Si hay algo de poder y pasión que se puede adivinar en la demagogia gubernamental cubana, es su inclinación por imponer los valores naturales del país ante el desarrollo tecnológico de la humanidad.
El motivo puede ser la ineficacia y la mediocridad de sus cuadros y el estancamiento de la sociedad, pero lo real es que desde los más altos niveles de dirección, hay una predilección y un afán por hacerse los que seleccionan, como algo natural y necesario, el uso de una yunta de bueyes por encima de la función de un tractor.
En medio de una reunión celebrada con dirigentes del sector de la agricultura, el primero en hacer este tipo de llamado fue el segundo jefe máximo del país, José Ramón Machado Ventura. El hombre, sin que le temblara la voz o se despeinara un poco, convocó a los campesinos a trabajar con bueyes, parejas de caballos y de búfalos, con el argumento de que esa actividad “ha dado resultados positivos en otros países.”
De inmediato, Rafael Santiesteban, el presidente de los guajiros criollos, soltó una parrafada que debe suponer su total acuerdo con la utilización de bestias en vez de máquinas. Se está trabajando, dijo, para completar los insumos que necesita la tracción animal “una actividad priorizada que posibilita que la producción sea continua.”
En la Isla todo el mundo sabe a dónde van a parar esos planes y en qué circunstancias permanecen durante años, sin producir nada, las tierras baldías que se someten al rigor de los arados tirados por caballos, búfalos o simples yuntas de bueyes.
En ese tipo de citas, para debatir asuntos que son pura ciencia ficción, es donde único de verdad aparecen algunos ejemplares, para que los asistentes se repongan, después de los debates agudos acerca de la inutilidad de las máquinas frente al ímpetu de la fuerza de los animales.
Mientras se producen este tipo de reuniones para debatir banalidades, la vida cotidiana de los cubanos atraviesa por falta de productos básicos, como el café y los tomates y en los cuerpos de guardia de los hospitales escasean los sueros, las agujas, los guantes y hasta las camillas, según un reporte de la prensa independiente.
Los globos inflados para que la población crea que se están analizando problemas de verdad y se hable durante días en los medios oficiales, de sustituir una máquina por un búfalo, es el punto clave de un sistema que se sostiene por la mentira y el engaño y cuyos dirigentes, en pleno siglo XXI, sueñan con bueyes y caballos.
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