Durante sesenta años los cubanos hemos sido afectados no sólo por el maltrato en los servicios públicos, sino principalmente por la ineficiencia del gobierno castrista, que constantemente se vale de los medios para clamar que trabaja por el bienestar del pueblo. He aquí una de las mayores estafas de la dictadura, que no cesa de culpar al “bloqueo” de su ineptitud y de todas las calamidades que sufrimos. Sin embargo, es curioso que esa coletilla se haya amortiguado cuando hemos sido mantenidos tanto de los rusos como de los venezolanos.
Uno de los servicios más ineficientes e inestables es el de suministro de agua, ya que el paso de los años unido al abandono gubernamental ha incidido dramáticamente en el deterioro de la infraestructura hidráulica. Para justificar los estrictos horarios de distribución –cinco horas en días alternos para la mayoría de municipios, exceptuando a los más “favorecidos”– se utilizan como pretextos el crecimiento poblacional y la sequía. Mientras corren por las calles riachuelos de agua derramada por los salideros, hace muchos años que una inmensa mayoría de cubanos sustituimos la ducha y los grifos por el jarrito y el cubo para bañarnos, descargar el inodoro, cocinar, fregar y lavar.
Y es que, aunque con frecuencia los medios divulgan acciones encaminadas al mantenimiento de las redes, los resultados no se perciben. Por el contrario, ante cualquier eventualidad las consecuencias son catastróficas, como sucedió las pasadas semanas cuando, según la prensa, una filtración de combustible en el canal de Vento obligó a interrumpir el suministro a varios municipios de la capital. Poco después la situación se agravó aún más por otra avería en la línea de emergencia procedente del Gato, lo cual no deja lugar a dudas del mal estado en que se encuentran las redes. Sobre dicha avería comentaba un vecino: “Es que las interrupciones del suministro por roturas son una constante. Y nosotros estamos bien, hay gente que se pasa hasta un mes sin agua”.
Consecuentemente, en el transcurso de la semana la inestabilidad en el servicio fue crítica. Unos sufrieron la falta total de agua, como los vecinos de Vista Alegre. A otros, les retiraron el abastecimiento por los bajos niveles en los tanques de Palatino, para garantizar el servicio a los hospitales de los alrededores de la Loma del Príncipe, en el municipio Plaza de la Revolución. Esta grave situación provocó comentarios adversos en la población, que además se cuestiona la eficiencia en los trabajos ejecutados en los sistemas de acueducto y los canales, que durante estos meses han difundido los medios.
Cuando vino a mi casa María, una amiga que vive una cuadras más arriba –en Vista Alegre– con unos pomos vacíos para que se los llenara, me comentó que llevaban seis días sin agua y que no entendía que no les hubieran traído ninguna pipa (camión cisterna).
El discurso gubernamental para justificar su ineptitud en estos casos se basa en las dificultades que ocasiona el “bloqueo” (embargo) para reponer la infraestructura deteriorada con el paso de los años; también en que por los efectos del cambio climático el país sufre prolongados períodos de sequía, así como en la falta de cultura de ahorro de la población y las “generosas” tarifas vigentes. Parecen olvidar que el acceso al agua no es un lujo, sino un derecho humano fundamental.
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