Por Martha Beatriz Roque Cabello.
Son muchos los que opinan que el país nunca se recuperó del período especial de los años noventa. El régimen nunca se tomó la molestia de anunciar cuándo había concluido. Al final, es público y notorio que el crecimiento económico está frenado desde hace años.
Durante el período especial se tomaron medidas que no cambiaron el corazón de la economía; paliativos del momento. Una de las más criticadas fue la apertura de tiendas de divisas para que el pueblo pudiera gastar las remesas que le mandaban del exterior; sin embargo, no se ha permitido en ningún momento que los que reciben estos dineros puedan invertir en el país. Desde el punto de vista político, queda prohibido a los cubanos crear capital. Las pocas oportunidades que hay, vinculadas a los cuentapropistas, son desalentadas con altos impuestos, multas, cancelación de licencias y tope en los precios de algunos productos.
El denominado período especial en tiempo de paz fue una circunlocución de Fidel Castro para calificar la crisis que comenzó con la caída de la Unión Soviética, acontecimiento devastador para nuestro país debido a la gran dependencia económica. La mayor parte de esa relación se alimentaba con subsidios de precios a los productos de exportación de la isla.
Ahora, la situación “coyuntural” que puede convertirse en el segundo período especial está vinculada a la posible desaparición del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, al que también se aferra la dictadura, en lo que a petróleo se refiere. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que en las altas esferas hay temor por lo que puede pasar si cae el régimen venezolano.
La generación actual no tiene la menor idea de lo que sufrió el cubano durante la década de los noventa con la falta de productos de la agricultura, el transporte y la energía. El peor año –en mi opinión- fue 1993, aunque ya se arrastraban dos años con el problema. Uno de los impactos más severos fue en la agricultura, que, al haberse alcanzado un determinado nivel de mecanización, dependía de los combustibles, lo que hizo que su producción cayera de forma drástica.
Tampoco pueden recordar los más jóvenes, y quizás ni lo sepan, que en el anterior período especial se cazaban gatos para comerlos, porque era una de las pocas carnes que se podía encontrar. Los bistecs de toronja, el picadillo de cáscara de plátanos, fueron platos que cubrieron en muchas ocasiones las mesas de los cubanos, sin contar el agua con azúcar que pululaba durante todo el día.
Todo lo anterior fue una muestra de la grave situación en que la dictadura tenía sometido al pueblo y trajo como consecuencia un gran dramatismo familiar y la gente solo pensaba en emigrar, miles y miles de cubanos se lanzaban al agua en balsas rústicas y muchos de ellos perdieron la vida en esa travesía.
En 1994 se vivió un estallido social sin precedentes. Llegó de manera espontánea, del propio pueblo, sin ningún liderazgo de los opositores: fue el llamado “Maleconazo”, que vino acompañado la salida del país de más de 120 mil cubanos, en su mayoría enviados a campamentos de refugiados en la Base Naval de Guantánamo y en Panamá.
Ahora es bien distinto, la política del gobierno de Estados Unidos de América ha cambiado y por consiguiente no hay salida por mar y mucho menos una ola de personas emigrando. Hay que buscar otras soluciones para que escape la presión de la olla.
Si en el período especial fue un problema la neuritis óptica -que afectó a más de 50 mil personas y que se llevó por delante al entonces viceministro de Salud Pública (encargado de Higiene y Epidemiología) Héctor Terry por explicar en público que era una condición que causaba ceguera temporal y que se vinculó a la falta de ingestión de nutrientes, en particular de complejo vitamínico B- en estos momentos hay brotes de dengue en varias provincias de la isla, algunos sin controlar; y también está el caracol africano, que ha cobrado unas cuantas víctimas.
La escasez de diferentes productos alimenticios y de aseo es una realidad desde hace meses en Cuba. Hay poco que comprar, incluyendo lo que se puede adquirir con moneda convertible (CUC).
Es tan grave la situación que, por ejemplo, en la visita que realizara Díaz-Canel a Pinar del Río, se informó que se había incrementado el uso de la tracción animal para trasladar pasajeros y cargas en actividades como el transporte de pan y la recogida de basura. También se utiliza para cocinar carbón vegetal, la leña y el serrín, ya bien sea en unidades gastronómicas, como en pequeñas industrias.
La dictadura sabe que el apagón es la manera menos eficiente de enfrentar la crisis energética, ya que afecta de forma psicológica al pueblo. Es por eso que, en la medida de las posibilidades, se ha evitado. Si las personas se enervan por la falta de electricidad, acompañada del calor que está haciendo, podrían salir a protestar a la calle.
No se sabe hasta qué punto se puede debilitar la dirección del país con todos estos problemas. No importa que quieran minimizarlos: están ahí y van a seguir estando por algún tiempo.
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