sábado, 17 de julio de 2010

Románticos en la cochiquera.

Por Jorge Olivera Castillo.

Es complicado entenderlo, pero hallar en la actualidad dentro de Cuba a personas preocupadas por las recurrentes muestras de indiferencia que caracterizan el comportamiento de millones, es algo rarísimo.

Al menos en Ciudad de La Habana, la mayoría de la población vive sin importarle lo que ocurre más allá de su cuarto en el solar o su apartamento en alguno de los edificios, casi todos despintados y con  huellas del abandono de varias generaciones.

Recientemente, el periódico Granma reseñaba en su sección Cartas a la dirección, la protesta de uno de sus lectores en torno al abandono del parque ubicado frente a la Universidad de La Habana, donde se levanta un conjunto escultórico dedicado a Julio Antonio Mella, fundador de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y del primer Partido Comunista de Cuba, asesinado en 1929, en México, por agentes del dictador Gerardo Machado.

Las evidencias de la quiebra en las elementales normas de convivencia que deberían regir la vida en cualquier sociedad civilizada, están por doquier. Es totalmente anormal ver un lugar público libre de suciedad. Tirar los restos de un helado al pavimento, orinar en los portales del Museo de Bellas Artes, hacer el amor apoyado en una estatua de José Martí, entre una interminable cadena de hechos que pudieran colocarse entre el ultraje y la indecencia, forman parte de una cotidianidad con sobrados atributos para considerar a Cuba como un país de escasos valores educativos.

De nada ha servido el masivo acceso a las escuelas y universidades, graduar miles de profesionales en diversas especialidades, y que la población alfabetizada se sitúe muy cerca del 100%. Críticas como la publicada por el periódico oficialista confirman una regla, con muy pocas excepciones, lo que de cierta forma resume una verdad a salvo de cualquier duda: en términos generales, Cuba ha involucionado. Tanto el lenguaje como los patrones éticos y morales se han corrompido a tal nivel, que una recuperación parece un sueño inalcanzable.

La llamada revolución socialista, al querer implantar un nuevo modelo bajo la ideología de un partido único basado en los fundamentos marxistas-leninistas, destruyó referentes sociales de vital importancia, entre ellos el comportamiento civilizado, independientemente del grado de instrucción de los ciudadanos.

La frase, "es pobre, pero honrado y decente", se refería a un significativo sector de la población que no había tenido mucho éxito bajo el capitalismo. Sin embargo, su estatus dentro de la escala social no era impedimento para cumplir con elementales pautas de educación formal. De eso no queda ni la sombra. Lo común actualmente es comunicarse a gritos, gesticulando y a través de las más impronunciables groserías.

¿Puede un ciudadano que se conduzca de esta manera tener la debida conciencia sobre el cuidado del ornato público y de otras obligaciones para evitar que el país se convierta en una pocilga flotante como es en la actualidad?

El cubano que escribió al diario Granma está desenfocado. Cree que con su reprobación va a remediar algo que ha echado raíces y que cubre toda la superficie del país. Obviamente, a los universitarios les importa un bledo el sacrificio de Mella por sus ideales. Quizás ahora, a causa de las críticas, accedan a higienizar un poco el parque y su escultura. Eso será algo pasajero. Hay demasiadas referencias para equivocarse en los vaticinios. Aunque parezca increíble, todavía quedan románticos en la cochiquera.

La edición de los viernes del periódico Granma corrobora tal realidad, al publicar algunas quejas de los ciudadanos ante hechos reprobables que poco a poco se han convertido en rutina. Nada que sorprenda en la Isla de los anacronismos y las contradicciones.  
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