El explotado cubano en Miami puede adquirir muchos más productos con su salario mínimo que su hermano liberado de toda explotación en La Habana
Bastaron tres años para que la desorganización de las actividades productivas sumado a un proceso inflacionario que llegaría a su primer momento crítico a finales de los 60 inicio de los 70, solo superado en los 80-90 en el llamado ‘período especial’ -reconozcamos que el régimen imperante en Cuba tiene una notoria habilidad para los eufemismos- para que se habilitara la llamada ‘libreta de abastecimiento’, que debió llamarse de racionamiento que es lo que en realidad era, un racionamiento que ha llegado hasta nuestros días[1].
El 12 de marzo de 1962 por la Ley 1015 se creó la Junta Nacional para la Distribución de los Abastecimientos y por resolución de esta llamada Junta se estableció el racionamiento de un significativo grupo de productos básicos alimenticios e industriales. Aparejado a ello se estableció un aparato burocrático, quizás el más efectivo de todos los creados por el régimen, popularmente conocido como la OFICODA, es decir Oficinas para el Control y Distribución de los Abastecimientos, entre cuyas funciones estaba el de distribuir las ‘libretas’, dar las altas y de bajas de las personas que conformaban los núcleos familiares y de paso llevar un control muy efectivo de la población. Todos los habitantes del país si querían recibir su cuota o ración tenían que registrarse con su nombre y dirección y el núcleo familiar de que formaban parte, se le asignaban una bodega, una carnicería y un punto de leche si correspondía.
En la práctica la ‘libreta’ eran dos una dedicada a los alimentos y otra a los llamados productos industriales[2], mientras que la de abastecimiento era familiar la de los productos industriales era individual y se establecía por sexo. La libreta de alimentos aún existe, pero la llamada de productos industriales desapareció técnicamente en los años 90, aunque en la práctica era totalmente inoperante desde muchos años antes, nada se podía comprar con ella.
Los términos ‘por la libreta’ y ‘por la libre’ entraron en el habla popular, se convirtieron en formulas folclóricas para referirse a lo que estaba normado y por tanto no había que ‘lucharlo’ venía por añadidura, era cosa segura (aunque no por ello fallaba a menudo), era lo que te ‘tocaba’ y el ‘por la libre’ llegó a ser en ocasiones un erróneo sinónimo de fácil, incluso de gratis, cuando en la realidad no era ninguna de las dos cosas. También se usaba, o se usa, como una manifestación de libertinaje.
¿Cómo se comportado la ‘libreta’ desde su creación hasta hoy? Veamos la siguiente tabla[3]:
(Observación del Bloguista: en la antigua provincia de La Habana la cuota de carne de res era 0.75 libra semanales pero en las provincias era sólo de 0,25 libras semanales)
Todos los productos han sido reducidos, excepto los macarrones o pastas, promediando un 58,9% de reducción de las mercancías normadas en 2020 con relación a 1962. En 2010, el entonces ministro de Economía Marino Murillo señaló que era necesario eliminar la libreta ya que: “le cuesta al Estado 1016 millones de dólares, sin contar el gasto adicional en transporte de alimentos y otros asuntos de logística”.[4]
Y podíamos preguntarles a estos funcionarios ¿qué culpa tienen los cubanos de que el Estado se vea obligado a importar lo que ha sido incapaz de producir? Como el pollo que le compra a su archienemigo, Estados Unidos, o el arroz y el café que le compran a Vietnam a los que enseñaron a sembrar y cuidar los cafetos.
Esta declaración de un tecnócrata que olvida que el dinero que gasta el Estado sale de ese pueblo que recibe bajísimos salarios fue suavizada por Raúl Castro: “a nadie en su sano juicio en la dirección de este país se le puede ocurrir decretar de golpe la eliminación de ese sistema, sin previamente crear las condiciones para ello”[5] Han pasado 10 años de esa declaración y aún no han creado esas condiciones, la ‘libreta’ reducida y más cara continua después de más de medio siglo.
Para poder establecer una comparación de los precios de algunos productos básicos en Cuba y en Miami tomamos los salarios mínimos que en Cuba es de 400 pesos mensuales y en Florida es de $8,56 la hora lo que equivale a $1.438,00 mensuales y creamos una situación irreal que consiste en que un cubano en La Habana pudiese emplear todo su salario comprando determinado producto al precio normado, y ese mismo cubano en el condado de Miami-Dade ─que es la segunda ciudad con más cubanos en el mundo después de La Habana y antes que Santiago de Cuba que tiene 455 mil habitantes─ adquiriese ese mismo producto. Para los precios en Miami tomamos los corrientes en un supermercado que dice ser ‘donde comprar en un placer’ y no resulta ser el más económico, naturalmente no se tuvo en cuenta comparativamente las calidades de los productos.
