lunes, 9 de septiembre de 2013

Los generales se afilan los dientes para el entierro del castrismo.

Por Luis Cino Álvarez.

Los restauradores del capitalismo en Rusia surgieron de la nomenclatura comunista. Altos burócratas,  funcionarios y generales  se hicieron de inmensas fortunas apropiándose de los bienes del estado durante el proceso de  privatización de la economía que siguió a la disolución de la Unión Soviética.  Son los casos, por ejemplo, de los  ex-camaradas convertidos en multimillonarios Roman Abramovich y  Mijail Jodorkovsky.

En  Cuba es posible que ocurra algo similar cuando el castrismo, como parece que  sucederá, aterrice suave y  se transforme en otra cosa, que no por diferente será menos mala en cuanto al bienestar de la población y las libertades políticas.

Pero puede ocurrir también que a los aparatchicks y generales de por acá  que pudiesen estar afilándose los dientes para el entierro del castrismo,  la Ley Helms-Burton les impida ser sus sepultureros.

De aplicarse el capítulo III de la ley de protección de los derechos de propiedad de los nacionales estadounidenses, los bienes expropiados  por la revolución de Fidel Castro –incluidos los de los cubanos exiliados que adquirieron la ciudadanía norteamericana- tendrían que ser devueltos por el gobierno que sustituiría al actual régimen como condición indispensable para el reconocimiento por  el gobierno de los Estados Unidos y el levantamiento del embargo.

Luego de las devoluciones y las compensaciones de lo que todavía exista para entonces,  bien poco quedaría del botín para “los burócratas corruptos, con cargos obtenidos a base de simulación y oportunismo, que utilizan las posiciones que todavía ocupan para acumular fortunas,  apostando a una eventual derrota de la revolución”, de que hablara e1 general Raúl Castro ante la Asamblea Nacional del poder Popular en diciembre de 2011.

Esa es la idea que quiere dejar sentada el gobierno en sus sostenedores que aspiran a la piñata y al putinismo tropical. Quiere  convencerlos de que no vale la pena el desmontaje del castrismo, que les conviene más atrincherarse,  ser leales y  conformarse con lo que ya tienen y lo que puedan robar, siempre que no exageren, se pongan majaderos y los agarre la Contraloría General.

Pero los jefes no deben confiarse. Los piñateros aspirantes a  capitalistas a costa del estado saben bien los riesgos que corren. Y también sus posibilidades. Saben hasta donde pueden estirar los pies y meter las manos. Acostumbrados al trapicheo y la economía de  bodegueros, son pacientes, taimados y se conforman con lo que puedan rapiñar…por ahora. De momento, ya empezaron a acumular capital, conocimientos y relaciones. Muchos empresarios extranjeros, luego de tanto tiempo de tratar con ellos, pueden preferirlos antes que a los buenos por conocer, absolutamente carentes del “know how”.  Los piñateros no tendrán clase y carecerán de escrúpulos éticos, pero tienen la  mano lo suficientemente dura para mantener el orden y hacer que los cubanos trabajen como esclavos y no protesten.

La  Ley Helms-Burton, que tanto complace al sector más duro del exilio y sirve al régimen castrista para hacerse la víctima,  no preocupa demasiado a los piñateros de hoy que aspiran a ser los oligarcas de mañana. Dicha ley es casi impracticable  en un escenario post-castrista. Los hechos, cuando se precipiten, le pasarán por encima. Y ahí estarán los mafiosos de la piñata, con los paracaídas puestos, preparados para entrar en cualquier tipo de arreglo con quien sea. Y no precisamente como porteros, aguanta-mamparas o guardaespaldas. Por supuesto, saben  que no podrán comprar yates de 100 millones de dólares, terrenos en la Luna o mansiones en Silicon Valley. No aspiran a tanto.  No son tontos. Ellos mejor que nadie  saben en qué estado han dejado al país.
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