sábado, 7 de noviembre de 2009

Izquiernet para todos.

Por Orlando Luis Pardo.

Por sólo seis dólares la hora, incluso siendo cubano, puedes asistir al milagro turístico de la internet.

World Wide Web o National Narrow Net: la diferencia de siglas no importa tanto.

Allí donde no existe el sistema wireless de conexión, encontrarás disponible una enorme máquina del hotel: en apariencia, un turbogenerador Giga RAM; pero en la práctica es apenas una computadora amputada para recordarle al usuario quién manda a quién.

Inventario de atrocidades, además de la cara de la señorita que te reconoce enseguida como compatriota tramposo (y con razón, mírame aquí redactando esta ridiculez):
  • Sin sonido. No hay bocinas, lo que es comprensible para evitar una bachata en pleno lobby. Pero cuando introduces un plug de audífonos, te explicarán gentilmente (si preguntas) que el audio ha sido enmudecido por los especialistas de red. Así que nada de disfrutar música ni videos, please.
  • La tecla derecha del mouse ha sido desactivada por una misteriosa resolución ministerial. También todo intento de Nueva Ventana de navegación ha sido clausurado. Así, con cada link que sigas te perderás en un laberinto muy distante de la página principal: y el tiempo que pierdes de vuelta al Home no te lo indemniza el webmaster (webmonster).
  • No hay manera de cargar un Explorer o al menos un MS-DOS donde ejecutar ficheros de tu memoria flash. De (mala) suerte que nada de softwares portátiles, amigo: las passwords hay que teclearlas sobre el teclado estatal, acaso para su posterior monitoreo y almacenaje en la base de datos central. No hay cómo acceder a un History o algo por el estilo para borrar las huellas del delito digital.
  • Tampoco puedes adjuntar nada desde el puerto USB. Los correos se escriben in situ y punto final, que no se trata aquí de un sistema DHL.
  • Como casi lo único que funciona es salvar la página (tardan medio siglo o no se descargan bien), lo más prudente es guardarlas como “Sólo Texto”. De todas formas, las imágenes no se pueden copiar solas por la tecla muerta del mouse (supongo que esta sea la verdadera internet html).
  • Sería descortés insinuar que vas a sacar el cablecito de esa máquina traga-tarjetas para conectarlo directamente a una laptop personal. El custodio no te deja ni a abrocharte los zapatos a escasos centímetros del chasis de la computadora (computarroba, comput@).
  • Y, para rematar: cada tres clicks, uno te devolverá la ventana de advertencia de Sitio No Permitido por el servidor (a menos que estés visitando los órganos de prensa de cada provincia de nuestra nación).
Dicen que esta interfase fue desarrollada triunfalmente en Ciego de Ávila, y que hay hasta un artículo en el Herald que detalla mucho más toda esta parafernalia mitad enfermiza y mitad infantil.

Lo siento. Yo no puedo añadir nada más. Me aburrí. O me ofendí. O al menos me ofusqué.

Miré alrededor y toda la turistada sonreía tecleando en la santa paz del ciberespacio. El único energúmeno protestón era yo: un ID idiota en el aulita disciplinada de la Europa Euroja.

Me fui a los quince minutos, donando la tarjeta de seis dólares para el próximo cliente de la izquierda internacional: compañeros complacidos de cooperar con nuestra economía a cambio de una imitación de internet (“tratándose de una Cuba bloqueada, pues no está nada mal”, supongo sea el slogan).

P.D.: Para no hablar de las cámaras de circuito cerrado, dispuestas sobre tu hombro para plagiar hasta el último píxel de tu pantallón de no sé cuántas por no sé cuántas pulgadas.
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