Por Jorge Olivera Castillo.
No hay manera de adecentar la sociedad cubana. Los códigos que rigen la conducta de la mayoría de la población están tan torcidos como las mentes de los diseñadores de una revolución que ha sedimentado, en cuatro generaciones, las malas costumbres y el abandono de los más elementales preceptos éticos y morales.
El fenómeno tiene su génesis en la proyección y conservación de un discurso político que usurpó la individualidad, vistió de gala a la ortodoxia ideológica, le puso zapatos de plomo a la eficiencia y a golpe de terror partió la moralidad en varios pedazos. De todas esas podredumbres es que surge el pillo, el malversador, el vago habitual y otros personajes que viven, con cierta holgura, bajo el sayón del socialismo.
Ninguna institución se salva de esa plaga que crece proporcionalmente al descontrol y las indisciplinas existentes en todo el país.
Jefes y subordinados hacen pactos para camuflar el delito. Alteran precios, ajustan a su favor los instrumentos para el pesaje, niegan las existencias de algún producto con el fin de que el cliente pague por la izquierda por la solución del problema.
Recientemente el periódico Granma publicó un artículo sobre las irregularidades halladas tras un breve periplo por varios centros comerciales que operan en pesos convertibles.
Como era de esperarse aparecieron múltiples violaciones respecto a la arbitraria modificación de los precios.
De esas sumas birladas a los consumidores es que se nutre parte de la economía de gerentes y empleados. También con las ganancias sobornan a inspectores y consiguen acceder a sitios prohibitivos para el ciudadano que no ha tenido la suerte de progresar en el escalafón del mercado subterráneo.
Pese a un discreto crecimiento en la cobertura mediática de estos percances, no es posible ver ni la sombra de la solución.
Hay que tener en cuenta que este proceder ha logrado masificarse al igual que el voto unánime en torno a las propuestas del partido o las marchas convocadas por alguna de las entidades afines al gobierno.
Para colmo, los mayores pillos, los más eficientes, suelen ser desmovilizados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT).
Para entrar en el selecto círculo de las gerencias, administración de empresas u otras responsabilidades de relieve, que brindan la posibilidad de obtener mejores resultados en la aplicación de la estafa y el fraude, también sirve la militancia en el partido o la juventud comunista. El amiguismo y el nepotismo se añaden a las vías para ponerse detrás de mostrador o de un buró desde donde empezar a desbancar los bienes del estado y a exprimir los bolsillos de los clientes.
Con el refrigerador roto, estoy a merced de esa fauna. Esperar por el especialista que cumpla con su labor en tiempo y forma, es soñar con lo imposible.
La trama para la extorsión ya comenzó. Y si me hago el legalista se me siguen pudriendo los alimentos.
Dicen que en el taller no hay de nada. Sin embargo, un amigo con un problema similar resolvió su situación en pocas horas. Asegura que desde el primer momento fue al grano. “Esto es así, que le vamos a hacer. Ponte las pilas o alquílale la paciencia a un chino”, me dijo alentándome a imitar su proceder. Entre la escasez crónica, la desidia, el descontrol y las indisciplinas los pillos nacen y se multiplican. Los referidos hábitats tienen el sello de garantía bajo la soberanía del socialismo. Habrá que seguir soportando a esa plaga por tiempo indefinido.
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