jueves, 21 de febrero de 2019

Sesenta años de involución criminal.

Por Ismael Sambra.


¿Qué se puede decir además de todo lo que se ha dicho sobre la fallida revolución cubana castro-comunista? Me tomé algunos días antes de comenzar.

En una de las preguntas que le hice al excomandante de la revolución Huber Matos en Miami, noviembre de 2001, en la cual defino a Fidel Castro como “el mayor cínico de la historia”, enseguida me respondió “…es un sujeto con un inmenso vacío ético; pero al mismo tiempo con una inteligencia para la maldad excepcional. Y me pregunto: ¿Cómo los cubanos…, que crimen ha cometido nuestra gente a lo largo de nuestra historia, desde los tiempos de la colonia hasta nuestros días para que nos cayera una calamidad como este hombre? Porque si los cubanos hubiéramos escogido al hombre con más capacidad para hacerle daño a nuestra nación, no habríamos acertado como acertamos con Fidel Castro…”[1]

El líder convertido en tirano estuvo decidido a mantener su poder de por vida a sangre y fuego, y lamentablemente lo logró imponiendo además su legado a los herederos de su trono. La credibilidad que le restaban unos, se la daban otros. Llegó a dividir a los gobiernos del mundo democrático, incluyendo al de Estados Unidos calificado por él, como su peor enemigo y calificado por mí como su mejor aliado, por las contradicciones partidistas generadas por la democracia que le dieron oxígeno a pesar de las sanciones económicas legisladas. El efecto político creado por estas sanciones fue peor y muchos pensaron en el pequeño David enfrentado al gigante Goliat que el mismo Castro se encargó de propagandizar.

A pesar de sus posturas y los efectos histriónicos creados por él para enardecer multitudes, como ese de la palomita blanca sobre su hombro, así como los mitos para enaltecer su personalidad de mesías que llegaba a nuestros predios para redimir a los oprimidos, fue un dictador poco original, pues copiaba al dedillo a muchos de sus predecesores, desde los métodos de infundio, intriga y represión utilizados por Stalin, hasta el estilo genocida y discursivo de Hitler contra sus opositores. Tomó el diseño propagandístico de la imprenta nazi-fascista y los trucos repetitivos de Joseph Goebbels, los principios perversos y crueles del poder que difundía Nicolás Maquiavelo, la obcecación fundamentalista y siniestra de Kim Il Sung y los pasos pervertidos de Benito Mussolini de revolucionario socialista a dictador fascista.

En sus discursos de largas horas sobre temas inauditos para apuntalar su extrema egolatría, se dio a la explicación de planes incongruentes como el de cruzar un toro Cebú con una vaca Holstein para obtener más leche y más carne en cada espécimen, y alimentar así al pueblo, o el de disecar la Ciénaga de Zapata para sembrar arroz, o de sembrar café Caturra en el cordón de la Habana para aumentar la desmadrada producción, o de hacer una zafra azucarera de 10 millones de toneladas de azúcar cuando no había ni caña que moler. En eso fue en lo único que fue original, en la de cosechar olímpicos fracasos que le ganaron fama y el sobrenombre de Comediante en jefe, pues parecía que todo era como un desagradable chiste, porque sin arrepentirse ni reconocer sus errores, demandaba “vamos a convertir el revés en victoria”, por pura magia, al estilo de los más recalcitrantes sofistas. Todos estos planes, entre otros, fueron reveses o rotundos fracasos, y la culpa caía siempre sobre el “embargo americano”.

Acorde con su espíritu belicoso, pienso que, de haber ocupado el trono en cualquier país continental, se hubiera embarcado en grandes campañas de conquistas territoriales con su ejército. Por supuesto, sin participar nunca en el frente de combate, a diferencia de lo que hicieron los reyes y grandes conquistadores de la antigüedad y la edad media. Pero desafortunadamente para él, las fronteras de su imperio estaban enmarcadas en una isla y eran otros los tiempos. Sin embargo, llegó a enviar tropas, a las que llamó internacionalistas, por barco y por avión a toda la América y el continente africano.

Algo muy importante para Fidel Castro fue llegar vivo al triunfo de su rebelión evitando al máximo los riesgos que podían costarle la vida. Chanes de Armas, el preso político más antiguo del mundo, me contó en una entrevista, que después del fracaso del asalto al cuartel Moncada, Castro le pidió que se entregara para evadir la persecución de los soldados de Batista.