El explotado cubano en Miami puede adquirir muchos más productos con su salario mínimo que su hermano liberado de toda explotación en La Habana, con la excepción del azúcar, situación que llega al extremo en el caso del café que el habanero lo compra mezclado con sabrá dios que cosa y por acá lo consumimos esperamos que puro, y también en el caso de los huevos que resultan tres veces más asequibles.
Es evidente que los cubanos de la Isla van a tener libreta para rato, no se vislumbra una solución al nudo gordiano de la inviabilidad de un sistema que no libera las capacidades productivas de la población, sino que busca reforzar controles y medidas que las limiten.
[1] Ningún país del llamado campo socialista mantuvo el racionamiento por más de 5-10 años.
[2] Incluía ropa, zapatos, y una diversidad de artículos que iban desde pintura de uñas hasta cepillos de dientes.
[3] Los datos para 1962 corresponden a las cuotas que le correspondían a Ciudad de La Habana, las que tocaban a lo que en aquellos momentos se le llamaba Habana Campo eran mucho menores, por ejemplo la carne estaba normada a 0,25 libras por persona y no siempre era entregada semanalmente.
[4]http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/12/17/c
[5]https://www.cubanet.org/
Todos los productos han sido reducidos, excepto los macarrones o pastas, promediando un 58,9% de reducción de las mercancías normadas en 2020 con relación a 1962. En 2010, el entonces ministro de Economía Marino Murillo señaló que era necesario eliminar la libreta ya que: “le cuesta al Estado 1016 millones de dólares, sin contar el gasto adicional en transporte de alimentos y otros asuntos de logística”.[4]
Y podíamos preguntarles a estos funcionarios ¿qué culpa tienen los cubanos de que el Estado se vea obligado a importar lo que ha sido incapaz de producir? Como el pollo que le compra a su archienemigo, Estados Unidos, o el arroz y el café que le compran a Vietnam a los que enseñaron a sembrar y cuidar los cafetos.
Esta declaración de un tecnócrata que olvida que el dinero que gasta el Estado sale de ese pueblo que recibe bajísimos salarios fue suavizada por Raúl Castro: “a nadie en su sano juicio en la dirección de este país se le puede ocurrir decretar de golpe la eliminación de ese sistema, sin previamente crear las condiciones para ello”[5] Han pasado 10 años de esa declaración y aún no han creado esas condiciones, la ‘libreta’ reducida y más cara continua después de más de medio siglo.
Para poder establecer una comparación de los precios de algunos productos básicos en Cuba y en Miami tomamos los salarios mínimos que en Cuba es de 400 pesos mensuales y en Florida es de $8,56 la hora lo que equivale a $1.438,00 mensuales y creamos una situación irreal que consiste en que un cubano en La Habana pudiese emplear todo su salario comprando determinado producto al precio normado, y ese mismo cubano en el condado de Miami-Dade ─que es la segunda ciudad con más cubanos en el mundo después de La Habana y antes que Santiago de Cuba que tiene 455 mil habitantes─ adquiriese ese mismo producto. Para los precios en Miami tomamos los corrientes en un supermercado que dice ser ‘donde comprar en un placer’ y no resulta ser el más económico, naturalmente no se tuvo en cuenta comparativamente las calidades de los productos.
El explotado cubano en Miami puede adquirir muchos más productos con su salario mínimo que su hermano liberado de toda explotación en La Habana, con la excepción del azúcar, situación que llega al extremo en el caso del café que el habanero lo compra mezclado con sabrá dios que cosa y por acá lo consumimos esperamos que puro, y también en el caso de los huevos que resultan tres veces más asequibles.
Es evidente que los cubanos de la Isla van a tener libreta para rato, no se vislumbra una solución al nudo gordiano de la inviabilidad de un sistema que no libera las capacidades productivas de la población, sino que busca reforzar controles y medidas que las limiten.
[1] Ningún país del llamado campo socialista mantuvo el racionamiento por más de 5-10 años.
[2] Incluía ropa, zapatos, y una diversidad de artículos que iban desde pintura de uñas hasta cepillos de dientes.
[3] Los datos para 1962 corresponden a las cuotas que le correspondían a Ciudad de La Habana, las que tocaban a lo que en aquellos momentos se le llamaba Habana Campo eran mucho menores, por ejemplo la carne estaba normada a 0,25 libras por persona y no siempre era entregada semanalmente.
[4]http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/12/17/c
[5]https://www.cubanet.org/
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