Por Arnaldo Ramos Lauzurique.
En el año 1967, una época que representaba la cúspide de las iniciativas sin resultados, surgió el llamado Cordón de La Habana. Marcó una época de desgracias para la economía cubana, junto a la malograda zafra de 1970, la destructiva Brigada Invasora de Maquinarias “Che Guevara” y la Ofensiva Revolucionaria.
La provincia de La Habana –que tantas veces ha cambiado su nombre y estructura- en esos momentos tenía una extensión territorial de 6 106 kilómetros cuadrados, y una superficie total agropecuaria y silvícola de 4 928. En un discurso de la época –de aquellos grandilocuentes- Fidel Castro planteó que a fines de 1969, estaría sembrado el 95% del total de aquella área.
Para lograr esta meta, se movilizaban diariamente un promedio de 25 mil trabajadores, por lo que era usual que los centros de trabajo y estudios de la capital amanecieran cerrados y con un cartelito que decía: “Estamos para el Cordón”. Es difícil cuantificar el costo en transporte, en producciones y servicios dejados de brindar y sobre todo en maquinaria empleada, pero solamente en salarios significó más de 105 millones de pesos. ¿A quién le importaba, si era una “brillante” idea del Comandante en Jefe?
La joya de todo este intríngulis del Cordón de La Habana, era el café. Bastaría decir que se sembraron 8 veces las matas que se plantan en México en un año. Y como resultado a nivel nacional en estos momentos la producción de café descendió de 19,7 mil toneladas -en aquel entonces- a 6,2 mil en 2013. Habría que añadir que las importaciones que antes de 1959 no existían, se elevaron a 10 mil toneladas. Esta pequeña historia es suficiente para que 3 generaciones sepan por qué no se toma café en Cuba, sino chícharo.
Pero este gran fracaso tuvo otras consecuencias. En frutales, Castro había garantizado se obtendrían 5 millones de posturas de: mango, guanábana, anón, marañón, limón criollo, tamarindo, mamey, cítricos y otros. Muchos niños y adolescentes en estos momentos no conocen algunas de estas frutas.
Un ·aporte” que hizo el ex gobernante fue construir terrazas en 59 lomas, para sembrar. Como si no existieran suficientes y amplias llanuras en la región occidental. También añadió más de 80 pequeñas y medianas presas; y una grande, que se constituyó en un monumento a la ineficiencia, la de Paso Seco.
En el interés que tenía entonces por ser el “padre de la ganadería”, Fidel Castro orientó sembrar 14 millones de posturas del ya olvidado gandul, que era la moringa de aquellos tiempos. Se armaron numerosas construcciones que no son funcionales en estos momentos y 531 kilómetros de cortinas rompevientos.
Cuando la gente se pregunta cómo se ha destruido la economía cubana, es necesario recordar aquellos tiempos. Esta parte de la historia habrá que escribirla en algún momento para poder mostrarla a quienes desconocen cómo se ha llegado al estado de destrucción que tiene el país, y cómo cooperó a ello la tozudez de un solo hombre.
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