Por Alfredo M. Cepero.
El águila ha cautivado la imaginación de los seres humanos desde la legendaria fundación de Roma por los gemelos Rómulo y Remo. En el Aventino, Rómulo contempla un águila. La estima señal de buen augurio. El ave se convierte luego en estandarte y emblema del Imperio Romano. Desde entonces, el águila se ha contemplado como un símbolo de dignidad, libertad y fascinación. Un ave majestuosa entroncada con el sol, la tormenta, el ímpetu guerrero, el triunfo del espíritu sobre la materialidad inerte. Más adelante en la historia, junio 20 de 1782, el águila fue adoptada como símbolo nacional por los Estados Unidos. Y en estos tiempos de resurrección del patriotismo y el orgullo americanos el águila simboliza la política populista y nacionalista de Donald Trump, resumida en forma brillante en su lema de "Hagamos grande a América".
Tal como esta ave icónica, Donald Trump vuela alto, divisa los objetos a larga distancia, se niega a volar en bandadas con otras aves y traza su derrotero en forma solitaria cuando es obligado por las circunstancia. De esa manera ha actuado durante su vida empresarial, la campaña política que lo llevó a la Casa Blanca y una presidencia hostigada por enemigos jurados de ambos partidos. Porque tanto demócratas como republicanos resienten la majestuosidad y la independencia de un hombre al que no entienden y que está cambiando los patrones de conducta en un Washington putrefacto. Para unos buitres que durante años se han alimentado de la carroña que les lanzan los cabilderos y los intereses espurios Donald Trump es una amenaza a su inconsecuente existencia. Por eso le hacen la guerra en todos los temas y en todo momento.
Pero este hombre que ni se cansa ni se rinde sigue cumpliendo las promesas que les hizo a sus partidarios durante la campaña electoral de 2016. La principal de ellas fue la de la construcción de un muro en la frontera sur que pusiera fin a una inmigración ilegal y multitudinaria. Una pesadilla que pone en peligro la seguridad nacional y amenaza con transformar en forma radical a la sociedad norteamericana. Frustrado ante la renuencia del congreso a cumplir su deber aprobando una ley migratoria que tenga como prioridad los intereses de los Estados Unidos, Trump ha decidido actuar por sí mismo. Como el águila de esta historia, el presidente vuela alto, mira lejos, no hace caso al graznido de los buitres y no le teme a la soledad.
Dentro del contexto de la Ley de Emergencia de Poderes Económicos Internacionales de 1977, Trump decidió hace un par de semanas utilizar el procedimiento innovador de tarifas aduaneras para obligar al gobierno mexicano a poner fin a su complicidad en la inmigración ilegal. Amenazó con imponer una tarifa del 5 por ciento a los productos elaborados en México que son exportados a los Estados Unidos. Y lo peor, esas tarifas aumentarían todos los meses en proporción del 5 por ciento hasta llegar a un 25 por ciento en el mes de octubre. El comunista vociferante de López Obrador mantuvo un inesperado silencio y envió enseguida a Washington a su Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Ambos dijeron sentirse optimistas de que todo será solucionado en forma amistosa. Todo esto demuestra que cuando el águila americana se enfurece, el águila mexicana se somete.
Según el acuerdo al que llegaron Mike Pompeo y Marcelo Ebrard, el Presidente Trump suspendería por tiempo indefinido las tarifas sobre productos manufacturados en México. Por su parte, México se ha comprometido a desplegar su guardia nacional a través de todo el país con prioridad en su frontera sur para impedir la inmigración procedente de América Central. Los solicitantes de asilo que logren cruzar la frontera sur de los Estados Unidos serán enviados de regreso a México, donde deberán esperar el fallo sobre su solicitud de asilo. Para muchos, el acuerdo constituye una victoria para la política nacionalista del Presidente Trump. Por mi parte, miro con escepticismo y cautela las promesas de un comunista fanático para quien, estoy seguro, "el fin justifica los medios", incluyendo desde luego la mentira.
Los Estados Unidos, sin embargo, confrontan una verdadera emergencia nacional. Las cifras astronómicas de inmigrantes ilegales a través de la frontera sur en los últimos meses no pueden ser ignoradas. El Comisionado de la Protección de Aduanas y Fronteras, John Sanders, declaró que 144,000 inmigrantes ilegales entraron a los Estados Unidos por la frontera sur en el mes de mayo. Esta cifra representa el mayor número de inmigrantes ilegales mensuales en 13 años. A su vez, un informe de la prestigiosa organización Encuesta de la Comunidad Americana afirma que en los Estados Unidos residen 45 millones de inmigrantes. Esto se traduce en que 1 de cada 7 habitantes actuales de este país ha nacido en el extranjero.
A pesar de estas alucinantes estadísticas, numerosos republicanos en ambas cámaras del congreso se han opuesto a las tarifas decretadas por el presidente. Argumentan que México es el tercer socio comercial de los Estados Unidos. Que si bien es cierto que, en 2018, este país importó 371,000 millones de dólares en productos mexicanos, también es cierto que Estados Unidos exportó a México 299,000 millones.
La realidad detrás de este argumento es que estos legisladores no están defendiendo a México sino los intereses de sus respectivos estados. El republicano Presidente del Senado, Mitch McConnell, declaró con su enigmática mesura: "Estoy seguro que, entre los republicanos, no hay mucho apoyo para estas tarifas". Una vez más fueron proféticas las palabras del demócrata ex presidente de la Cámara de Representantes, Tip O'Neil, de que "toda política es local".
Ahora bien, los grandes responsables de esta debacle son los hipócritas y obstruccionistas del Partido Demócrata. Antes de oponerse al muro en la frontera sur estuvieron a favor de construirlo y financiarlo. La Ley de Cercas Seguras de 2006 fue aprobada con el voto de luminarias del partido como Hillary Clinton, Joe Biden y Chuck Shumer. Hasta el Mesías Barack Obama, senador entonces por el estado de Illinois, declaró: "Es indudable que el proyecto de ley que tenemos ante nosotros será beneficioso" Y agregó: "Ayudará a poner fin a la ola de inmigración ilegal en este país". Exactamente lo que lleva dos años diciendo Donald Trump.
¿Qué es lo que ha cambiando entre el 2006 y el 2019?, es la pregunta que todos debemos hacernos. Para quienes seguimos de cerca la política norteamericana la respuesta es muy fácil: Donald Trump es Presidente de los Estados Unidos. Más insultante todavía para los demócratas, Trump es el hombre que literalmente les arranco de sus garras una victoria que creían garantizada. Por ese motivo lo odiarán a perpetuidad y llegarán a cualquier extremo con tal de destruirlo. Incluso hacerle un daño irreparable a unos Estados Unidos que han jurado defender y proteger de sus enemigos nativos y foráneos.
Hace un año, en un artículo que titulé "Los demócratas no quieren DACA sino la guerra", escribí: "Carentes de argumentos para negar o contrarrestar los éxitos de la política del presidente, su único recurso sigue siendo el obstruccionismo, la intriga y la mentira". Lamentablemente, en eso andan también muchos republicanos. El presidente está solo pero, como el águila americana, estoy seguro de que seguirá volando alto y que no se dejará cortar las alas. De ahí que, parafraseando el refrán español, "es mejor gobernar solo que mal acompañado". Trump es uno de los pocos hombres que puede hacerlo realidad.
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