Hace décadas, Neptuno, Galiano y Monte constituían las calles más vivas y excitantes del cinturón, más bien el laberinto, comercial de La Habana. Emporios de cierta modernidad, allí se encontraban hacia mediados del siglo XX las grandes tiendas por departamentos. El metabolismo diurno de la urbe se cumplía en buena medida allí, entre el voceo de los pregoneros en las aceras, las estilizadas o fastuosas ofertas de las vitrinas, y la esbelta mudez de los maniquíes.
Alberto «el Chino» Arcos conoció por historias familiares la época dorada de los comercios habaneros. Unos años tan exclusivos como excluyentes… Las joyerías, las tiendas de calzado, y los centros comerciales como Fin de Siglo, un gran almacén que luego serviría de modelo a la exitosa cadena española El Corte Inglés.
Según el periodista Ciro Bianchi, en Neptuno y Galiano solían comprar las familias de mejor posición, mientras que en la calle Monte, atestada de columnas en sus soportales interminables, lo hacían aquellas familias con menor poder adquisitivo.
Todavía a principios de la década de los 60 algunas grandes tiendas departamentales y otras más pequeñas ostentaban algo de su antiguo esplendor. Pero pronto serían estatizadas y, con frecuencia, sus espacios serían destinados a otros fines. Tras la llamada Ofensiva Revolucionaria, en 1968, hasta los más modestos negocios (peleterías, quincallas, puestos de comida, bares) pasaron a administración del Estado.
La escasez y la austeridad de los años siguientes irían convirtiendo esas calles y esas tiendas en meros vestigios, sombras desfiguradas de otra época. Durante unas dos décadas la mayoría de los cubanos solo pudo aspirar a productos importados del Campo Socialista, los cuales a menudo eran racionados y debían comprarse mediante cupones o cartillas.
Con el Período Especial, en los 90, la isla tocó fondo, y solo a partir de ahí reaparecieron algunos comercios que reflejaban la lenta reinserción del país en los mercados occidentales, pero, eso sí, bajo el concepto oneroso de «tiendas recaudadoras de divisas».
Tiendas como Fin de Siglo, La isla de Cuba o Variedades de Galiano están hoy mutiladas, con pisos abandonados y otras áreas de uso en manos de artesanos cuentapropistas.
Es esa la realidad que fotografía el Chino Arcos: el deterioro económico y el mal gusto, la incuria y el absurdo. La decadencia.
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