Informa la prensa que, en una reunión del Consejo de Ministros, se tomaron algunas medidas para flexibilizar aspectos del trabajo por cuenta propia. Entre ellas: aumentar de veinticinco a cincuenta el número de sillas autorizadas a tener en los paladares (restaurantes particulares); reducir, por un tiempo, la tarifa a pagar para poder alquilar viviendas de doscientos a ciento cincuenta pesos (tanto en divisas como en moneda nacional); aumentar del veinte al cuarenta por ciento, los gastos a deducir en la explotación de medios de transporte con tracción animal; considerar de tres a seis meses exentos de impuestos, para la reparación de viviendas o vehículos automotores dedicados al alquiler, así como otras de contenido parecido.
Estas medidas, aunque distan mucho de ser las realmente necesarias, alivian en algo las cargas impuestas al trabajo por cuenta propia y permiten su desarrollo, al tiempo que estimulan a quienes lo realizan. Demuestran cierta preocupación por su realización y constituyen señales de que, a pesar del inmovilismo aún existente, se reacciona ante las realidades, corrigiendo lo regulado anteriormente, algo que antes nunca sucedió.
Sin embargo, llama la atención que sea el Consejo de Ministros quien tenga que decidir al respecto. Si se analiza cada medida, se nota que constituyen simples ajustes de algo ya aprobado, en su forma general, por las diferentes instancias del poder. Nada de singular importancia. ¿No pudieran ocuparse de estos asuntos de poca importancia los respectivos ministerios e instituciones del Estado, quitándole este lastre al Consejo de Ministros? ¿No sería una forma más directa y rápida de desatar nudos?
Durante muchos años, tal vez demasiados, los responsables de los ministerios e instituciones del Estado, han carecido del poder real de decisión, siendo simples ejecutores de una voluntad suprema que todo lo determinaba y decidía. Además, su papel principal era el de servir como chivos expiatorios ante los fracasos. Esto creó y consolidó la nefasta centralización que hoy se plantea desmontar. ¿No sería conveniente comenzar a materializarlo, otorgándoles las responsabilidades que les son inherentes por sus cargos? Los miles de ajustes y adecuaciones necesarias, deben estar en manos de cada responsable y no sólo del Consejo de Ministros. Sería una tarea imposible para él, debiendo ocuparse de cuestiones mucho más trascendentales.
Señalo estas pequeñas medidas y voto porque se sigan tomando, ya que en definitiva deben redundar en un ligero mejoramiento de la situación de los ciudadanos, aunque no constituyan la solución total de nuestros múltiples problemas. ¡Del lobo al menos un pelo! Esto no quiere decir que no aspiremos a tener al lobo.
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