Por Miguel Iturria Savón.
Cubadisco 2010, celebrado a mediados de mayo y dedicado a la música campesina, resultó más promocional que representativo de la industria que difunde el patrimonio sonoro insular. Quien lo dude debería monitorear algunos programas de radio o echarle un vistazo al cronograma de grabaciones de nuestras disqueras. Peor aún si decide buscar un Cd de la orquesta Aragón o de otras agrupaciones emblemáticas, desplazadas de los estudios por obra y gracia de conceptos que privilegian a unos en detrimento de otros.Con invitados de España (la cantante Martirio, el tresero Raúl Domínguez y el director Gregorio Gutiérrez), y los Estados Unidos (jazzistas Christian Scaty y D. Sánchez), la XVI edición de Cubadisco homenajeó a repentistas de Cuba, Colombia, España, Panamá y Venezuela, y realizó dos galas, la inaugural el domingo 16 en el teatro Amadeo Roldan, con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la batuta de Gregorio Gutiérrez y la actuación del Coro Nacional, el guitarrista Efraín Amador y la pianista María del Henar Navarro. En esta se entregó el Premio de Honor, mientras en la Gala de Premiaciones, el día anterior, en el teatro Carlos Marx, el público apreció a consagrados como los Van Van, Alexis Díaz Pimienta y su Guajira Band, Moncada, Kola Loca, David Torrens y otros.
El cronograma incluyó la Cantoría por la Patria en el Salón Rosado de La Tropical y en plazas de los municipios Artemisa, Güines, Madruga y San Antonio de los Baños; la actuación de niños repentistas; un concierto de Martirio el 22, quien presentó su disco El aire que te rodea, grabado en La Habana con José María Vitier; más actuaciones de Ernesto Blanco, Patricio Amaro, Haydee Milanés, Jacqueline Bell y Dania Fuentes, que compitieron por el Premio de música pop, género que se consolida en la isla a pesar del son, la guaracha y el avance del reggaetón.
Al margen de tales espectáculos vale preguntar qué hay detrás de la Feria del Disco, pues las grabaciones oscilan en zigzag, y muchas agrupaciones dejan de ser escuchadas, mientras otras ascienden o bajan según las audiencias radiales, medio en el cual los directores difunden a quienes les pagan por la izquierda, de manera que la "lista de éxitos" depende del dinerito entregado, a excepción de consagrados como Van Van, Adalberto Álvarez o la Charanga Habanera.
Días atrás Rafael Lay, director de la Orquesta Aragón, se quejaba a Juventud Rebelde de que no lo graban en Cuba hace 20 años, aunque felizmente depende de la disquera Luz África, la misma que promovió al desaparecido Polo Montañés. Si sucede así con la orquesta del siglo, qué podrán esperar los cantantes y colectivos menos célebres, casi siempre excluidos de los planes del Instituto de la Música, conformado en base al interés temático y apreciaciones políticas o regionales.
En el ámbito musical el muro está cambiando. Las empresas artísticas, más burocráticas que comerciales, "inútiles" según Tony Pinelli, privilegian a pocos en detrimento de muchos, sostienen un cuerpo de inspectores que chequean la plantilla y exigen los contratos y la evaluación, en tanto los músicos compran hasta los instrumentos, gestionar la programación y luego pagan a la entidad más del 40 % de lo devengado.
Como están cerrados los círculos sociales, los artistas disputan espacios en la Casa de la Música de Galeano, de Miramar, La Tropical y algunos bares y hoteles de la capital y de ciudades del interior, donde creadores de primera quedan fuera de programas, afectados también por la carencia de grabaciones, mientras empresas como Turarte, Adolfo Guzmán, Ignacio Piñeiro o Benny Moré, exigen cheques y cobran impuestos, en espera de gestiones y hasta de pagos para tramitarles un turno de grabación en la Egrem u otra disquera, limitadas a comercializar en divisa en detrimento del consumidor nacional.
Como los artistas carecen de personalidad jurídica no puede firmar convenios directamente con las disqueras. Quienes logran grabar saben que su obra se venderá en divisa en hoteles y tiendas de música como Arte Habana, 23 y 12, San Rafael, Obispo y aeropuertos. Algunos costean sus grabaciones. El precio oscila entre 10 cuc el turno de una hora (Radio Progreso) y 800 cuc (Abdala), por lo cual se improvisan estudios domésticos en detrimento de la calidad técnica.
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