Por Miguel Iturvia Savón.
Entre banderas cubanas, boleros famosos y claveles blancos, millares de exiliados y cientos de latinoamericanos despidieron el lunes 12 de julio a Olga Guillot, quien ingresó el viernes en el hospital Mount Sinai de Miami, donde residía y actuaba de forma ocasional desde la década del sesenta, aunque Venezuela y México fueron sus santuarios al salir de Cuba en 1961, cuando su voz colmaba las vitrolas del país.
A Olga Guillot le decían la Reina del Bolero, la Actriz que canta, la Diva de la escena latinoamericana y otros títulos avalados por sesenta años de carrera, medio centenar de discos -14 de oro y 10 de platino-, una docena de películas, numerosas giras por el mundo y sus nostálgicas declaraciones sobre la libertad de la isla natal, donde triunfó a los dieciséis años en la Corte suprema del Arte e integró agrupaciones vocales como el Cuarteto Siboney, hasta debutar como solista en 1945. Obtuvo su primer éxito internacional al grabar en 1954 Miénteme, del mexicano Chamaco Dominguez.
Olga Guillot, nacida en la calle Trocha de Santiago de Cuba, el 9 de octubre de 1922, llevó el bolero a la cima con sus geniales interpretaciones de temas clásicos, como Miénteme, Tú me acostumbraste, La gloria eres tú, Lágrimas negras, Soy tuya, La noche de anoche, Palabras calladas y Eso y más. Durante su trayectoria artística alternó el escenario con figuras como Rita Montaner, Benny Moré, Nat King Cole, Sara Montiel, Edith Piaf, Armando Manzanero y José José, el cual la calificó como su madrina artística.
Como Celia Cruz, López Cachao y otras leyendas de la música popular cubana, la Guillot no pudo regresar a la isla, convertida en referente de sus éxitos y frustraciones. La nostalgia marcó su existencia humana y creativa, pero artistas como Malena Burke, Annia Linares, Vicky Roig, Emilio Estefan, Tito Puente Jr., Meme Solís y Roberto Lozano, evocan ahora su carisma y su solidaridad con los contemporáneos que siguieron creando en la orilla insular.
Pese a la trayectoria internacional de la gran artista su nombre y su música fueron borrados del pentagrama cubano. Fue tal la censura oficial que para tres generaciones la discografía de la Reina del Bolero se reduce a nostálgicas referencias de nuestros padres y abuelos.
Mientras en Miami despiden con flores y banderas a la primera artista latinoamericana que actuó en el Carnegie Hall de New York, en Cuba algunos amantes de la música empezamos a buscar los viejos acetatos de la Guillot y pedimos a los parientes del exilio las últimas grabaciones de esa Diva compartida, única e irrepetible como Rita Montaner, Benny Moré y Celia Cruz.
La muerte de la voz femenina del bolero pudiera servir de excusa para recuperar el legado discográfico y humano de Olguita Guillot y rendirle tributo en la otra orilla de esta isla dividida por pasiones ajenas al arte y la cultura nacional.
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