Por Iván García.
Nunca la vida o muerte de un hombre ha despertado disímiles expectativas. Fidel Castro, quien este 13 de agosto cumple 87 años, lo han dado por difunto tantas veces que cuando la muerte pase a recogerlo no pocos creerán que es una broma.
Castro, conocedor de las innumerables ocasiones en que ha burlado la muerte, ha tejido a su alrededor una leyenda. Después que en 1953 asaltara un cuartel militar en Santiago de Cuba, varios diarios de la época publicaron la noticia de su fallecimiento.
La aventura militar al intentar tomar una fortaleza del ejército con una tropa de inexpertos soldados amateurs armados con fusiles de cazar torcazas, por supuesto acabó en un sonado fracaso.
La mayoría de los jóvenes asaltantes terminaron muertos en combate o asesinados por fuerzas represivas del régimen de Fulgencio Batista. Por esos días, la vida de Fidel Castro se cotizaba a la baja.
Pero el joven abogado de 26 años, nacido en una finca en la región holguinera de Birán a más de 800 kilómetros al este de La Habana, se la agenció para no acabar ejecutado con un tiro en la cabeza gracias al teniente Sarría, un oficial del ejército republicano que le salvó la vida.
Luego en prisión, cuenta la historiografía oficial, intentaron envenenarlo. Cuando el 2 de diciembre de 1956 desembarcó con un batallón de 82 hombres por la playa Las Coloradas, una zona agreste infestada de pantanos, la aviación batistiana que con antelación conocía el lugar del desembarco, hizo una práctica de tiro al blanco contra los azorados guerrilleros.
Todos daban a Fidel Castro por muerto. Estaban tan seguros de su deceso, que las tropas finiquitaron definitivamente sus acciones contra la guerrilla. Otra vez el ‘subversivo’ había evadido la muerte.
Ya se sabe la historia. Se reagrupó con los sobrevivientes de su grupo y con la ayuda de campesinos, ineficacia del ejército y colectas de dinero y armas de partidos políticos opuestos a Batista, logró tomar el poder en enero de 1959.
Dos años antes, en plena Sierra Maestra, de puro milagro escapó. Un confidente del ejército, que dormía a 5 metros de su hamaca, era su hombre de confianza. Pero le faltó agallas para degollarlo, como estaba previsto. El ‘traidor’ fue atrapado por los guerrilleros y pasado por las armas
Ya en el poder, salió ileso a varios atentados concebidos por antiguos colegas de trinchera, una amante alemana, la CIA o exiliados anticastristas. Él lo exagera. Dice que los servicios especiales de Estados Unidos pretendieron asesinarlo más de 600 veces.
Castro y los medios oficiales todo lo agrandan. Desde las estadísticas de producción a los atentados contra su vida. Lo que sí está documentado es que al menos en doce ocasiones, la CIA y grupos opositores planificaron matarlo.
En una visita a Chile en 1973 un comando anticastrista estuvo a punto de ejecutarlo. Una pistola acoplada a una cámara de televisión le apuntaba a la cabeza. Por no tener una vía segura de escape, los organizadores decidieron abortar el atentado.
El lunes 31 de julio de 2006 cuando Carlos Valenciaga, su secretario personal, anunció que debido a graves problemas de salud, Fidel delegaba el poder en su hermano Raúl, el gobierno comenzó a preparar sus pompas fúnebres y en un macizo montañoso de la Sierra Maestra con urgencia edificaron un monumental nicho fúnebre.
A partir de esa fecha, la prensa internacional tenía reseñas biográficas suyas en la parrilla de salida. Un reportero extranjero me contó que su agencia lo había enviado a La Habana solo para informar el día de la muerte del jefe de la revolución.
Mientras, le pedían que mantuviera un perfil informativo bajo a la espera de la gran noticia. Ya se perdió la cuenta de las veces que lo han ‘matado’ en la Florida.
Siete años después que Fidel Castro se jubilara por motivos de salud, los cubanos de a pie apenas hablan del ex mandatario. En la calle no se toman muy en serio lo que dice o escribe. Es como un abuelo con demencia senil que en sus raptos de lucidez le gusta narrar fábulas sobre las epopeyas vividas.
Después que estuvo en ‘la antesala de la muerte’, según confesara a un periodista del diario mexicano La Jornada, se ha dedicado a profetizar el fin del mundo tras una guerra nuclear, alertar al planeta sobre una supuesta conspiración del Club Bilderberg o investigar sobre la moringa, una planta que, en su opinión, ‘salvará al Tercer Mundo morir de hambre’.
Todavía en las mesas redondas y noticieros de televisión en tono serio se lee cualquier disparatada reflexión del Comandante en Jefe. A día de hoy, más que nunca, en los medios estatales se percibe un culto a su personalidad.
En conmemoración de su onomástico se prevén cantatas, maratones deportivos y lanzamientos de libros. Aunque debido al ajetreo cotidiano de penurias sin resolver, un segmento amplio de la ciudadanía no evoca con agrado a su otrora máximo líder.
Lo culpan del atraso, la escasez y la precariedad que vive hoy el país. Lo ven como un barco lejano en el horizonte. Ya pocos se preguntan cómo será el día después de su muerte.
Y es que el rumbo tomado por el General hace pensar que el legado de su hermano perdurará tras su desaparición física. Las predicciones sobre el futuro de Cuba son poco halagüeñas.
El añorado cambio democrático, en un momento que el mundo desarrollado anda enredado en una crisis financiera y política sin salida aparente, no parece probable para muchos en la isla
En el panorama lo que se distingue es más castrismo. Sin Fidel Castro.
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