Por Sergio Ramos.
Un cuentapropista en La Habana.
El pueblo cubano se ha caracterizado por su espíritu emprendedor. Antes de la llegada del castrismo Cuba era uno de los países más prósperos de Latinoamérica. Así lo fue hasta que el castro-comunismo se apropiara ilegítimamente del poder, imponiéndole al pueblo un régimen totalitario de economía estatal centralizada que sigue el modelo de la extinta Unión Soviética.
A partir de entonces, el país se precipitó en caída hacia la miseria generalizada de todo un pueblo, al tiempo que muchos ciudadanos escapaban de las garras opresoras del régimen en busca de libertad en otras partes del mundo.
Los cubanos llegaban a otros países -y todavía seis décadas después siguen llegando- sin nada, solo con su voluntad de ser libres y tener una vida mejor. Una vez ubicados en cada uno de estos, se ha producido un hecho repetido y constante: los cubanos se levantaban económicamente a costa de voluntad, trabajo y empresarismo.
Así ocurrió en Miami, en Puerto Rico, en Nueva York, en Nueva Jersey y otros lugares de Estados Unidos, como también en otros países de Europa, como España, Alemania o Suecia; o en Latinoamérica, específicamente en Costa Rica, República Dominicana o en la otrora democrática Venezuela.
Del Miami de principios de la década del 60 a la importante ciudad cosmopolita de hoy día, hay un gran cambio. Esto es obra, en gran medida, de aquellos cubanos que de la nada aplicaron su espíritu emprendedor y laborioso. De igual modo ocurrió en Puerto Rico, lo cual me consta de propio y personal conocimiento: los cubanos que aquí llegamos con una mano adelante y otra atrás, a fuerza de iniciativa y trabajo duro en libertad, contribuimos grandemente al desarrollo y progreso de esta bella isla caribeña. Y así, se repiten estos hechos en muchas partes del mundo en donde se asentaron los exiliados cubanos.
Hoy día, en la misma Cuba, a pesar del férreo control del régimen castrista, hay algunos cubanos que, limitadamente, a escondidas de la dictadura, se las ingenian para conseguir o cultivar productos que venden a la población, a pesar del riesgo de ser encarcelados. Estos emprendedores satisfacen en alguna medida las necesidades básicas que la dictadura le niega al pueblo. Estos son los llamados cuentapropistas.
Ellos, al vender a escondidas los productos que escasean o cuya disponibilidad es restringida por la dictadura, alivian un poco a la población de las penurias y necesidades generadas por el nocivo control estatal de la distribución y venta de productos.
Ellos son una manifestación del espíritu emprendedor del cubano, lo cual, proyectándolo dentro de un anhelado escenario de libertad empresarial y economía de libre mercado, constituye la potencial génesis de un vigoroso comercio y un sostenible progreso y bienestar para el pueblo cubano, una vez sea alcanzada la libertad y la democracia en Cuba.
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