Solo voy a remitirme a los hechos para llegar a la conclusión, que sí hubo complicidad en el momento de decidirse a apoyar el tristemente célebre “Mensaje desde La Habana para los amigos que están lejos”, con el que el régimen buscaba el respaldo interno de figuras representativas del ámbito cultural con la finalidad de minimizar el costo político de tales acciones.
Hasta el momento ninguno de los artistas, escritores e intelectuales que firmaron se ha retractado, ni creo que lo hagan. Tanto los que ya han muerto como la mayoría de los que aún viven han preferido el silencio.
Salvo las posturas de los cantautores Silvio Rodríguez y Amaury Pérez que han optado por el malabarismo retórico y una ingenuidad que da grima en sus intervenciones, el resto también se justifica, pero haciendo mutis.
El documento de marras salió a la palestra pública, pocos días después del fusilamiento y la oleada represiva. Había plena conciencia de lo que estaba sucediendo. Nadie, con un mínimo de responsabilidad, estampa su firma sin conocer a fondo las razones ni los efectos resultantes de ese compromiso.
No estamos ante una representación de infantes despistados. Se trata de personas que han demostrado tener cualidades excepcionales en la realización de su trabajo en el arte, la literatura y el pensamiento. Por tanto, no valen las coartadas insulsas para justificar lo injustificable.
Es oportuno recordar que los jóvenes condenados a la pena capital no contaron con un debido proceso. Fueron ejecutados sin la posibilidad de una defensa real y efectiva.
En principio, su acción delictiva no produjo muertes ni heridos. Llevarlos al paredón fue un exceso que pasará a la historia como un crimen de Estado.
En aquellas circunstancias históricas, no existía una declaración de guerra formal por parte del presidente, George W. Bush, que propiciara reacciones de tal naturaleza.
Los apologistas de la invasión con marines, barcos de guerra y aviones de última generación, entre los que se encuentra Silvio, de acuerdo a lo que publicó en su blog, han quedado a la espera de algo que no pasa del alboroto mediático y de ser una mera justificación para reforzar los pilares del control social a través del sometimiento a los dictados del partido único.
La exaltación del enemigo externo ha servido para ocultar las grietas del modelo que supuestamente sería mejor que el capitalismo, además de servir de tapadera en la comisión deliberada de actos que atentan contra la dignidad humana.
Al pasar revista por el largo desempeño de la llamada revolución socialista, hay muy poco, casi nada, que celebrar y mucho que lamentar, en términos materiales y espirituales.
Recuerdo la lectura de la infame declaración, en una celda de aislamiento en la prisión de Guantánamo. Era uno de los del Grupo de los 75, sancionado a 18 años tras las rejas por ejercer el periodismo independiente.
A Silvio no le importó ni le importa la trágica experiencia de un juicio sin garantías procesales ni el traslado a una cárcel ubicada a más de 900 km de La Habana, donde resido. Todo por el hecho de escribir sin pedirle permiso a nadie.
Una postura muy natural en este artista que no vacila en aprobar, en este caso tratando de “hacerse el sueco”, hasta el fusilamiento de tres personas que no merecían ese destino.
Prisiones y campos de trabajo es lo que no falta ni faltará en Cuba. Hay muchísimos más de los necesarios. ¿Se habrá enterado Silvio?
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