Por Luis Cino.
A la izquierda, Karla Pérez, joven cubana desterrada en Costa Rica; a la derecha, Joanne Chesimard, prófuga de la justicia estadunidense refugiada en Cuba.
El caso de Karla Pérez, como el de otros miles de cubanos a los que por sus posiciones políticas se les impide entrar en su patria, ha vuelto a evidenciar el desprecio por los derechos de sus compatriotas de los mandamases castristas, que se creen los dueños del país.
La joven, de apenas 22 años, tuvo que terminar la carrera de periodismo en Costa Rica. Las autoridades castristas, por el simple hecho de haberse unido al grupo disidente Somos +, la expulsaron hace cuatro años -cuando aún era menor de edad- de la Universidad Central de Las Villas. Ahora, le impiden regresar a su patria con su familia porque, según alegó una vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) -que más bien parecía pertenecer al MININT-, la muchacha vendría a sumarse a la oposición. También señaló que, por sus supuestos “vínculos con grupos violentos de Miami”, pondría en riesgo la seguridad nacional.
Con los mismos burdos y ridículos argumentos que condenan al destierro a Karla Pérez se pronunció nada menos que René González, uno de los cinco espías de la Red Avispa.
Los mandamases castristas -cual si Cuba fuese una finca de su propiedad- se arrogan la potestad de impedir entrar a la Isla a una joven -cuya única culpa es aspirar a que haya libertad y democracia- porque consideran que sería “un peligro para la seguridad nacional”. Sin embargo, durante décadas, ignorando las leyes internacionales y poniendo en riesgo las relaciones diplomáticas con otros gobiernos, han dado cobijo a cientos de miembros de organizaciones terroristas y todo tipo de personajes siniestros vinculados a grupos extremistas de ultraizquierda de todo el mundo. Incluso han dado refugio a delincuentes comunes, como Robert Vesco, acusado en Estados Unidos por fraude al fisco, y que luego de ser huésped de negocios del régimen castrista, cometió el error de estafar a sus anfitriones. Por tal razón fue a parar a la cárcel, donde murió.
Es largo el historial del régimen apoyando a grupos terroristas. La Habana, en 1966, acogió la Conferencia Tricontinental, un cónclave que propugnaba la lucha armada y la creación en el Tercer Mundo de los “dos, tres, muchos Vietnam” de los que habló el Che Guevara antes de morir en su fallida aventura guerrillera de Bolivia.
En los años 60 y 70, los grupos guerrilleros latinoamericanos seguían las instrucciones que recibían desde La Habana, específicamente del Departamento América, un organismo de la Inteligencia cubana que dirigía el comandante Manuel Piñeiro (Barbarroja), encargado de la subversión en el continente.
No es un secreto que tupamaros, montoneros, sandinistas, miembros del Frente Farabundo Martí, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y otros grupos guerrilleros venían a Cuba a discutir estrategias, recibir entrenamiento militar y atención médica.
En 1979, en Nicaragua, militares cubanos, además de guerrilleros argentinos y chilenos que fueron entrenados en Cuba, participaron, junto al Frente Sandinista, en la ofensiva que derrocó a la dictadura de Somoza.
El apoyo cubano a la subversión violenta en Latinoamérica se mantuvo hasta bien entrados los años 80. Después, a partir de la creación del Foro de Sao Paulo y la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez, la nueva estrategia fue la toma del poder por la vía electoral para luego minar las instituciones democráticas e instaurar el llamado “socialismo del siglo XXI”.
Ahora mismo, el régimen cubano considera injusta la decisión del gobierno norteamericano de volver a incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, mientras se niega a entregar a las autoridades de Colombia a los líderes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que, mientras negociaban la paz en La Habana, urdieron un ataque terrorista en su país en el que murieron 22 jóvenes cadetes.
El régimen castrista también dio refugio en Cuba a integrantes de las Panteras Negras acusados por el secuestro de aviones y asesinatos de policías en los Estados Unidos, entre ellos Joanne Chesimard (alias Assata Shakur), que aún vive en Cuba, y por cuya captura las autoridades norteamericanas ofrecen una cuantiosa recompensa.
El apoyo cubano a los grupos violentos no se limitó solo al continente americano. También se extendió a Asia, África e incluso a países europeos.
En Cuba acogieron cálidamente a integrantes del Frente de Liberación Nacional vietnamita, la Organización para la Liberación de Palestina, el ANC sudafricano, el PAIGC de Guinea y Cabo Verde, la South West Africa´s People Organization (SWAPO) namibia, el Frelimo, el Frente Polisario, el ZANU de Zimbabwe, etc.
Y también fueron acogidos varias decenas de miembros de la organización separatista vasca ETA, que en su guerra terrorista contra el Estado español cometió atroces atentados en los que murieron o resultaron heridos muchos civiles.
Por estos días circulan denuncias de la vinculación castrista -incluso de diplomáticos de la embajada cubana- con separatistas vascos y de los virulentos Comités de Defensa de la República catalanes. Eso, a pesar de las buenas relaciones existentes entre Cuba y España.
Los gobernantes cubanos, que se caracterizan por escoger las peores amistades, siempre han mantenido vínculos con regímenes patrocinadores del terrorismo internacional, como la Libia del Muamar el Gadafi, la Corea del Norte de la dinastía Kim y el Irán de los ayatolas.
Y así, con ese historial, tienen la cara dura de acusar de terroristas a los cubanos que por métodos pacíficos reclaman sus derechos y la democracia.
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