Por Adolfo Mena.
El prurito de liquidar a Castro llevó a la CIA a enredarse hasta con la mafia. LA KGB aprovechó entonces para que el Servicio A (Desinformación y acciones encubiertas) de la Primera Dirección (Inteligencia) falsificara documentos de la propia CIA, el Departamento de Estado y otras agencias estadounidenses sobre planes de atentado contra jefes de Estado, que llegarían a sus manos de algún modo y provocarían reacciones tales como Sekou Toure vociferando: "¡Estos imperialistas asquerosos!", para enseguida expulsar a los agentes (reales e imaginarios) de la CIA en Conakry (Guinea) y agradecer a los "camaradas soviéticos". Lo mismo hizo la KGB con los mandatarios afines Ahmed Ben Bella (1963), Kwame Nkrumah (1964) y Modibo Keita (1964), pero aun con el dictador militar de Nigeria, general Yakubu Gowon (1973), y el rey Hassan II de Marruecos (1975). Ni qué decir de la contracandela que pudieron darle a China en África: los gobernantes de Burundi, República Centroafricana, Dahomey (Benin), Túnez y Senegal fueron azuzados por "medidas activas" de la KGB y acabaron expulsando a su turno a los diplomáticos chinos (1965-68). Esas "medidas activas" contaban con el respaldo de la Octava Dirección de la KGB (Comunicaciones y Criptografía), que logró descifrar los códigos de transmisión secreta de 72 Estados. Y en este sentido, la Dirección General de Inteligencia (DGI) castrista contribuyó pasándole a la KGB una foto de la máquina de cifrado de la embajada de Brasil en Angola.
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