Por Isbel Díaz Torres.
El pasado mes de junio la Oficina Nacional de Estadística e Información publicó su informe “Salario Medio en Cifras, Cuba 2012”, donde se revela que el salario medio de los cubanos es de 466,00 pesos (CUP) mensuales.
Esa cifra equivale a cerca de 20 CUC (22 USD), que a fin de cuentas es la moneda que tiene real poder adquisitivo en la isla, aunque a los trabajadores no se les pague con ella.
El informe en cuestión ofrece dos estadísticos. El primero refiere el salario medio mensual por provincias, donde Ciego de Ávila ostenta una media de 515.00 pesos, siendo la de mayor salario, mientras que Santiago de Cuba está en el último lugar de la lista, con 433.00 CUP.
El segundo estadístico es bastante más interesante, y refleja la distribución del salario medio mensual por “clase de actividad económica”, y los resultados presentados fueron:
Agricultura, caza, silvicultura y pesca ($513), Explotación de minas y canteras ($566), Industrias manufactureras $(466), Electricidad, gas y agua ($522), Construcción ($580), Comercio, restaurantes y hoteles ($376), Transporte, almacenamiento y comunicaciones ($460), Establecimientos financieros, seguros, bienes inmuebles y servicios a empresas ($432), Servicios comunales, sociales y personales ($425).
En este acápite sale ganando el área de la Construcción, mientras que Comercio, restaurantes y hoteles, queda a la saga.
Según expresan las “definiciones metodológicas” del informe, en el segundo indicador no se consideran los ingresos percibidos por distribución de utilidades, ni otros pagos en efectivo y entregas en especie a los trabajadores.
Tampoco incluye los ingresos en pesos convertibles, provenientes de la aplicación de los pagos y estimulaciones por los resultados del trabajo; los cuales, de considerarse, contribuirían a aumentar ostensiblemente la media en la clase de Comercio, restaurantes y hoteles, por ejemplo.
El arbitrario y absurdo diseño de tales “clases”, divorciado de la realidad cubana, forma parte de las estrategias estatales de enmascaramiento, para no revelar información útil y contrastada.
Útil hubiera sido saber las diferencias de salario entre sectores como las empresas estatales, las privadas extranjeras radicadas en Cuba con trabajadores y directivos cubanos, las cooperativas, y el sector cuentapropista.
También hubiera sido interesante si reflejara las diferencias entre el sector poblacional considerado “cuadros, dirigentes y funcionarios”, y el resto de los trabajadores sin cargos administrativos o políticos.
Por demás, el estadístico “media” es engañoso en otro sentido. Por ejemplo, si se tienen a nueve personas ganando $200, y solo una persona ganando $3000, la media sería de $480, una cifra aceptable, pero que esconde una significativa desigualdad.
El estadístico realmente útil, en vez de la “media”, hubiera sido la “mediana”, que representa el valor de la variable de posición central en un conjunto de datos ordenados, dicho de otro modo: la cifra alrededor de la cual se agrupa la mayor cantidad de valores.
De tal modo, en el ejemplo anterior, la mediana sería justamente $200, lo cual brindaría una información útil, si deseamos conocer el estado del ingreso de los cubanos en cuanto a salario.
Un informático que trabaja en una dependencia de Cultura de un gobierno municipal, con un salario mensual de 345 pesos, debería ubicarse en la clase Servicios comunales, sociales y personales, pero ¿quiénes más estarán ahí? ¿Los artistas que cobran 35 mil pesos por un concierto?
En otros entornos, como la Salud, pasa lo mismo. Un centro de trabajo estatal, ubicado en la capital cubana, y cuyo nombre no revelaré, posee un poco más del 80 por ciento de sus trabajadores con un salario por debajo de la media; mientras que el salario del directivo que más gana, es 3,3 veces mayor que el del trabajador que menos percibe.
Es común que los cargos burocráticos, no productivos, sean los de mayor salario en las empresas estatales. Tal es la histórica deformación del sistema cubano, y en eso no se diferencian de cualquier empresa capitalista a nivel global.
Por su parte, al sector de la ciencia (Polo Científico) le han anunciado recientemente un aumento sustancial del salario ($3 mil como promedio), como consecuencia de los cambios estructurales que se realizan en las instituciones estatales convertidas en “grupos empresariales”.
Si el salario medio cubano es de $466 en 2012, es muy probable que existan algunas personas ganando muchísimo dinero, mientras la mayoría devenga míseros salarios, que hasta el mismo presidente Raúl Castro, reconoció hace algunos años que no alcanzan para la reproducción cotidiana de la vida.
Por su parte, el vicepresidente Marino Murillo anunció no hace mucho ante el parlamento que el próximo año se eliminarán las barreras administrativas al pago de los salarios, siempre que la empresa pueda financiarlo con las utilidades.
¿Y qué pasa con las entidades cubanas subsidiadas que no tienen “utilidades”, como son las de Cultura, Salud, Comunales, Educación? Es de sospechar que para estas exista un plan menos decoroso, aunque no se anuncie.
Estas entidades son, precisamente, las que han mantenido la imagen “noble” del proceso cubano a nivel internacional. Son también las áreas esgrimidas durante el pasado debate de los Lineamientos, para cuyo mantenimiento como “conquista de la Revolución”, se harían recortes en otros sectores de la economía.
Sin embargo, lo cierto es que se evidencia una sospechosa inmovilidad en esos sectores, si exceptuamos la exportación de servicios médicos, mientras las condiciones para el desarrollo de la empresa privada se van perfilando lentamente, a pesar de que los dirigentes insisten que la “empresa socialista” tendrá preponderancia en la economía nacional.
El informe de la ONEI también nos muestra cómo el salario medio ha ido en ascenso en los últimos años.
Sin embargo, nuevamente resulta engañosa la tendencia, dado que esta ha venido aparejada con un alza subrepticia de los precios de productos básicos (jabón, aceite, arroz, papel higiénico, frijoles, etc.), y la eliminación del subsidio de algunos de estos.
Ello implica, por supuesto, una disminución del valor adquisitivo del CUP, lo que significa, en la práctica, una reducción del salario que perciben los trabajadores, víctimas de estas fluctuaciones, totalmente a merced del Estado.
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