Por Iván García.
Cuando usted recorre las vaquerías del Valle de Picadura, en la actual provincia Mayabeque, a 80 kilómetros al este de La Habana, no puede imaginarse que una vez sus destrozadas granjas tuvieron aire acondicionado y música indirecta para favorecer un elevado rendimiento lechero de las reses.
Todo comenzó a mediados de los años 60. El delirio de Fidel Castro provocó que su oficina en el Palacio de la Revolución se convirtiera en un puesto de mando, donde minuciosamente se chequeaba el día a día de la ganadería vacuna del país.
Pagado por el erario público, en La Habana se dio cita lo más granado de los especialistas ganaderos en el mundo.
“En Valle de Picadura estuvo el científico francés André Voisin, quien nos enseñó técnicas modernas de pastoreo para alimentar el ganado. Fidel visitaba estas granjas a diario. Se hicieron cruces con la Holstein canadiense y con ganado de elevado rendimiento en Estados Unidos. Se denominaron F-1 y F-2, en evocación al comandante. Se construyeron viviendas de calidad destinadas a los obreros. En pleno verano, el personal que acopiaba la leche estaba abrigado debido a la climatización de los cuartones de ordeño. Toda la extracción era mecánica. Y de fondo, una sinfonía de Beethoven que te daba la sensación de haber llegado al paraíso”, recuerda Erasmo, ganadero jubilado, mientras saborea una taza de café fuerte y dulce.
Treinta y cinco años después, el Valle de Picadura es una comunidad fantasma. Los más jóvenes huyen hacia La Habana o Miami en busca de un futuro diferente. El ganado, casi en los huesos, intenta alimentarse de un pasto escaso y quemado por el sol.
Según Erasmo, la masa ganadera se ha reducido en un 70% en comparación con los años dorados, cuando las robustas reses producían más de 50 litros diarios de leche y como promedio una vaca pesaba 500 kilos. “Nuestras vacas eran sagradas. Había un excedente tremendo de leche. Pero con la llegada del período especial [la perpetua crisis económica cubana que se extiende por 25 años] comenzó el declive”.
Ortelio, especialista del sector, considera que la recuperación ganadera pasa por mejorar la calidad en pastos y forrajes. “Cada animal debe consumir diariamente no menos de 40 o 45 kilogramos de comida, además de mucha agua. Ahora escasea tanto el forraje como el agua. La mayoría de los pozos se han secado o el agua está contaminada”.
La crisis de la ganadería en Cuba es mayúscula. Según datos del Ministerio de Agricultura, solo en 2013 murieron 184.000 cabezas de ganado vacuno por desnutrición.
“Da pena, las reses que no se mueren de hambre corren el riesgo de ser sacrificadas por los matarifes ilegales que luego se dedican a vender su carne en el mercado negro. Muchas veces esa carne tiene brucelosis y no es apta para el consumo humano. Lo peor es que el Estado impone elevadas multas a los campesinos dueños de vacas si las sacrifican. Y el precio de una res tasada por el Estado no supera los 1.000 pesos”, dice Alcides, campesino privado.
Antes de que Fidel Castro llegará al poder en enero de 1959, Cuba contaba con seis millones de cabeza de ganado. Casi había una vaca por persona, pues entonces la población de la isla rondaba los seis millones y medio de habitantes.
"Durante la época de vacas gordas, cuando Castro se autoproclamó 'ganadero en jefe', llegó a haber 10 millones de reses", explica Erasmo. Ese fue un tiempo en que la leche fue vendida sin racionamiento a la población.
Y en Nueva Gerona, Isla de Pinos, a 142 kilómetros al sur de La Habana, en 1972 nació Ubre Blanca, una portentosa vaca que llegó a producir 109,5 litros de leche en una sola jornada. Era el orgullo de Fidel Castro. La prensa oficial ofrecía partes diario de su producción lechera.
Cuando la famosa vaca murió en 1985 por causas aún no esclarecidas, taxidermistas la disecaron y pusieron su cuerpo en una urna de cristal en el vestíbulo del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria, en San José de las Lajas, donde todavía permanece. Muestras de sus tejidos se congelaron por si algún día Ubre Blanca puede ser clonada.
“Pero eso es periódico viejo. Lo que hay es que las reses se mueren de hambre y por el camino que vamos, en cinco años la ganadería cubana será cosa de coleccionistas”, afirma Erasmo.
Ahora las esperanzas se cifran en los ganaderos estadounidenses. “Si los ‘yumas’ invierten en el Valle de Picadura se podría recuperar la ganadería nacional”, asegura este viejo jubilado, que no olvida los tiempos felices, cuando en su comunidad las vaquerías tenían aire acondicionado y los animales escuchaban música clásica.
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