La “dictablanda” batistiana y la dictadura de Fidel y Raúl Castro, comparadas con los demonios de la naturaleza, es como comparar un cicloncito categoría 1 con un huracán categoría 5, que aún nos azota y destruye al país.
La primera pregunta que habría que hacerse para comentar estas dos dictaduras que han ocurrido en Cuba a partir de 1952, sería: ¿Fue Fidel Castro un hombre que respetó las leyes?
Luego basta analizar las efemérides de los años cincuenta del siglo pasado, para comprender cómo Fidel y Raúl se hicieron del poder a punta de pistola a lo largo de más de medio siglo.
Enero de 1952 se caracteriza porque comienza a funcionar en Cuba el Tribunal de Cuentas de la República, Fulgencio Batista participa en la Asamblea Nacional del Partido Acción Unitaria (PAU) y se abre el llamado “tercer frente” entre auténticos y ortodoxos.
Días antes de que el senador y expresidente se presentara en el Campamento de Columbia para dar un golpe de estado el 10 de marzo, La Habana estaba inmersa en acontecimientos gansteriles que pudieron haber influido en su ánimo: una bomba explota en la casa de los Gómez Mena, el yate del Senador Vicente Tejera es destruido por el fuego, es asesinado un exministro por pistoleros en una cafetería y se realizan atentados a varias personalidades y bufetes.
Unos días después del golpe militar de Batista, grupos de estudiantes universitarios revolucionarios se manifiestan en contra en las afueras de la Universidad de La Habana, algo que se repite en días posteriores. En un principio sólo gritaban “abajo el golpe” y “que viva nuestra Constitución”. Luego comenzaron a lanzar piedras hacia la Avenida San Lázaro y calle L del Vedado, gritando insultos contra Batista, hasta que por último se enfrentaron armados a la policía.
Como dato curioso, diremos que ese año la zafra azucarera sobrepasa los siete millones de toneladas y que en seis años había partido al exilio de Miami apenas 26 mil cubanos.
En la madrugada del 31 de diciembre de 1959, el dictador parte de Cuba definitivamente, consciente del clima de violencia que existía en el país, más la cifra de muertos.
Es importante destacar que en la prensa castrista y en los discursos de Fidel y Raúl, a lo largo de seis décadas, se ha repetido la cifra de los veinte mil muertos de Batista, creada y propagada por la Revista Bohemia en sus “Ediciones de la Libertad”, de enero de 1959. En aquella ocasión se divulgaron los nombres de las víctimas.
Analizados esos nombres, se descubre que entre esos 600 están los del Ataque al Cuartel Moncada, los asaltantes de Palacio, los del levantamiento del 5 de septiembre en Cienfuegos y otros.
Quedan fuera los centenares de muertos de la guerra que contabilizó el economista Armando M. Lago, donde murieron 646 revolucionarios y 595 batistianos, mientras que la lucha urbana cobró el doble de vidas que en La Sierra Maestra. El total de muertes fue de 2 mil 741 cubanos.
Recientemente, la reconocida periodista castrista, Rosa Miriam Elizalde, mencionó esa cifra, añadiendo que “la mayor parte eran víctimas escogidas al azar como escarmiento”, dando a entender la ineficacia de los organismos de investigación especializados en identificar a los terroristas.
Pero nunca ha escrito que, a partir de 1959, en los primeros días de enero, Raúl Castro fusila a más de cien hombres a través de juicios sumarios, cuando aún no se había legalizado la pena capital, ni modificado la Constitución para ratificar 500 condenas a muerte por fusilamiento. Tampoco que hasta el 23 de diciembre de 1959 las ejecuciones habían alcanzado la cifra de 553 y se había sentenciado a 30 años de prisión al Comandante Huber Matos, quien cumplió íntegramente su condena.
Cuba llegó a tener en sus cárceles 150 mil presos políticos y que el número de fusilados, según cifras conservadoras, es de seis mil. El resultado de la dictadura castrista no puede ser peor y la diferencia entre una dictadura y otra es abismal.
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