Si Rosa Marta y su hermana Julia, 78 y 82 años, el próximo mes de enero dejan de recibir los 300 dólares que mensualmente les envían sus hijos, no podrán pagarle a la enfermera que las cuida, ni a una señora que les cocina y limpia su espacioso apartamento del Vedado, en La Habana. Ni pagar cinco pesos convertibles a un vecino del barrio que todos los meses las lleva en su automóvil a la consulta de nefrología.
Si sus hijos deciden apoyar la campaña de cero remesas a Cuba en enero, que está siendo promovida en Miami por el youtuber Alex Otaola, a Rosa Marta y Julia, el mercado de Tercera y 70 en Miramar no les entregaría en su domicilio la factura mensual de pollo, carne de res, aceite y artículos de aseo. En el agromercado no podrían adquirir carne de cerdo, viandas, frutas y vegetales y tendrían que prescindir del pescado fresco que les consigue un vendedor ilegal.
Si no reciben los medicamentos que sus hijos les compran en una farmacia de Miami y a través de una agencia o una ‘mula’ mensualmente reciben en su casa, antes de que termine el año 2020, las dos hermanas, con padecimientos renales crónicos, pueden morir. “Si con esa campaña las cosas cambiaran en Cuba, mi hermana Julia y estamos dispuestas a no recibir un centavo más de nuestras familias, que no nos recarguen el celular y no nos manden medicinas. Si con la muerte de unos cuantos viejos como mi hermana y yo el país va a cambiar, manos a la obra. Ese Otaola parece que no sabe, o se hace el que no sabe, que un montón de cubanos vamos a pasar hambre y nuestra salud empeorará. Pero el gobierno seguirá ahí, intacto”, dice Rosa Marta.
En Miami, los medios independientes y las redes sociales han calentado el debate con la campaña Parón de Enero, lanzada por Alex Otaola, controvertido personaje que por un momento dejó de atacar a artistas y músicos de la Isla que viajan a la Florida, para inmiscuirse en un asunto económico y político, muy sensible y polémico como es el envío de dinero y cosas por parte de los cubanos residentes en Estados Unidos a sus familiares en Cuba.
La controversia entre los cubanos del exilio va de un extremo a otro. Aurelio, residente en Hialeah, por WhatsApp afirma “que llueva, truene o relampagueé, le seguiré girando dinero a mis dos hijos en Cuba, recargando sus móviles y enviándoles paquetes con medicinas, ropa y calzado”. Saray, por su parte, opina que “basta ya que la dictadura se siga aprovechando del sudor y el trabajo de los emigrados cubanos. No cuentan con nosotros para nada. No podemos votar ni cambiar la situación. Cero dólar pa’l régimen”, expresa a modo de consigna.
Otaola cree que si se cortan los viajes de cubanoamericanos a Cuba, no se recargan los móviles ni las cuentas de internet, no se gira dinero ni se envían paquetes con medicamentos, ropa y alimentos, el régimen se va a debilitar, cambiar o caerse. La propuesta en el diario independiente 14ymedio del emigrado Andrés Rodríguez-Ojea, parece más sensata: “¿No sería más efectivo si todos los cubanos en el exterior viajamos juntos a la Isla y nos sumamos a nuestros compatriotas de adentro y unidos todos exigimos pacíficamente esos cambios que tanto anhelamos?”.
Si damos crédito a cifras de 2012, las últimas disponibles, Cuba tiene alrededor de 11 millones de habitantes y se calcula que dos millones y medio residen fuera del territorio nacional. Aproximadamente un millón y medio vive en Estados Unidos y cerca de 120 mil en España. El resto, más de 800 mil cubanos, se encuentran diseminados por todo el planeta: desde Canadá y México hasta Australia y Nueva Zelanda, pasando por Europa, Asia, África, América del Sur, América Central y el Caribe. Puede que aquéllos que por Facebook y You Tube sigan el rifirrafe habitual en la comunidad cubana de Miami y algunos decidan sumarse a la campaña cero remesas. Serían los menos: en otras latitudes, sobre todo las más alejadas geográficamente, la situación de Cuba se analiza con más serenidad.
