domingo, 23 de mayo de 2010

Desvaríos en torno a los entierros de Martí (ii).

Por Arnaldo M. Fernández.

Una cosa es Martí muerto y enterrado en Remanganaguas y otra es la opinión pública sobre la suerte que corrió. Fernando Figueredo objetó enseguida la caída en combate, porque los jefes militares no habrían permitido exponer a Martí al fuego enemigo (The New York Times, mayo 22 de 1895). Todavía el 3 de junio, el tesorero del Partido Revolucionario Cubano (PRC), Benjamín Guerra, informaba que Panchito Gómez Toro, hijo de Máximo, había telegrafiado: "Maestro vive". Solo que en la oficina de destino se había omitido el signo de interrogación y la incertidumbre se tornó así en su contrario.

Entretanto, el foto-reportero Higinio Martínez había tomado ya la única foto necrológica de Martí, antes de ser enterrado por segunda vez (mayo 27, 1895) en el nicho 134 de la galería sur (foto) del cementerio de Santa Ifigenia (Santiago de Cuba). Así fue por prurito del general Juan Salcedo, quien decidió dar fe de muerte y ordenó al médico militar Pablo Valencia Forns ir a Remanganaguas para exhumar el cadáver (mayo 23, 1895), amén de acondicionarlo para su traslado a Santiago. El PRC terminaría por reconocer (junio 17, 1895) que "ya no existe el apóstol ejemplar, el maestro querido, el abnegado José Martí", en suelto interior de última hora en el periódico Patria (Nueva York).
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