, justo en un periodo de notable deterioro del ideal revolucionario y en donde su continuidad es más que una duda, a merced de aquellos que apelando a la nueva lógica y roles mercantiles, los atraigan al terreno de los enemigos históricos y más encarnizados de Fidel Castro.
El Miami Herald en su edición del 26 de marzo de este año señala esta información:
“…Según el Open Source Center (OSC), una rama de los servicios de inteligencia estadounidenses, las fuerzas armadas cubanas (consideradas la institución oficial más respetada de la isla), controlan aproximadamente el 60 por ciento de la economía del país, duramente afectada por la crisis financiera mundial, los ciclones y los fallos del sistema…”
Los sepultureros del comunismo en Rusia no vinieron de afuera, fueron muchos de los mismos dirigentes de la Unión Soviética, que de la noche a la mañana adhirieron al capitalismo, convirtiéndose en los dueños de las industrias y sectores de la economía que antes administraban. Ese escenario no es ajeno a lo que puede suceder en Cuba y es una idea que tiene que ver con la misma sobrevivencia física de muchos de los que hoy controlan el poder en Cuba y como tal debe seducirles en un momento donde el futuro de ese proyecto histórico no avizora una segura continuidad.
Si la tesis que sostengo tiene asidero y es correcta, lo que se viene después del arresto del general Acevedo, el cierre de las empresas de Marambio y la extraña muerte del empresario chileno en La Habana, es más cercano a una trama de espionaje y penetración, que a un tema de millones de dólares mal habidos. Max Marambio en su declaración pública tras conocerse el aparente suicidio de su gerente, dice que fue una “persona comprometida”. En Cuba eso tiene un solo significado, ser leal a la Revolución y más precisamente a Fidel Castro y no se entiende que declare eso entre líneas para los que saben leer su significado, si no es un mensaje a sus antiguos jefes en la isla.
Es cierto que Max Marambio es un sobreviviente de la cofradía de los hermanos De La Guardia, a quienes dio la espalda en el juicio que condenó por narcotráfico y traición a la revolución, a cárcel a uno y al otro a la muerte. Grupo que fue cobijado y fomentado en el Ministerios del Interior y que históricamente fue criticado por los miembros de las Fuerzas Armadas dependientes de Raúl Castro por su modo ostentoso de vida, sus privilegios aberrantes para un país que propiciaba la igualdad, que entre otras cosas le permitían a un simple y novato teniente de las Tropas Especiales vivir de manera mucho más holgada que cualquier Teniente Coronel del ejército con mejor y más antiguo historial de servicios. Mayores e incluso grados superiores hasta los años noventa se movilizaban en guaguas, compraban como todo cubano, con libreta de abastecimiento, sin acceso al estándar de vida ostentosa de esa casta de dandis revolucionarios a los que el Guatón Marambio perteneció. Esos mismos que se paseaban con sus Rolex en sus muñecas, mientras sus pares y “compañeros” le daban cuerda a unos poco agraciados Poljot rusos.
Raúl Castro hace apenas una semana, en el Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, habló de desaparecer antes de caer en manos del imperio del norte, y ese mensaje de inmolación no iba destinado a su auditorio, que a esta altura poco está dispuesto a ese sacrificio, iba destinado a los vecinos del norte, quienes con más o menos sigilio o descaro, buscan escenarios que le permitan controlar la transición de Cuba a otro tipo de sociedad, cuando la biología cumpla con su trabajo de llevarse de este lado de la vida, a la cada vez más anciana dirigencia histórica de la revolución y el sustento ideológico de ese proceso haya cedido a la lógica ya presente del interés individual y a la seducción del mercado.
Recuerden, este no es un caso de negocios a espalda del gobierno de Cuba, ni la pasada de cuenta por viejas rencillas y antipatías. Pudo comenzar en eso, pero hoy camina a ser un caso más complejo por sus alcances para el futuro de Cuba.
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