Por Rodrigo Chávez Rodríguez.
El barrio Centro Habana es uno de los agraciados y preferidos para el arrendamiento de viviendas, ya sea por la privacidad o complicidad de sus edificios (el 80 % de sus viviendas son apartamentos), por la ubicación, cercana a los principales centros comerciales, recreativos y culturales de la ciudad, incluidos también los municipios colindantes.
Es un destino promocionado y posicionado en el mercado nacional e internacional, con buenas redes de comunicación, calles y teléfonos; en fin, lo que antes generaba ingresos y medios de supervivencia en la frontera de lo ilegal, se convertiría con gran expectativa de sus ilusionados vecinos en anhelo supremo de su ventaja geográfica.
Pero, qué desilusión, no sabían aquellos (y los de todo el país), que además de arrendadores, debían convertirse en abogados-economistas para comprender la complicada Ley No. 73 "Del Sistema Tributario", además de convertirse también en magos para poder cumplir con sus obligaciones de pago y, lo más lamentable, el estado de indefensión o falta de garantías que tienen los cuentapropistas cubanos.
En ninguna parte de la Resolución 287/2010 del Ministerio de Finanzas y Precios, se tiene en cuenta la opinión del ciudadano para fijar las tasas impositivas mensuales cuando, por ejemplo, existan eventos climatológicos adversos, desastres naturales, actos de fuerza mayor, temporadas de alta o baja turística, como se considera en los hospedajes estatales, zonas de más influencia de extranjeros por territorio, porque no es lo mismo alquilar en Guanajay que en Trinidad; Guanabo en verano o en invierno.
¿Quién protege a estos trabajadores y contribuyentes cubanos?
¿Se pudieran sindicalizar?
¿Pudieran establecer relaciones con empresas estatales para los suministros?
Estoy seguro que lo mismo sucederá con nuestros "almendrones". Cuando suben el precio del combustible, debieran pagar similares impuestos?. Será igual transportar en los límites de La Habana de noche que en San José de las Lajas?
Los juristas cubanos deberíamos socorrer a los descuentapropistas.
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