Desde la cinco y media de la mañana comienzan las preocupaciones para Alexis, dueño de una cafetería de entrepanes, jugos y comida criolla en La Víbora, al sur de La Habana. Como la mayoría de los negocios gastronómicos privados, la cafetería radica en el domicilio familiar. El trasiego constante de personas y el uso del único baño sanitario por parte de los empleados afectan la privacidad de su esposa e hijos.
Cuando en 2011 abrió el negocio, el propósito inicial era comprar una vivienda con las ganancias, en la azotea construir un apartamento y utilizar la actual vivienda exclusivamente para la cafetería. “Pero no fue posible. Mucha gente en Cuba cree que los negocios privados muchísimo dinero y sus dueños se dan la gran vida. Nada más alejado de la realidad. Debido al desabastecimiento en los mercados y las regulaciones de precios implementadas por el Estado, unos cuantos negocios se han visto obligados a cerrar. Se magnifica a los emprendimientos que triunfan, por lo regular ubicados en Centro Habana, Habana Vieja, Vedado y Miramar. Se relega al resto, que es la inmensa mayoría y que gana lo justo para vivir en las difíciles condiciones vive el país”, señala Alexis.
Varios dueños de hostales, bares, restaurantes y cafeterías alejados de las zonas turísticas de La Habana, comentaron a Diario Las Américas que por cada negocio exitoso, al estilo de paladares como La Guarida o San Cristóbal, bares como Shangrilá, heladerías como El Gelato o impresionantes mansiones dedicadas al hospedaje en Miramar, hay veinte pequeños negocios ahogados por la escasez de alimentos, las prohibiciones y la afilada cuchilla arancelaria.
“Tu lees en la prensa extranjera del éxito de negocios privados de gastronomía y hospedaje en Cuba y se piensa que a todos nos va viento en popa. Pero La Habana no es solo el Vedado, Miramar, Atabey o Habana Vieja, donde se mueven turistas, residen diplomáticos y muchos habaneros suelen ir de compras o paseos. Los periodistas tienen que hablar con dueños de negocios en Párraga, San Miguel de Padrón, Calabazar o Santiago de las Vegas, lugares donde hay que ser muy creativos y tener buenos contactos en el mercado negro para ganar dinero. Y no hablemos de los negocios fuera de la capital: excepto Viñales en Pinar del Río y Varadero en Matanzas, localidades turísticas con una fuerte presencia de emprendimientos privados, en las restantes provincias están jamando soga”, explica Alexis.
Lidia, dueña de una casa de citas destinada a parejas, en Río Verde, Boyeros, confiesa que tiene que lidiar con inspectores corruptos, altos impuestos y desabastecimiento en tiendas por divisas y mercados estatales. «A ‘mulas’ tengo que comprarle sábanas, toallas y hasta condones. Hace cinco años, una caja de cerveza Cristal costaba 24 cuc y 20 o 21 cuc en el mercado subterráneo, ahora no baja de 28 o 30 cuc. A eso súmale el gasto de combustible y la pérdida de tiempo, recorriendo la ciudad en busca de alimentos e insumos. Antes podía ofrecer cuatro o cinco platos a base de carne de res, cerdo, pollo, carnero o pescado. Ahora solo se puede conseguir puerco y pollo. En el caso del pollo, la venta está limitada a diez libras por persona. Al gobierno dictar medidas para topar los precios de la cerveza y otros productos, le ha abierto la puerta a las ilegalidades, doble contabilidad y trampas financieras».
Joel, dueño de una pizzería, dice que «el Estado te exige como si vivieras en Suecia, pero no acaba de abrir un mercado mayorista, y a estas alturas del juego, cuando ni siquiera tienen comida para ofrecer al pueblo, no lo abrirán. También te exige tener una cuenta de banco con el 65% del dinero declarado y a un trabajador contratado, pagarle como mínimo 60 pesos diarios, cuando el Estado le paga 20 pesos. Nos ponen un montón de controles y regulaciones sanitarias y que a los establecimientos estatales no les ponen. Encima, tienes que ir a las tiendas por divisas o al mercado negro a pugilatear el queso, la harina y el aceite, productos que por la escasez les han subido los precios. Sin embargo, los precios de venta están topados por el gobierno. Es una pelea de león a mono, con el mono amarrado”.
Agustín, propietario de la paladar Villa Hermosa, una casona de puntal alto de principios de siglo XX, a un costado del Parque Córdoba, en La Víbora, en su reparación invirtió más de 15 mil dólares. Y más de 10 mil dólares en la adquisición de electrodomésticos y en la construcción de un ranchón con techo de guano para almuerzos y cenas. “Todo el mundo me decía que estaba loco. Abrir un negocio en un barrio periférico es complejo. Incluso moviendo ciertos resortes, como pagarle 5 cuc por cada turista que me trajeran choferes de ómnibus o taxis de turismo, he tenido pérdidas considerables en los últimos meses. Si me he mantenido ha sido esperando la llegada de una época de vacas gordas. Pero si sigo teniendo pérdidas tendré que cerrar. Y ni siquiera he recuperado el dinero invertido”.
Cuando un negocio está en quiebra, se intenta recuperar el dinero invertido o ganar dinero sin tener que trabajarle al Estado, a falta de mecanismos legales, los dueños recurren a una treta: venderlo o rentarlo a otras personas. Un cuentapropista aportó más detalles: “Son tipos que nadie sabe de dónde sacan tanto dinero. Se rumora que son parientes de personajes del gobierno o de empresas militares bien enchufadas. No lo puedo confirmar. Pero es cierto que cuando estás en aprietos financieros, contactas con alguno de estos personajes, ellos valoran a la baja el dinero a pagar y entonces tienes dos opciones: o se lo vendes y tu pasas a ser su empleado, o se lo alquilas”.
Ya numerosos dueños de cafeterías, bares y paladares ubicados en las afueras de La Habana han recurrido a esa alternativa para frenar las pérdidas. Otros han tenido que entregar la licencia. Su emprendimiento ni siquiera le interesa a los usureros de nuevo cuño que andan a la caza de negocios fallidos.
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