Por Juan Juan Almeida.
Muchas veces me pregunto por qué no detenernos un segundo y, sin apasionamientos, observar indicios y pruebas que evidencian cómo desde la cúpula, el gobierno cubano actual nos intenta diseñar la futura era Post Castro.
Hace un tiempo el General Raúl Castro organizó en todo el país reuniones a nivel de barrio y centros de trabajo. En ellas se invitó a la población a exponer sin miedo sus problemas.
La catarsis fue importante, el pueblo expuso sus problemas aún no resueltos, y el gobierno ganó tiempo. Como resultado de aquello, se organizaron comisiones y se establecieron planes.
Raúl Castro es un militar que todavía vive en la guerra fría y antes de trazar estrategias, crea comisiones que estudian cada situación al detalle para luego avanzar sobre ellas. Cada problema manifestado, llevó al menos tres comisiones compartimentadas entre sí.
Tanta compartimentación hace que los desertores, los críticos, la disidencia y las nuevas caras de la escena política pública, sólo puedan ser cronistas y por lo tanto no pueden hablar de planes de gobierno ni de futuro sin salirse del peligroso terreno de la especulación y el error.
Hasta Miguel Díaz-Canel, quien figura como primer vicepresidente de Cuba y según la Constitución vigente deberá sustituir al Presidente en caso de ausencia, enfermedad o muerte, cuando habló en la reciente clausura del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba criticó los grilletes de la prensa pero evadió comprometerse en eliminar ataduras.
Personalmente considero a Miguel un hombre honesto; pero es un funcionario títere que no pertenece al círculo de poder, y por ello no le es permitido saber qué sucederá mañana, ni siquiera en los próximos 15 minutos.
El resultado de las elecciones y la inclusión de nuevas caras en la escena del Estado y el Gobierno en Cuba, no representan un cambio significativo, es un pálido intento por propulsar un modelo de falsa transición. Una simulación con el simple propósito de aparentar pluralismo. Las elecciones en Cuba son votaciones controladas para obtener la aprobación pública de los candidatos escogidos, y colocar marionetas civiles en los puestos de gobierno.
Ah! ¿Que el pensamiento de estas personas, pueda devenir en el boomerang que mañana les convierta en las caras del cambio? Yo pienso que sí; pero no creo que al menos por el momento, ni tampoco durante el inicio de la tan esperada era post Castro, éstas personas sean capaces de mover las estructuras de gobierno, cambiar el marco jurídico-legal, o alterar la sólida distribución de mando que existe hoy entre la élite de control y los militares.
Presumo que el tiempo y la desaparición física de los dirigentes históricos, de lugar a un nuevo grupo de personas que desde el poder estén más dispuestas o se vean obligadas a implementar reformas realmente democráticas.
Retomar el Cuentapropismo, fíjense que jamás le llaman empresarios para separarlo del capitalismo, fue una medida magistral, con eso muestra un conveniente, repito aparente, camino hacia una economía de mercado, y crea esperanzas en un amplio sector nacional que mira hacia la micro empresa y ve una suerte de elevador en el cual puede ascender desde la micro a la pequeña, la mediana o la macro empresa.
Pero no nos engañemos, esto es un gran embuste, la micro empresa cubana es una economía de chinchal y subsistencia. Al no existir una política de estímulo sino de freno empresarial, las ganancias del cuentapropista no pueden ser reinvertidas en prosperar, solo en tapar agujeros.
Toda regla tiene su excepción, hay cuentapropistas con entradas paralelas, presumiblemente ilegales, que junto a una casta empresarial e intelectual de adinerados nocivos pero necesarios, son tolerados y usados para dar a la sociedad un oportuno toque de éxito y prosperidad.
Un elaborado plan del gobierno. Mostrar una situación favorable, confundir al mundo y continuar por un raíl que amplia la concentración de sus derechos en el Estado, y NO a fomentar un Estado de Derechos.
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