Por Iván García.
Por mucho tiempo, Roldán vivió de 'lo que se caía del camión'. Término usado por los marginales de corta y clava de Atarés y El Pilar para encubrir la palabra robo. Cada noche, Roldán y su pandilla, vestidos de negro, estaban a la caza de camiones cargados de jabones y detergentes que salían de la fábrica Sabatés, situada en la zona.
“En 4 minutos, el tiempo que el vehículo demoraba en llegar a la calle Manglar, hurtábamos entre 10 y 15 sacos de detergente y varias cajas de jabones, cuenta Roldán. Además de desvalijar en marcha los camiones que salían de Sabatés, los 'ninjas' saqueaban almacenes. “Entrábamos por el techo. Por varias tejas previamente zafadas, con una soga bajábamos. Luego subíamos sacos de arroz, frijoles o cajas de pescado en conserva, cualquier cosa que después pudiéramos vender. Como una película. Qué tiempos aquellos, recuerda Víctor, ex 'ninja' famoso.
Al igual que en otras localidades de la isla, los que trabajan duro suelen ser quienes peor viven en Atarés y El Pilar. En sus calles angostas, repletas de huecos, pululan marginales dedicados al 'bisne' (negocio ilícito) y el juego de apuestas.
La gente por estos lares no se suele andar con chiquitas. Las discrepancias se zanjan a puñetazos, machetazos o a tiros. Rodney, un negro flaco y alto, dice: “Aquí es más fácil tener una pistola que una computadora. Los relatos pueden asustar, pero El Pilar y Atarés no figuran entre los más conflictivos y violentos de La Habana.
Claro, tampoco es aconsejable deambular de noche si usted no es del lugar y tiene pinta de tener la billetera repleta. En el pasado eran dos barrios limítrofes, pero a partir de 1976 los unieron en uno solo, y lo denominaron Consejo Popular Pilar-Atarés. Es un distrito mayoritariamente negro y pobre, tiene unos 20 mil habitantes y forma parte del Cerro, uno de los 15 municipios de La Habana.
Sus límites parten de la famosa Esquina de Tejas, donde confluyen cuatro arterias esenciales de la ciudad: Calzada del Cerro, Monte, Infanta y 10 de Octubre. Un cartabón de varias cuadras que llega hasta la calle Matadero por un lado y Cristina por el otro. Antiguamente, este territorio perteneció a la capitanía El Horcón y tomó sus nombres de los barrios extramuros fundados en 1851.
El nombre de Atarés proviene del Castillo ubicado en su demarcación, construido en tiempos del Capitán General Conde de Ricla, descendiente de Pedro de Atarés, originario de Aragón, España. Y el de Pilar tiene su origen en una parroquia cuya patrona era Nuestra Señora del Pilar.
Se cuenta que al fundarse la parroquia en 1816 y hasta 1835, todos los vecinos y viajeros, sin distinción de clases y sectores sociales, se reunían a bailar, cantar y beber entre juegos de azar y ventas de mercancías. Esas fiestas se realizaban en honor a la Virgen del Pilar, los 12 de octubre.
Algo quedó de esas costumbres. Años más tarde, en Atarés nació una de las comparsas más célebres de Cuba: Los Marqueses de Atarés. Mientras, en El Pilar en 1943 se construía la Escuela Normal de Maestros de La Habana. En el otrora prestigioso centro de pedagogía, actualmente funciona un instituto tecnológico de comercio.
Otro sitio importante fue la Sociedad del Pilar, edificada en 1848. Cuando Pedro Sánchez, un octogenario nacido en el barrio, pasa por las ruinas que han quedado de la popular Sociedad, en la calle Estévez, desvía la mirada. “Sin exagerar, allí se daban los mejores bailes de La Habana y ensayaban músicos de la talla de Benny Moré y Enrique Jorrín.
Hasta su muerte, en 1987, el violinista, compositor y director de orquesta Enrique Jorrín, mundialmente conocido por haber sido el creador en la década de 1950 de La engañadora, el primer chachachá, fue uno de sus vecinos más ilustres.
Jorrín no fue el único músico famoso del barrio. También en El Pilar residió Félix Chapotín (1907-1983), el “Amstrong del son cubano. Su hijo Elpidio, quien durante muchos años vivió con su padre y su familia frente al Parque La Normal, es uno de los más importantes trompetistas cubanos.
Un 'pilareño' adoptivo es el compositor cubanoamericano Jorge Luis Piloto Alsar, quien con su madre Beba y su hermano Juan Carlos, en los años 70 vivieron en el primer piso de un viejo edificio situado en Romay 67 entre Monte y Zequeira.
Estos dos barrios habaneros no suelen ser visitados por turistas. Como antes de 1959, su gente mantiene la pasión por jugar la 'bolita' (lotería). Y cuando arranca la temporada de béisbol, acuden al antiguo Stadium del Cerro, hoy Latinoamericano, a tiro de piedra de sus hogares. La mayoría es fan de Industriales, el equipo-insignia de la capital.
Por las noches, los adultos sacan pequeños bancos de madera y sentados en las puertas de sus casas, comparten historias de épocas pasadas. Mientras, los 'ninjas' van a lo suyo. Ver qué pueden hurtar del próximo camión.
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