De cubanet.org
Este verano las excursiones en ómnibus estatales "secuestrados", se han convertido en la oferta preferida por los cubanos para disfrutar de las vacaciones. En competencia con las excursiones ofrecidas, a precios inalcanzables, por las agencias de viaje estatales, los guías de turismo clandestino dominan el mercado nacional.
No hace falta licencia. Cualquiera puede convertirse en guía ilegal; el "empresario" sólo tiene que parar en la calle a un ómnibus de transporte para trabajadores, de cualquier empresa, y proponerle el negocio al chofer. El chofer se encarga de ajustar su jornada laboral en la empresa y de la sustracción temporal del vehículo. Paga la correspondiente comisión al jefe de transporte, que controla el uso de la guagua, y así se cierra el negocio.
Coordinada el "préstamo"del vehículo, el guía corre la voz sobre la excursión en el barrio y, en un par de días, hay excursionistas suficientes para llenar los 45 asientos de la guagua. Los interesados abonan el pasaje, se hacen los preparativos y arranca la excursión.
Para evitar ser detenidos en los puntos de control policial, las salidas se hacen de madrugada, cuando el recorrido es largo. Siempre en puntos alejados de las avenidas y calles principales, los excursionistas abordan el transporte y parten hacia su destino. Puede ser Soroa, en el occidente de la isla, o el Santuario de la Virgen del Cobre, en la zona oriental.
Para lidiar con los inspectores estatales, apostados en las carreteras, los choferes falsifican una carta de la empresa que supuestamente autoriza el viaje para "trabajadores vanguardias del centro". Si el truco no funciona o el inspector cuestiona la veracidad del documento, un billete de 20 pesos convertibles, colocado convenientemente debajo de la carta falsa, lo convencen inmediatamente de que el ómnibus va repleto de verdaderos obreros de vanguardia que disfrutan de un merecidísimo estímulo que la empresa les proveé.
El precio de las excursiones depende del destino y la distancia. Un dólar para una excursión a las playas del Este de La Habana; 4 dólares a Varadero, Soroa o Viñales, y 40 dólares por una excursión a El Cobre, con derecho a una noche en el motel de la iglesia. Los guías aplican un gravamen de entre 50 centavos y un dólar por pasajero y ofrecen servicio gastronómico a bordo, de desayuno, meriendas y bebidas alcohólicas.
Al llegar al lugar de destino, los choferes estacionan sus vehículos, escondidos, en callejones o calles de poco tráfico. Si la excursión es cerca, algunos regresan a los centros laborales y trabajan durante el día, para regresar después a recoger a los excursionistas clandestinos. El viaje de regreso siempre se inicia después de las cinco de la tarde, hora en que los inspectores estatales de transporte terminan su jornada laboral.
Los viajes semi clandestinos ganaron popularidad nacional hace más de diez años. En aquella época, los organizadores llegaron hasta a colgar letreros anunciando las ofertas con los precios en las fachadas de sus casas; hasta que el gobierno ordenó redadas policiales para eliminarlos. Fueron sancionados con multas los guías, los choferes y los funcionarios de las empresas que se involucraban en la componenda. Sin desaparecer del todo, las excursiones se tornaron más discretas, hasta volver a su actual popularidad.
Como fantasmas, circulan por las calles las guaguas secuestradas, repletas de turistas clandestinos, otro logro de la revolución.
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