Por Iván García.
En Cuba lo habitual es anormal. Y viceversa. A Naibis, 56 años, técnica medio en construcción, comenzaron a inflamársele las manos y tener fuertes dolores en una rodilla. Su primera reacción fue acudir a un babalao.
Cuenta Naibis que el santero sacó del armario un tosco tablero de madera y una bolsa repleta de caracoles, que los tiraba los como si fueran dados. Luego observaba la posición de las conchas e iba anotando en una libreta escolar. Le cobró 5 cuc y dos gallinas criollas. Y le sugirió visitar un curandero amigo suyo que residía al oeste de La Habana.
El fanatismo suele guiar las decisiones de muchas personas en la Isla. A pocas cuadras donde radica un complejo de investigaciones médicas y biotecnológicas, Naibis se consultó con un primitivo curandero. Ingirió pócimas de horrible sabor durante tres semanas. Por el ‘tratamiento’ pagó el equivalente a 80 dólares. Pero las dolencias no cedían. Su hermana, más pragmática, la arrastró literalmente por los pelos y la llevó a un especialista en angiología. Las pócimas no le costaron la vida, pero perdió tiempo y dinero. De su errada decisión, Naibis culpó a la crisis económica, la falta de medicinas y el deterioro de la salud pública.
Carlos, sociólogo, asegura que cuando amplios sectores de la ciudadanía dejan de creer en las instituciones y en sus gobernantes, no siempre actúan de la mejor manera. “Muchos se refugian en la religión y suelen caer en manos de burdos estafadores. Las apremiantes necesidades materiales y las carencias te obligan a establecer nexos comerciales dentro del mercado negro. En ese ambiente existe la ley del más fuerte. La sociedad cubana se ha ido marginalizando. Algunos expertos lo llaman ‘haitianización’. Entonces surge el trueque de comida por favores sexuales y se dispara el consumo de bebidas alcohólicas, sicotrópicos o drogas, intentando escapar de la dura realidad”.
La crisis económica cubana permanece estacionaria desde 1989. La población fue educada para depender del Papá Estado, ya fuera para adquirir un ventilador o un televisor en blanco y negro. Eran las autoridades quienes premiaban o castigaban al ciudadano. Le garantizaba alimentación, educación, salud, una muda de ropa y un par zapatos al año. Casi todos iban vestidos iguales. El marxismo idolatra la uniformidad y la pobreza colectiva.
Así se vivía en Cuba hasta que los alemanes del este derribaron el Muro de Berlín, hastiados de la utopía desquiciante del comunismo. Cuando la República Democrática Alemana no pudo sostener sus aberrantes estructuras, miles comenzaron a saltar la cerca y en busca de una vida menos gris y más confortable en Alemania Federal.
A miles de kilómetros, en la isla mayor de las Antillas, sus habitantes debieron aprender de prisa cómo sobrevivir en las duras condiciones del manicomio criollo, ya sin el sostén del ex campo socialista europeo. Se compraba cualquier cosa sin preguntar su procedencia. Las familias necesitaban comer y daba igual si ese pedazo de carne de res salió del almacén de un hotel o de una vaca descuartizada la noche anterior en la finca de un guajiro.
El socialismo verde olivo es lo más parecido a un set de actuación. A la simulación y a la hipocresía se le puede sacar provecho: un mejor cargo, un viaje al extranjero, un puesto donde se gane más y se pueda conseguir comida. El deterioro moral se intentó camuflar con el verbo ‘inventar’. Robar se convirtió en un deporte nacional.
En ese surrealismo tropical, con el recrudecimiento de la crisis económica y la llegada del coronavirus, con fuerza reaparecieron especuladores, oportunistas de ocasión, falsos profetas, estafadores, revendedores, coleros y cambistas de divisas. Esa calaña existirá mientras en Cuba haya penurias, escasez, robo, corrupción y soborno.
Les presento a Migdalia. Su vida ha sido un infierno chiquito. Violencia familiar, miseria, cárcel. Es de ‘mecha corta’ (carácter fuerte). Uno sus negocios es comercializar muchachas que se prostituyen a 20 cuc la noche. Ella cobra una comisión y garantiza que nadie lastime a sus protegidas. A raíz de la ‘situación coyuntural’ de Díaz-Canel, un período especial 2.0 con internet de datos en los móviles, pero escasez de alimentos, artículos de aseo y medicamentos, Migdalia comenzó a liderar un grupo de coleras y revendedoras.