“Chanes: Sí, de los ocho que quedábamos nos seleccionó a cinco, entones se quedaban Pepe Sánchez, Alcalde y Fidel…

Sambra: Entonces Fidel les dijo a ustedes cinco que se sacrificaran…

Chanes: Para salvarlo a él, que es salvar la revolución; es decir, que nosotros, al entregarnos, nosotros teníamos que decir que Fidel se encontraba… que habíamos estado con él, pero no por la Gran Piedra…”[2]

El imperio persa, alcanzó su grandeza y su fama con su fundador Ciro el grande quien murió peleando junto a su ejército en el 530 a.C., como hacían los reyes en la antigüedad para dar el ejemplo. Antonio Maceo murió en combate cuando ya había recibido 29 heridas de bala en diferentes acciones. José Martí, el ideólogo de la independencia de Cuba murió también de cara al sol porque dijo “a la hora de montar monto” y cumplió y fue a pelear por la libertad. A Fidel Castro no se le conoce una sola herida de bala y ni un solo rasguño en los días de la lucha armada, porque cuando iba, iba a la retaguardia con su rifle de mirilla telescópica, y según el testimonio de Huber Matos nunca participó directamente en combate alguno.

Su exacerbada vanidad lo llevó a soñar con la grandeza de Constantino en el otrora imperio bizantino. Pero se diferenciaba de este al imponer las doctrinas ateas marxistas-leninistas en lugar de la fe cristiana, así como la ruina total de Cuba en vez del esplendor de Bizancio o Constantinopla (la actual Estambul) logrado por este talentoso y tolerante emperador, pues Castro había adoptado el modelo económico centralizado de los rusos en lugar del libre flujo comercial del expandido mercado del mediterráneo con prósperas ciudades que se fortificaron y desarrollaron a pesar del constante asedio de sus enemigos.

Es decir, que Fidel Castro quería ser todo y hacer de todo al mismo tiempo sin alcanzar nada. Ahí mismo comenzaba su descalabro, pues solo atendía al culto de su personalidad y todo lo subordinaba al poder político, sin que le importara en absoluto la nación ni la economía ni el progreso, para imponernos la involución criminal. Ya desde la niñez venía marcado por algún maleficio. Alina Fernández, la hija de Fidel Castro, nos cuenta en sus memorias, que su papá cuando iba a la escuela, “los hermanos tuvieron que ponerlo al final de la fila porque contrajo la extraña manía de caminar tres pasos para adelante y un paso para atrás a medida que avanzaba.”[3] Nada bueno sembró y nada bueno cosechó. Y como dice el refrán popular: “Quien siembra espinas recoge tempestad”.

Sus ideas de expansión territorial lo llevaron también a compararse con Simón Bolívar. Recuerdo que en la misma entrevista Huber Matos me contaba sobre su obsesión por este personaje cuando en la Sierra Maestra le preguntaba constantemente sobre esta controversial figura, su personalidad y sus conquistas. Ese fue su gran sueño: hacer una sola América bajo el comunismo. Por eso debió sentir mucha frustración al no lograrlo, y de aquí partió la raíz de sus rabietas y sus enfermedades que lo apartaron físicamente del poder hasta el día de su muerte.

Algunos lo definen como una persona inteligente, pero yo lo defino como un engendro muy astuto, porque la inteligencia es una gracia de Dios y su astucia era la del diablo. Si hubiera sido inteligente, en lugar de crímenes, sacrilegios y confrontaciones, le hubiera dado paz, almohada segura y comida a la población cuando contaba con su masivo apoyo, hubiera desarrollado las comunicaciones, las construcciones y las inversiones, tal como hicieron algunas inteligencias imperiales y hasta algunos dictadores de América como Rodríguez de Francia (1814-1840) en Paraguay, por solo citar al más representativo, quien sin embargo mereció el rechazo de José Martí, al acotar que “La tiranía es una misma en sus varias formas, aun cuando se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes.”

Fidel Castro ni siquiera hizo aportes al comunismo. Al menos Lenin, con todas sus diabluras, forjó el marxismo-leninismo. Castro solo se sirvió de Marx y Lenin para perpetuarse y desacreditarlos aún más. Sus privilegios alcanzados a costa de su máxima autoridad lo llevaron a tener su propio islote privado para la pesca submarina y las bacanales con sus más cercanos y corruptos servidores, así como a la construcción de casas lujosas y bien protegidas para su uso personal que algunos han calculado en más de 50 en toda la isla y que funcionaban en su totalidad con criados, guardianes y toda clase de servicios como si él las estuviese habitando.

Fidel Castro creó un enorme éxodo migratorio, forzando al exilio la cuarta parte de la población, para dejar el resto sumidos en el miedo y el desamparo, malviviendo en un “insilio” de paupérrimo cautiverio. Ciro el Grande antes de morir conquistó Babilonia en el 539 y liberó a los judíos. Porque en el 607 a.C. Babilonia había arrasado Jerusalén y se había llevado a los sobrevivientes. Así se cumplió la profecía bíblica “Cuando se hayan cumplido 70 años pediré cuentas al rey de Babilonia y a la nación y ciertamente haré de ella yermos desolados… (Jeremías 25:12). Así los judíos liberados regresaron a Israel después de un prolongado destierro de 70 años.