En el artículo Boicot a las remesas, sí o no, publicado en Diario de Cuba, hay comentarios a favor o en contra, como el de este lector que firmó con un seudónimo: «El parón de enero de Otaola se traduce en la historia como un pellizco de la misma vieja política caducada e inefectiva que viene usando el gobierno americano hacia Cuba por más de 60 años, donde el único que sufre las consecuencias es el cubano de a pie».
Precisamente cubanos de a pie consultados por Diario Las Américas y donde se incluyó a los que no reciben remesas, piensan que esa “campaña de Otaola no tiene sentido”. Diego, economista, saca cuentas: “Seis mil millones de dólares al año en dinero efectivo y materiales. Es decir casi 500 millones de dólares al mes. El régimen puede que se lo sienta. Pero ninguno de ellos va dejar de almorzar y comer ni de moverse en auto. Esa campaña le serviría de pie forzado para victimizarse aún más. Cuando se propague la hambruna, culparán al exilio de Miami. Se lavarán las manos como Poncio Pilatos. Y en tribunas internacionales dirán que están sometidos a una campaña fascista”.
Un segmento amplio de los que reciben remesas en Cuba se oponen al gobierno, aunque no de manera abierta. El miedo los supera. A Jesús, ingeniero, le “molesta esa guerra digital de baja de intensidad que pretende manipular a los cubanos, para que se tiren a la calle. El pueblo no es el enemigo. Si consideran que esto es una dictadura, algo que yo creo, que intervengan militarmente en Cuba o habiliten un ejército de drones armados con misiles y que se los disparen a los gobernantes. Es de hipócritas y cobardes no coger el toro por los cuernos. Si quieren guerra, háganla. Pero no pongan de escudo a los cubanos de a pie, quienes todos los días viven un drama diferente”.
Pascual, ex boxeador de 95 kg, recuerda que cuando tenía que pelear con Teófilo Stevenson (1952-2012), triple campeón olímpico, considerado el mejor peso completo del boxeo amateur, las piernas le temblaban. «El preparador me daba galletas y me gritaba que no fuera pendejo, que me fajara. Pero cuando le hacía caso y le presentaba pelea a Stevenson, me noqueaba. Un día me quité los guantes y le dije al entrenador ‘Sube tú que yo me voy pa’mi casa’. No puedes enfrentar a fuerzas que te superan. En Cuba nadie tiene vocación de mártir. Ahora es parecido. Otaola, ven pa’La Habana, a fajarte aquí”.
Según los expertos, el envío de remesas de dólares a la Isla se ha convertido en la segunda economía del país, detrás de la exportación de servicios médicos. Aunque el régimen no ofrece estadísticas, varios economistas aseguran que entre 3 mil y 3,600 millones de dólares anuales entran a Cuba por ese concepto. El mayor porcenaje de ese dinero lo recaudan empresas militares del emporio GAESA en su cadena de mercados, tiendas, centros recreativos y gasolineras.
En los últimos doce años, GAESA ha invertido alrededor de 19 mil millones de dólares en la construcción de hoteles de cinco estrellas. Y próximamente pretende invertir cientos de millones en campos de golf y apartamentos de lujo para turistas con alto poder adquisitivo. Gran parte de ese dinero lo recibe GAESA a través de las remesas.
¿Cómo impedir que el régimen siga obteniendo miles de millones dólares y otras divisas que luego no invierten en la población? Existen dos opciones: o no girarle dinero a las familias en Cuba o una intervención militar.
El gobierno de Estados Unidos ha declarado que no está entre sus planes una guerra contra la autocracia castrista. Sus métodos para enfrentarla se limitan a las sanciones económicas.
Alex Otaola ha optafo por una vuelta de tuerca más profunda. Asfixiar a los parientes pobres en Cuba para que la dictadura no recaude ni un solo dólar. Desde Miami, por You Tube, es muy fácil hacer la guerra.
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