Migdalia detalla el perfil de un colero. “Sea hombre o mujer, lo principal es que sea intimidante, el típico guapo o guapa del barrio, capaz de fajarse a trompones. Pero hay que saber manejarlos. A los ancianos y a las embarazadas yo les garantizo que sean los primeros de la cola. Favores para que la gente, molesta como está, no me chivatee. Los policías que cuidan las colas no son un problema, se compran fácil, con 10 cuc y un paquete de pollo. Pero algunas personas nos denuncian en instancias superiores, el gobierno provincial o la fiscalía. Si en la tienda venden poca cantidad por usuario, se necesitan diez o quince coleros, para acumular suficientes productos para la reventa y el consumo del colero”.
Según Migdalia, los precios en el mercado negro se han disparado porque tienen que repartir dinero entre varias personas. «La empleada que nos informa el día que entran los productos, el jefe de almacén que te separa la mercancía y uno o dos policías que cuidan las colas. Suelo repartir el dinero a partes iguales. En un día se puede ganar de 20 a 30 chavitos (cuc). Eso sí, los productos hay que venderlos al doble o triple de su costo. Las colas que más ganancias reportan son las de electrodomésticos por MLC: los turnos primeros se pueden vender en 50 o 100 dólares”.
Hace cuatro meses, en La Habana una caja de pollo que costaba 24 cuc se vende entre 50 y 60 cuc. Un paquete de ocho kilogramos de detergente que cuesta alrededor de 8 dólares, se revende en 40 o 45 cuc. Un kilogramo de leche en polvo que en el mercado informal se pagaba a 80 pesos, ahora vale 200 pesos. Y un queso importado, que se oferta en los mercados por divisas entre 24 y 28 dólares se revende en 45 y 50 dólares.
Cualquier mercado de alimentos en cualquier provincia, no importa si vende en pesos, pesos convertibles o dólares, está copado por coleros y especuladores. Otro negocio que comenzó a funcionar durante la pandemia fue el de los vendedores a domicilio. Desde tu casa, puedes adquirir un iPhone 11, un jamón ibérico o un galón de esmalte blanco.
En medio de la crisis, aparecieron nuevas órdenes religiosas, incluidas las satánicas y sanadores que aseguran curar el cáncer. El canje de divisas se fortaleció y está funcionando a dos bandas. Decenas de agencias privadas, con profesionalidad y rapidez, te ponen el dinero en la puerta de la casa. Un funcionarios que trabaja para una agencia radicada en Miami, aclara que por lo general son negocios familiares. «Un pariente te deja miles de chavitos (cuc) como depósito en sus viajes a Cuba. Y cuando la persona contacta en Estados Unidos solo tiene que llamar por WhatsApp a su pariente y decirle la cantidad a entregar en la isla. Tenemos ciertas ventajas. Cobramos menos gravamen que los bancos, situamos el dinero en la casa y aceptamos más cantidades de dinero”.
Desde septiembre de 2019, la administración Trump limitó el envío de remesas a Cuba por Western Union a 300 dólares mensuales o mil dólares trimestrales. Cientos de cubanos residentes en Estados Unidos utilizan agencias privadas para poder enviar mayor cantidad de dinero. Tras la inauguración el lunes 20 de julio de nuevos mercados de alimentos, artículos de aseo y ferretería en moneda dura, la tasa del dólar se ha disparado vertiginosamente en Cuba.
Hace un año, el dólar estadounidense se cotizaba en el mercado paralelo a 0.96 o 0.98. Los bancos estatales lo compraban a 0.87, debido al gravamen del 10 por ciento impuesto por el régimen en 2004. Con la apertura de las tiendas por moneda libremente convertible y la eliminación del arancel del 10 por ciento, la cotización del dólar aumenta por día en la calle. El viernes 24 de julio se vendía entre 1.20 y 1.40 y el domingo 26 subió hasta 1.60 y 1.80.
Charles, cambista privado, considera que su valor va seguir creciendo. “Mientras se mantenga el desabastecimiento en las tiendas y la Western Union y las agencias radicadas en Estados Unidos paguen las remesas en cuc, el dólar seguirá subiendo. En próximas semanas pudiera canjearse un dólar por dos pesos convertibles o cincuenta pesos”.
Y es que la combinación de crisis económica y Covid-19 ha sido una tormenta perfecta para la mayoría de los cubanos, que cobran sus salarios y pensiones en pesos, que sigue siendo la moneda nacional. Los precios excesivos de los alimentos vendidos en el mercado negro son prohibitivos para sus bolsillos. Y acceder al dólar es una quimera.
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