sábado, 9 de julio de 2011

La heladería Coppelia cumple 45 años … sin fresa ni chocolate.

Por Iván García
.

Coppelia, la más famosa heladería de La Habana y de Cuba, cumple 45 años el 4 de junio. Ubicada en la Calle 23 esquina a L, en la céntrica avenida La Rampa, su arquitectura es una de las más bellas y mejor concebidas después de la revolución verde olivo liderada por Fidel Castro.
El diseño, obra de Mario Girona (1924-2008), uno de los más importantes arquitectos cubanos del siglo 20, contó con la colaboración de los proyectistas Rita María Grau y Candelario Ajuria. El cálculo estructural estuvo a cargo de los ingenieros Maximiliano Isoba y Gonzalo Paz.

Girona venía precedido de un exitoso proyecto bautizado con el sustantivo indígena Guamá, inaugurado en 1962 en la Ciénaga de Zapata, Bahía de Cochinos, Matanzas, a unos 140 kilómetros al sureste de la capital. Esas decenas de cabañas de madera en forma circular, a la usanza de una aldea taína (aborigen), al borde de una laguna infestada de cocodrilos, siguen siendo uno de los sitios preferidos por los turistas.

Cuando a Mario Girona le encomendaron diseñar la gigantesca heladería se sintió algo desconcertado. En una entrevista, hace unos años subrayaba: No existían referentes mundiales de una heladería tan inmensa. En tiempo récord, el arquitecto Girona y su equipo dibujaron el croquis de Coppelia, muy influenciado por el estilo del complejo turístico de la Ciénaga de Zapata. Al respecto señaló: Guamá fue el punto de partida para la nueva obra. Para dar cierta intimidad, se diseñaron cinco espacios pequeños, una amplia cancha dividida en tres secciones y un piso en lo alto. Se situó el amplio parqueo y la frondosa vegetación natural, que no importunara.

Antiguamente, en ese lugar estuvo situado el hospital Reina Mercedes, construido en 1886. Los terrenos habían costado tres mil pesos. Cuando fue demolido en 1954, el terreno estaba valorado en 250 mil pesos. La idea era levantar allí un rascacielos de 50 plantas, que superara al Focsa, aún el edificio más alto de la isla con 36 pisos.

Pero el proyecto no se materializó, por la llegada de los barbudos. Antes, en el amplio espacio había funcionado un centro recreativo llamado Nocturnal y un pabellón de turismo. En 1966, a propósito de la celebración de un congreso internacional en el hotel Habana Libre, situado en la esquina opuesta, Fidel Castro, gran amante de los helados, decidió erigir Coppelia, cuyo nombre e imagen -las piernas de una bailarina- rinden homenaje a una de las grandes representaciones del Ballet Nacional de Cuba.

Cuando el 4 de junio de 1966 la heladería Coppelia abrió sus puertas, ofrecía una carta con 26 sabores y 24 combinaciones. Cincuenta centavos costaba una bola de coco almendrado o de crema de vie y un peso, una Copa Melba (helado de vainilla con una tajada de mango, sirope de fresa y altea). Ese día se vendieron más de 3 mil tinas de helado y durante las doce horas que estuvo abierta, las colas fueron de varias cuadras.

El helado es una de las golosinas preferidas de los cubanos de todas las edades y épocas. La primera sorbetería se instaló en 1807. Debido a un clima que como promedio anual ronda los 30 grados, a la gente le gusta refrescar con helado, solo o con cake (tarta), bizcochos y sirope. O batido con hielo.

Antes del comandante tomar el poder, en La Habana había varias marcas prestigiosas de helados: Hatuey, Guarina, San Bernardo y El Gallito. Los vendían en heladerías y cafés o en vehículos situados en puntos concurridos de la ciudad. Yo prefería esperar a que pasara el vendedor sonando una campanilla, en un carrito con ruedas o tirado por caballos. Por una peseta (20 centavos) uno podía comprar un coco glacé, recuerda, Humberto, jubilado de 82 años.

Esos helados, producidos con leche en fábricas, competían con los artesanales de frutas, elaborados por los chinos sin leche. Según Josefina, ama de casa, de 70 años, nunca he vuelto a tomar helados tan ricos como los de los chinos.

Después de Castro se siguió haciendo buen helado. De la marca Coppelia, se expendía en la heladería del mismo nombre. Era muy cremoso y una veintena de sabores.

Con la llegada del período especial, una crisis económica que dura ya 22 años, el helado se convirtió en un lujo. Y su calidad mermó tremendamente. En esos años duros, la heladería llegó a trabajar un par de horas al día. Había sólo dos o tres sabores y por falta de leche, el helado era aguado e insípido.

Los revendedores de helado compraban en Coppelia tinas de helado. Y en sus casas o en las inmediaciones de hospitales y parques infantiles, vendían a 10 vasos un vaso plástico de helado. Uno de los tantos negocios clandestinos existentes en La Habana.

Con la legalización del dólar, arribaron helados importados de las marcas Word o Nestlé. Un Extreme de Nestlé vale 2.50 c.u.c (3 dólares), el salario de 4 días de un obrero. Por moneda dura también se pueden adquirir marcas cubanas de primera, como Flamingo.

A 45 años de su inauguración, la heladería Coppelia, no es la sombra de lo que fue. El domingo 22 de mayo nada más había tres sabores: vainilla, naranja piña y menta. Aunque el helado no es caro, un peso la bola (0.05 centavos de dólar), su calidad deja mucho que desear. Eso sí, continúan las grandes colas. Antaño, ir a la 'Catedral del Helado', constituía la principal salida de fines de semana de numerosas familias habaneras.

Hoy, extenuados caminantes, estudiantes, trabajadores, jineteras, pingueros, gays, travestis y lesbianas, entre otros que pululan a toda hora por la céntrica heladería, hacen cola a pura fuerza de costumbre. Casi nunca hay los sabores que uno desea. Como almendra o moscatel. Fresa o chocolate.
Share:

0 comments:

Publicar un comentario