Tuvo razón Miguel Ángel Quevedo, propietario y director de la antigua revista Bohemia, cuando escribió en su carta previa al suicidio, que culpables fueron todos para que triunfara la dictadura comunista de Fidel y Raúl Castro.
La Revista Bohemia fue fundada en 1909. Casi de inmediato se convirtió en la más popular de Cuba y posiblemente de América Latina. Sus colaboradores, los principales escritores que llenaban sus páginas, fueron, entre otros, Jorge Mañach, René Méndez Capote, Gustavo Robreño y Fernando Ortiz.
Se destacó esta revista por formar parte de casi todos los cambios políticos que se presentaban en la isla antes de 1959 y tenía como lema “la Revista que siempre dice la verdad”.
Pero tenía que colaborar con el “joven alocado” de Fidel Castro, como lo llamó el poeta Nicolás Guillén luego del asalto al Cuartel Moncada, disparando tiros desde lo alto de las lomas orientales contra los soldados de Fulgencio Batista, con el fin de derrocar una dictadura militar, para que Bohemia comenzara a dejar de decir la verdad.
Así lo dejó dicho Quevedo en su trágica carta de despedida: “Los periodistas llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes… No importaba quien fuera el presidente ni las cosas buenas que estuviesen realizando a favor de Cuba. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas… El pueblo también fue culpable”.
En otro párrafo señaló: “Fidel no era más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo… todos fuimos culpables de que llegara al poder”.
La carta de Miguel Angel Quevedo, donde reconoce abiertamente su culpa y la de su principal colaborador, Enrique de la Osa, es uno de los documentos históricos de Cuba que más merece un análisis profundo para entender lo que ha ocurrido en Cuba durante más de sesenta años de dictadura castrista.
Es cierto que el pueblo, inexperto en cuestiones de democracia, recién salido de la tutela española e incapaz de mirar profundo hacia un futuro de plena libertad, se equivocó, junto a un puñado de periodistas fanáticos en política, en que Fidel Castro no era precisamente el hombre que necesitaba Cuba.
Fidel poseía una trayectoria nada provechosa: su participación en el Bogotazo Comunista de Colombia, el asesinato de Manolo Castro -un líder muy querido de aquella época-, su conducta gansteril en la Universidad de La Habana, su autoría en el Asalto al Cuartel Moncada y, sobre todo, su guerra aún sin analizar en todos los detalles, donde más funcionaron las cámaras fotográficas que los tiros al aire. Si lo dudan, analicen los miles de fotos que se hicieron los rebeldes -sobre todo Fidel y su hermano- publicadas a lo largo de estos años.
En esta carta también se aclara que fue Enrique de la Osa, el periodista que nombró Fidel como sustituto de Quevedo cuando este marchó al exilio el 18 de julio de 1960, quien inventó la cifra de los 20 mil muertos de Batista. Una cifra ridícula y absurda, repetida a lo largo del castrismo, no sólo en trabajos “periodísticos”, sino hasta en los discursos de los Castro.
En agosto de 2018, Iroel Sánchez, portavoz del régimen, escribió: “Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción de la población de Cuba mayor que la de los norteamericanos que murieron en las dos grandes guerras mundiales…”
¿Estaría ebrio Iroel cuando escribió eso?
Fui testigo, a partir de 1997, cuando comencé a trabajar en Bohemia, de cómo Enriquito -así lo llamábamos-, ebrio casi siempre, comentaba entre triste y apenado aquella cifra que él había inventado y que mucho nos cuidamos de no repetir. Hasta el mismo Fidel, quien conocía muy bien esa historia, se cuidaba algo en repetirla.
La carta de Quevedo, jamás se ha publicado en la prensa cubana, propiedad del Ejército raulista. Ni siquiera en Bohemia salió una nota sobre el suicidio de Quevedo, ocurrido el 12 de agosto de 1969.
Pero es cierto lo que plantea Quevedo: Culpable no fue él solamente. Señaló, como algo muy cierto, que ¨…fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel, de los bandidos que se ocupaban más del contrabando y del robo que de las acciones de la guerra, de los curas con sotanas que mandaban a los jóvenes a la Sierra Maestra…, culpable fue Estados Unidos que incautó las armas destinadas a Batista en su lucha contra los guerrilleros; culpables los políticos que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas¨, que en 1959 no se hicieran elecciones libres.
Y termina su carta diciendo: “Ojalá mi muerte sea fecunda… para que la prensa sea un faro de orientación…, porque, cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios un tirano”.
“Adiós. Este es mi último adiós”.
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