Por Osmel Almaguer.
En Cuba, los usuarios de la telefonía móvil exceden los 2 millones; alrededor de medio millón más que las líneas fijas instaladas. De esto, ciertas autoridades “competentes” suelen hablar con cierto orgullo, como si la verdad que encierra dicho fenómeno no fuera menos que vergonzosa.
Hace casi diez años, cuando arriba ETECSA como empresa con capital mixto, comenzó un proceso de instalación de líneas telefónicas en miles de hogares cubanos. En La Habana, dada su importancia estratégica como capital del país, con prioridad sobre el resto de las provincias.
Alamar fue una de las áreas privilegiadas, uno de los primeros lugares en que se instalaron los aparatos, y mi zona, dentro del mismo reparto, donde se comenzó a trabajar.
De más está decir las ilusiones, y también las pasiones, positivas o negativas, que el proceso despertó. Esto, sin embargo, era natural para un pueblo que, en su gran mayoría, nunca había gozado de tal servicio dentro de su propia casa.
El plan estaba diseñado para, en unos pocos años, abarcar todo el reparto. Sin embargo, las obras se congelaron cuando marchaban como a un 15 % de adelanto. Cuando eso ETECSA todavía contaba con capital mixto.
La gente se preguntaba la razón de la demora sin que a ciencia cierta nadie se pronunciara al respecto. Con el tiempo el furor de los teléfonos pasó, sustituido por otro, el de los móviles.
Tener un móvil en la cintura se convirtió en un símbolo de status, trajo toda una cultura nueva, con códigos de comportamiento y dinámica de grupos, pero también una triple inversión y la renta rígida y vitalicia de una línea.
Primero implicaba cierta exclusividad. Luego, mediante sutiles abaratamientos de los precios, ETECSA consiguió su gran propósito, mantener las expectativas de millones de “enganchados” a este nuevo juguete, con el que las comunicaciones siguen siendo precarias, amén de la pequeña ventaja de que siempre el portador se halla localizable.
Los resultados son esas estadísticas que los funcionarios de la empresa, totalmente Estatal desde hace unos pocos años, mencionan orgullosos: “En Cuba existen más usuarios de líneas móviles que fijas”, como si tal relación fuera un signo de desarrollo, y no de necesidad.
Lo que no dicen es que en algún momento del camino la instalación de teléfonos fijos se congeló sin razón aparente. Que la telefonía celular es aún infinitamente más cara que la fija para el estropeado bolsillo cubano, e igual de lucrativa para la ineficaz empresa.
Y yo continúo haciendo malabares mentales para no pensar en las causas más bajas.
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