El finado filósofo polaco Leszek Kolakowsky precisó que, entre la media docena de indicadores señalados por el tándem Friedrich-Brzezinski para definir el Estado totalitario, la ideología oficial servía de fuente de legitimidad, sobre todo el marxismo-leninismo, que tiende la trampa mercadotécnica de ser doctrina todopoderosa por exacta. En esa trampa cayó Che Guevara al redactar las primeras Notas para el estudio de la ideología de la revolución cubana (1960): las leyes del marxismo-leninismo estarían presentes en esa revolución aunque no fueran profesadas ni conocidas por sus líderes.
Sin embargo, el prurito de singularidad animó a Guevara a racionalizar ex post facto, en La guerra de guerrillas (1960), "tres aportaciones fundamentales [de la revolución cubana] a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América:
- Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército;
- No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas;
- En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo".
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