El pasado jueves 22 de octubre los estudiantes becados del Instituto Superior de Arte (ISA), cuando se encontraban en el comedor, comprendieron que lentamente morían de hambre: un ínfimo picadillo de proteína vegetal, cuatro cucharadas de arroz, y un innovado potaje de una sobra de sopa y chícharos de días anteriores (todo mezclado, como dijera el poeta Nicolás Guillén, y que otro interpretara mal, en este caso el cocinero de la escuela), les hizo decidir a los alumnos, en principio, protestar artísticamente, y sobre las mesas, con cucharas y vasos, improvisaron una conga de “está bueno ya”, “se acabó el abuso” (igual que dijera en días anteriores el talentoso J. Formell en el famoso concierto por la “paz”). La adrenalina, el voraz apetito y las ganas de hacer arte, pero no debilitado como sus cuerpos, comenzaron a subir el tono, y como siempre sucede (Praga 1968, Plaza de Tlatelolco, México 1968, Plaza Tiananmen 1989), una pequeña ola de jóvenes, se fue convirtiendo en tsunami. Ahora, en plena Cuba Socialista, las voces se sumaron, y el gran coro retumbó dentro de las paredes, y salieron a recorrer los pasillos de la escuela.
El Rector, pidió conversar con los sublevados en el teatro. Después que los jóvenes debatieran si aceptaban o no, optaron por conversar. El Rector, luego de escuchar a sus educandos la pésima vida a la que sobrevivían “por el amor al arte”, explicó que no estaba a su alcance resolver las mejoras, y se justificó con el bloqueo, y la crisis económica mundial, y todo lo que encontró que le sirviera de comodín para escapar ileso de aquel motín y lograr detenerlo. Al final, como último recurso, advirtió que después podían pesarles sus posturas y acciones. Demandaba que no se excedieran.
Los discípulos insatisfechos por las justificaciones del Rector, y conociendo la asonada en la universidad de Santiago de Cuba en aquel, casualmente otoño, octubre del 2006, en la que luego de asegurarles que las cosas cambiarían, expulsaron a la mayoría de los que protestaron; para que no sucediera lo mismo, los alumnos del ISA, decidieron convocar a una revuelta para el día siguiente. Alrededor de 130 educandos (10 % de la matrícula general, y el 50 % de los becados, que son los más afectados). Su insatisfacción la expresaron a través del arte en la explanada de la escuela: disfraces, cantos, dibujos, poesía, teatro.
Los jóvenes dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y los de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), hicieron esfuerzos por detenerlos.
A partir de entonces se sabe de la visita a la escuela de dirigentes políticos, y los que llegaron en algunas motos chinas con pelado militar.
En los tres primeros días pusieron luces en los pasillos de la escuela. Mejoraron el almuerzo, aunque no así la comida. Y esperan. Se mantienen atentos a cada movimiento de la Dirección de la escuela. Esos jóvenes artistas ahora están preocupados de que haya represalia.
Pero de algo sí están seguros, me dijeron, si afectan a uno de nosotros, nos plantamos en huelga de hambre. Mientras se espera, continúa la larga marcha.
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