El ataque de las masas -supuestamente bien intencionadas- a las infraestructuras de Ecuador, Chile y Colombia (hasta ahora) todos sabemos que se originaron en planes estructurados en los laboratorios Castro-Chavistas de la Habana y Caracas. Estos certeros y destructivos ataques “populares”, tienen también justificativas más o menos reales en problemas que estos países presentan y/o fueron iniciados como una reacción premeditada a medidas impopulares.
Dicho lo anterior, personalmente creo que la situación actual por la que atraviesa Latinoamérica debe ser vista como un todo. Una óptica global sería ver estos desmanes generalizados como una revancha del Castro-Chavismo a la situación crítica que atravesó la Venezuela de Maduro a inicios de este ano, acosada por manifestaciones populares y la proclamación de Juan Guairó como Presidente Encargado, cuestionando la dudosa legitimidad de Maduro al frente del Ejecutivo. Entonces la cabeza de Maduro no valía un céntimo, pero no se consiguió derrotar.
Latinoamérica, representada por el Grupo de Lima, se opuso entonces a una intervención militar -que era lo que la situación demandaba- para cerrar la partida contra en Venezuela. A inicios de este ano, los ministros de defensa de Colombia y Brasil, que tienen frontera con Venezuela, fueron convocados a Washington. No es difícil imaginar que fue para coordinar las acciones bélicas. Recuerdo que el flamante presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se había manifestado partidario de esta solución, pero el presidente Duque abortó el intento y ahora paga con una guerra asimétrica en su país, mientras Venezuela observa complacida.
La experiencia histórica nos señala que cada vez que se toma una decisión equivocada en el campo bélico (es el actual campo Latinoamericano) las consecuencias se pagan muy caras. Colombia (y el grupo de Lima) no querían guerra (contra la Venezuela chavista) por circunstancias humanitarias, pero resulta que es ahora Venezuela quien le ha llevado la tan temida guerra a sus propios espacios, de manera irregular y asimétrica, pero dolorosa y cruel.
El Castro-Chavismo tiene a Brasil en la mira para la continuación de su guerra asimétrica dentro del Gigante Sudamericano, pero ya Bolsonaro ha tomado medidas preventivas. Todo pudiera haberse evitado si a inicios de año, aquella guerra contra el chavismo, el Grupo de Lima (que ahora sufre las costosas consecuencias de su indecisión, o su mala decisión) lo hubiera cortado por lo sano, liberando además al sufrido pueblo venezolano. Ahora hay guerra dentro de la Latinoamérica democrática, los venezolanos continúan oprimidos y el Castro-Chavismo vivo.
Las circunstancias que se dieron a inicios de año en Latinoamérica ya no son las mismas. Brasil, que en aquel entonces hubiera entrado en la confrontación, ya no piensa igual y aunque la Colombia agredida sea ahora más proclive a la solución bélica contra su vecino venezolano, en EUA hay un ambiente electoral que pudiera no ayudar en este sentido. Oportunidad perdida.
Las lecciones de la Segunda Guerra Mundial son determinantes. A inicios de la misma, los futuros aliados contra el fascismo, todos, para evitar la guerra, permitieron con su debilidad que Hitler tuviera manos libres para actuar, como ahora le permitimos a Castro y a Maduro. Los errores se pagan caro; es duro reconocer que los desmanes actuales hubieran podido evitarse.
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