jueves, 26 de noviembre de 2020

Un fraude del tamaño del Capitolio.

Por Zoé Valdés.

Kamala Harris y Joe Biden.

Para aquellos que cada vez que se evoca el fraude electoral en Estados Unidos y sus recientes elecciones presidenciales (hablo en plural porque al parecer con Barack Obama también hubo lo suyo) se llevan las manos a la cabeza como mínimo, y como máximo insultan y replican con un: “¿tienes pruebas?”, usualmente respondo: ¿tienes pruebas de lo contrario? ¿Tienen ustedes pruebas de que no hubo fraude electoral a favor de Joe Biden. Entonces se quedan más mudos que Rebecca, la de Alfred Hitchcock, no la de ahora de Netflix.

Fraude ha habido y es mayor que el tamaño del Capitolio. Para que se entienda mejor, recomiendo los artículos de José María Arenzana en SevillaInfo, en forma de episodios, ahí el autor del magnífico ‘Ruanda. Cien días de fuego’  deja todo bien claro, como decimos los cubanos: “p’a comer y p’a llevar”.

Alguna prensa se pregunta todavía si el plan ya estaba pensado como un método de introducir el pavor entre los funcionarios electorales locales y estatales como una posible injerencia extranjera, distanciarlos así de empresas estadounidenses. Pero no: Dominion Voting Systems, que resultó ser contribuyente de la Fundación Clinton y vinculada a Nancy Pelosi trabajó directamente con las agencias DHS/CISA como asesor, en lo que parecía una garantía para que estas empresas de tecnología de votación “redujeran el riesgo de intervención extranjera”, y brindando la esperanza de que serían unas elecciones libres y justas, al estar cercanas de personas supuestamente leales a su país.

Por lo tanto, esta farsa dejó de serlo para ser real, y no fue solamente un hecho “portentoso” de injerencia extranjera como se ha querido vender desde algunas aristas del sistema y desde algunos medios de prensa. Indicarlo desvía la atención concreta sobre un plan latente desde el interior de Estados Unidos, que pudiera tener involucrados a demócratas y a republicanos, estos últimos traidores de su propio partido y de sus votantes por el mero hecho de no estar del lado del presidente. 

En 2019, la senadora Diane Feinstein presentó un proyecto de Ley en el Congreso, durante el mes de mayo, para fortalecer la Ley de Interferencia Electoral extranjera, pero esta Ley sólo se ocupó de la parte extranjera y obvió la interferencia nacional, pensando quizás que no podía de ninguna manera acontecer.

Resulta preocupante que las empresas estatales presentadas se dejaran abordar por Dominion Voting Systems, y que la magnitud de la compra, instalación y administración fueran dejadas al albur, ignorando así una amenaza tanto extranjera como interna, obviando la supervisión, certificación, auditoría, monitoreo y controles internos  que habrían sido los adecuados.

Algunos medios achacan a la pandemia del COVID-19 del PCCH que se descuidaran estos “detalles”. Llamar “detalles” a lo que claramente definiría las transparencia en unas elecciones constituye una falta de respeto a los votantes y una violación inadmisible de los derechos ciudadanos. 

¡Que esto suceda en Estados Unidos! Exclaman numerosas personas, bueno, ya lo escribí en una ocasión: en Estados Unidos asesinaron a un presidente, asesinaron al hermano de ese presidente, también candidato político, e hirieron de gravedad a otro presidente, sin contar los hechos electorales en la época de Nixon, mediante los cuales el presidente asesinado posteriormente, ganó gracias a la injerencia de una cierta “mafia”.

Lo que es una realidad es que no sólo el sistema de votación fraudulento provino de afuera, absolutamente todo se planificó con una banda de los de adentro, y es muy probable que la pandemia del Covid-19 fuese creada para desvirtuar el tradicional método de votación in situ usando el voto por correo, el distanciamiento social requerido a efectos de la plaga hizo el resto. Desestabilizar a Estados Unidos y al mundo ha sido el objetivo principal, y la pelea por impedirlo no ha terminado.

Entre tanto la China comunista va viento en popa, economía pomposa “que tú conoces”, enriqueciéndose minuto a minuto mediante la desgracia que ha provocado adrede en Occidente.

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