Por sin EVAsión.
A medida que declina el año y se acerca el 2010 se incrementa la incertidumbre popular en torno a un tópico que viene ocupando el centro de preocupación de aquellos cubanos cuyas economías resultan más vulnerables a los acomodos oficiales -hay quienes prefieren llamarles "reformas"- para tratar de paliar la crisis: la posible pronta desaparición de la cartilla de racionamiento.
Noviembre debutó golpeando la "canasta básica" de la dotación con la "liberación" de dos grandes protagonistas que por décadas han aliviado el hambre general: la papa y los chícharos, ahora a precios muy por encima de los llamados subsidios del siempre paternal Estado. Si cuando estos productos estaban normados por la cartilla el precio de la papa era de 40 centavos y el de los chícharos de 30 centavos (por libra, en ambos casos), ahora se incrementaron a 1 y 3,50 pesos, respectivamente, por igual peso. La voz popular vaticina la gradual supresión de otros productos "encartillados" con el consecuente incremento de precios, como el imprescindible café y esos otros héroes populares, los huevos. Se especula que para el cercano año 2010 se eliminará por completo la cartilla de racionamiento -que aquí los más ingenuos prefieren llamar "libreta de abastecimientos"- y la elevación de los precios acentuará la inutilidad de los ingresos por concepto de salario y, por tanto, la obsolescencia y nulidad del trabajo asalariado estatal.
Otras disposiciones y rubros han venido afectando sensiblemente los magros bolsillos de la mayoría de los cubanos, como la supresión de los comedores obreros, que afecta directamente a los más humildes, quienes consumiendo por un precio módico el almuerzo del trabajo ahorraban los escasos víveres de la canasta familiar; e indirectamente a aquellos cuyas posibilidades de llevar su propio almuerzo desde el hogar también disminuyen ante la nueva avalancha alcista de los alimentos. Por otra parte, algunos especulan que la "liberación" de productos como la papa, el único del agro cuya producción y comercialización ha sido exclusivamente estatal, podría suponer una simultánea liberación del compromiso de producción por parte del Estado y una futura carencia del tubérculo en los mercados, acompañada de una nueva escalada en los precios: el círculo vicioso de la pobreza administrada desde el poder.
Es así que la eventual eliminación de la cartilla resulta, en definitiva, otro reflejo de lo absurdo de la economía cubana. Más allá de no ser un invento de este sistema, sino un recurso provisional creado en otros países para enfrentar economías de guerra y que fue suprimida tan pronto esos países remontaron las crisis en un período de tiempo relativamente corto; el caso de la cartilla cubana es todo lo contrario: lejos de tener carácter provisional, se ha mantenido por más de 47 años y su desaparición, en lugar de ser efecto de un despegue económico, significaría que ya la crisis es tan profunda y la infraestructura está tan arrasada que el Estado en bancarrota es incapaz de garantizar a la población siquiera los mínimos indispensables para la supervivencia. Cuba se ahoga en un océano de deudas al exterior y en una creciente y alarmante crisis económica y social al interior de la Isla, mientras el gobierno, que no ha declarado oficialmente el término definitivo de los llamados "subsidios", tantea astutamente la capacidad de aguante de este pueblo, tal vez temeroso de que -como la cartilla- tanta mansedumbre pudiera no ser eterna.
0 comments:
Publicar un comentario