A Ciro el Grande, en los pocos años de su reinado, se le recuerda como un gran estratega y un gran arquitecto que llevó fortuna y tolerancia a su gente y a las tierras conquistadas. En vez de destruir las economías locales, aumentó el comercio en todo su reino, desarrolló una moneda y creó leyes universales, respetó la cultura y las religiones de los pueblos conquistados. Se adaptó a los cambios y tomó medidas inteligentes y necesarias. Fundó majestuosa ciudades como Pasargada, la capital del imperio, construyó largas carreteras, suntuosos jardines, puentes y grandes canales y sistemas de irrigación y almacenamiento de agua en lugares inhóspitos donde no había ríos ni lagos, solo escarbando con cinceles en las profundidades rocosas, sin utilizar mano de obra esclava pues pagaba con monedas de oro a los trabajadores por su trabajo realizado. Fue considerado por su gente y los historiadores como un modelo de rey. Sus sucesores siguieron su legado y multiplicaron la riqueza y la prosperidad persa.

El Castro-comunismo después de 60 años no había respondido a las necesidades de la población, ni de agua, ni de viviendas, ni de producción, ni de agricultura, ni de alimentación, aun como absoluto dueño de las tierras más fértiles conquistadas de un plumazo con la ley de La Reforma Agraria, probablemente por desconocimiento o poco entendimiento de lo que es primordial, o poca capacidad de reconocimiento a estas grandes proezas de la antigüedad, donde no se contaba con equipos sofisticados como los actuales para la construcción. Castro solo construyó algunas represas en algunos ríos, 545 prisiones y solo un hospital en cada provincia y ciudad cabecera. Todos los demás hospitales ya estaban construidos antes de su gobierno. En Santiago de Cuba, segunda ciudad de importancia después de La Habana, ya existían dos grandes hospitales asistidos por El Estado y tres más privados con cientos de miembros asociados.

Cuando un régimen construye muchas más prisiones que hospitales, nos muestra, además de su fracaso social, su naturaleza perversa y represiva. Castro no tiene nada digno de ser destacado en cuanto a edificaciones y construcciones, incluyendo la fallida construcción del “hombre nuevo”, que era uno de los supuestos objetivos del laboratorio comunista. Solo podríamos destacar, pero en sentido negativo, el haber perforado una red de cientos de fosos y túneles en todas las ciudades para supuestamente protegernos de la invasión armada de los Estados Unidos, aunque la voz pópulo decía que eran túneles para encarcelar a la población hastiada, en caso de una rebelión masiva cuando los estadios deportivos no dieran abastos. Otros decían que fue una excusa para dar trabajo y pagar el mísero salario equivalente a 15 dólares al mes en los tiempos que declaró un Período especial, porque se habían cerrado las fábricas y las industrias después del derrumbe imperial del comunismo, aumentándose la inflación a niveles astronómicos por la falta casi total de abastecimientos siempre en manos del improductivo Estado, subsidiado satélite de los rusos. Son túneles y pozos que han quedado inservibles, muchos de ellos totalmente abandonados y que ponen en peligro de derrumbe los cimientos de las construcciones en las áreas sísmicas. ¡Qué desperdicio de tiempo y recursos materiales y humanos! ¿Tendremos que esperar diez años más para la total liberación de los cubanos del desastre comunista?

A Fidel Castro se le recordará como eso, como un Comediante en jefe de batallas perdidas, como el mayor mentiroso, como el mayor cínico de la historia, como alguien que quiso ser grande en su propio imperio de desolación, muerte y descabellados planes, y que solo puede comparársele con los más crueles y sofisticados asesinos de otros tiempos, que con su bloqueo interno a todas las libertades, arrasó con la prosperidad de una isla situada por su naturaleza y la geografía en un paso comercial privilegiado, como la gran Alejandría mediterránea, para las grandes economías del mundo. Pero que solo trajo miseria, apatía e infortunio, vanos sacrificios y el más grande de los éxodos de estos tiempos a causa del naufragio de sus proyectos. Este ha sido su real legado y seguirá siendo ese si siguen aferrados al poder y al continuismo los herederos de su dinastía.

La gigantesca piedra que hoy cubre su tumba, es un símbolo a considerar como una piedra en el zapato de los desclasados o como la piedra que él fue en el camino de los que querían una Cuba próspera, libre y democrática, con todos y para el bien de todos.

Ismael Sambra es un expreso político. Fundador del Primer Grupo Independiente de Escritores y Artistas en Santiago de Cuba conocido como El Grupo, y su revista homónima. Ha publicado poesía, cuento, crítica, artículos y ensayos. Ha recibido premios y reconocimientos. Es Miembro de Honor del PEN Club de Escritores de Canadá.

[1] QUERIDOS AMANTES DE LA LIBERTAD, Ediciones Libro Libre, pág. 144, Canadá, 2005.
[2] Ibídem, pág. 58.
[3]Alina, Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro: Plaza & Janes editores, pág. 15, tercera edición, España, 1997
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