Por Pablo Molina.
El Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (Iryda) fue un invento de Franco, gracias al cual decenas de miles de familias hambrientas de la España rural obtuvieron una casa, tierras y los aperos necesarios para poder cultivarlas. Trescientos poblados se crearon en toda España, y millones de hectáreas yermas se convirtieron en regadíos gracias a los acueductos trazados simultáneamente para que estas familias pudieran cultivar la tierra con plenas garantías de rentabilidad. Muchos de estos pueblos cuentan hoy con varios miles de habitantes, descendientes de aquellos primeros colonos que el franquismo instaló en sus territorios de origen para que no fuera necesario emigrar.
Junto con este ambicioso plan para fijar la población rural se llevaron a cabo numerosas obras hidráulicas, gracias a las cuales se llevó agua a territorios donde la escasez hídrica (“la pertinaz sequía”, que decía Mariano Medina en el Telediario) hacía inevitable la emigración a las grandes ciudades o al extranjero para poder simplemente subsistir.
Gracias a este vasto plan de apoyo al mundo agrario, los obreros del Levante español tuvieron trabajo y ya no se vieron obligados a emigrar cada año al noreste del país en la temporada de la fruta de pepita y al sur de Francia para la vendimia, únicas fuentes de ingresos cuando se acababa el verano. Miles y miles de agricultores y sus familias se vieron beneficiados por estos planes de desarrollo del franquismo. Entre ellos, mi padre. Y, en consecuencia, yo.
Ahora que el Gobierno pretende exterminar todo recuerdo de la dictadura convendría saber qué van a hacer Sánchez e Iglesias con ese legado del franquismo. ¿Demolerán los poblados del Iryda, los embalses y los trasvases, o la dinamita es solo para la cruz de Cuelgamuros?
Como los dirigentes socialistas de ahora son hijos y nietos de familias que vivieron muy bien durante el franquismo, no saben lo que pasaba en la España pobre de los años 60. Tampoco parece que les importe, pero deben saber que, por más que traten de imponer la mentira por ley, hay todavía un par de generaciones, nacidas en esos pueblos de España, que conocen bien lo que pasó.
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