viernes, 14 de agosto de 2020

La revista cubana "Nadie Parecía".

Tomado de rialta.org

La revista cubana "Nadie Parecía" fue fundada y dirigida por José Lezama Lima y el Pbro. Ángel Gaztelu. Entre septiembre de 1942 y marzo de 1944, consiguió ultimar un total de diez números. Su nacimiento en el panorama de las letras cubanas forma parte y anima la historiografía sobre el grupo Orígenes, uno de los proyectos poéticos más ambiciosos en la cultura hispanoamericana del siglo XX.

Nadie Parecía coincidirá en el tiempo con Clavileño, revista coeditada principalmente por Gastón Baquero, Cintio Vitier y Emilio Ballagas, entre agosto de 1942 y febrero del siguiente año, y con Poeta, la unipersonal de sólo dos entregas de Virgilio Piñera. Al igual que estas, surge en parte del desconcierto ideoestético y religioso entre los escritores y artistas que, atraídos por José Lezama Lima, habían coexistido en el consejo editorial y las páginas de Espuela de Plata (1939-1941).

Varios testimonios coinciden en ver el origen de aquella desavenencia en la confrontación entre la laicidad agnóstica de tono vanguardista de Virgilio Piñera y el catolicismo de raigambre hispana que el padre Gaztelu llegaría a enfundar en Espuela de Plata. Su cancelación, antes por problemas de bolsillo que por las contradicciones, evidenció las divergencias individuales y redireccionó intereses y voluntades. La salida de Nadie Parecía en 1942, desbordando a lo largo de su página de cubierta tributos y adeudos al pensamiento ascético y poético de San Juan de la Cruz, esclarecía, al menos por el momento, la toma de partido de José Lezama Lima por las querencias del amigo sacerdote.

Sin embargo, no estamos ante una publicación estrictamente religiosa. Es cierto que se asienta en sus páginas una vocación católica desde el subtítulo mismo (“Cuaderno de lo Bello con Dios”), que se encarece la obra y figura de Bernard de Clairvaux (canonizado luego San Bernardo), y que la presencia del poeta místico de la “Noche oscura” -de cuya cuarta lira se toma el título de la revista- se escande repetidamente en editoriales y exergos, en ensayos y reescrituras. Pero también lo es que en paralelo hay una voluntad de compartir con los lectores habaneros esas “cosas de belleza” -diría Lezama a Juan Ramón Jiménez-[1] que en las bibliotecas de los directores guardan tanto las novedades como las antiguallas de la tradición occidental moderna o renacentista, barroca o ilustrada.

En sus escasas páginas, que no sobrepasaron nunca la docena, Nadie Parecía concita la poesía, la narrativa y el artículo ensayístico de poca extensión. Serán textos originales unos; otros, traducciones del inglés, el francés y el latín de poemas o apenas de pasajes y fragmentos de ensayos.

Como un cuaderno de misceláneas, colecciona momentos del Zaratustra de Nietzsche, del Libro de las maravillas de Marco Polo, de un artículo de Ortega y Gasset, un capítulo de una novela del victoriano George Meredith, un fragmento del entonces reciente Les abeilles d’Aristée: Essai sur le destin actuel des lettres et des arts (Gallimard, 1936) del escritor ruso exiliado en Francia Wladimir Weidlé. Asimismo acopia unas líneas atribuidas a William Butler Yeats sacadas de un célebre compendio enciclopédico —The Oxford Book of English Verse, 1250-1900 (Oxford University Press, 1900)–, y pasajes de los libros esenciales del pensamiento poético del romanticismo inglés. Las más de las veces se presentan bajo traducción de José Lezama Lima, y excepcionalmente en nombre de poco conocidos, como Orlando Álvarez o Roberto Burbaquis.

Esa presumible predilección de los directores por las analectas atrajo también hacia la revista pasajes de la obra del ilustrado benedictino Fray Martín Sarmiento, de las Memorias de Saint-Simon -un monumento de la literatura francesa de entre los siglo XVII y XVIII-, del noble extremeño Luis Zapata de Chaves, cuya Miscelánea atestigua la lengua de la vida cotidiana del siglo XVI español, o de Salvador Jacinto Polo de Medina, poeta del Barroco y sacerdote.

Particular espacio se concede, por supuesto, a la poesía. Gaztelu publica varios de los poemas que formarán su Gradual de laudes (1955) y Lezama algunos que recogerá en La fijeza (1949), entre ellos el popular “Rapsodia para el mulo”. Como había sido costumbre antes en Espuela de Plata, están los versos de exiliados españoles: Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Bernardo Clariana (quien como Gaztelu traduce del latín). Y no pocos de algunos latinoamericanos: los argentinos Vicente Barbieri, Adolfo Fernández de Obieta (colaborador de la revista Sur, hijo y albacea literario de Macedonio Fernández) o el malogrado y desconocido Efraín Tomás Bo; el chileno residente por muchos años en Cuba Alberto Baeza Flores; el gran mexicano Alfonso Reyes.

La presencia cubana campea bastante poco en el conjunto: un cuento de Eloísa Lezama Lima, un pequeño ensayo del escultor Alfredo Lozano y una nota del pintor René Portocarrero -ilustrador con Mariano Rodríguez de varios números-, poemas de Luis Antonio Ladra -entonces un amigo cercano al origenismo que se alejó de la literatura y hacia el exilio-, y de Eugenio Florit, quien además traduce al norteamericano H. R. Hays.

En el editorial del número 10, Lezama habla del “demonio de la resistencia [que] no está en ninguna parte y por eso aprieta como el mortero y el caldo”. Y será la primera vez que se vea en la revista el nombre de José Rodríguez Feo. Aparece firmando la traducción de un artículo, nada más y nada menos, que del poeta y crítico de cine norteamericano Parker Tyler, quien se convirtiera en figura de la intelectualidad queer neoyorquina de la primera mitad del siglo XX. Recién llegado de licenciarse en la Universidad de Harvard, Rodríguez Feo trabó consorcio con Lezama Lima e hizo posible finalmente la conjunción origenista alrededor del proyecto editorial que se había incubado en publicaciones pequeñas de escasa circulación y corta vida. De todas ellas, Nadie Parecía sirve de umbral a esa obra mayor. Era la víspera de la primavera de 1944. El primer número de Orígenes ya se alistaba para la imprenta.

Notas:

[1] José Lezama Lima: “Carta de José Lezama Lima a Juan Ramón Jiménez, septiembre de 1942”, Como las cartas no llegan…, int., sel. y notas de Ciro Bianchi Ross, Ediciones Unión, La Habana, 2000, p. 40.

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