martes, 21 de enero de 2020

España no es Venezuela y Venezuela no era Cuba.

Por Antonio Moreno Ruiz.

España castrismo

Luego de confirmarse en España un gobierno de coalición socialista/bolivariana bajo la atenta mirada de los secesionistas, se impone una pregunta: ¿Será el “socialdemócrata” Pedro Sánchez quien utilice al chavista Pablo Iglesias, o será más bien al contrario?

Diversas opiniones, entre las que se cuenta la de escritora cubana Zoé Valdés, sostienen que es el partido Podemos el mayor beneficiario de este nuevo entramado, que empieza su gobierno disparando el gasto público dentro de una crisis nunca solucionada desde el último gobierno socialista de Zapatero, el mismo que, luego de dejar a España presa del más sangrante desempleo, lleva años mostrando su apoyo público a Nicolás Maduro en Venezuela, a Cristina Fernández en Argentina y hasta hace muy poco a Evo en Bolivia.

Y es precisamente el nuevo gobierno boliviano (en coordinación con Vox, tercera fuerza política en España), quien llamaría a declarar a Zapatero junto a los fundadores de Podemos Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón (este último hoy con marca política propia), para aclarar la posible malversación de dinero boliviano que habría cruzado el Atlántico para acabar muy posiblemente en las arcas del nombrado Podemos, esto es, la punta de lanza del castrochavismo en Europa.

Y a propósito de Europa y europeísmo, una frase que se repite mucho en España es: “España no es Venezuela”, “España está en Europa, en el euro…”; cuando es precisamente la izquierda europea la mayor admiradora de todo el “exotismo” bolivariano y la que asentirá entusiasmada cuando esté plenamente instalado en España. Y de momento, Pablo Iglesias ha pasado de profesor universitario y tertuliano televisivo a vicepresidente.

La confianza que tienen muchos españoles en la Unión Europea, sin embargo, empieza a flaquear; pues no en vano España sintió una soledad absoluta ante el proceso golpista/separatista en Cataluña, frente a los fríos despachos de Bruselas (siendo que incluso llegaron declaraciones altisonantes en favor de la ruptura de Italia, Alemania o Bélgica) mientras que las repúblicas iberoamericanas –no tocadas por el chavismo- se apresuraron a apoyar públicamente la unidad de España.

Según diversos intelectuales y analistas, España y Portugal entraron en la Comunidad Económica Europea (luego Unión Europea) con una celeridad y entusiasmo que no les permitieron evaluar correctamente los pros y los contras, y sin haber formado previamente las bases de una comunidad iberoamericana efectiva, tanto en lo económico como en lo político, lo que hubiera supuesto un inmenso mercado de cara a la globalización, y a su vez, una gran oportunidad política a través de la cual los países de habla española y portuguesa podrían haber establecido tratados militares y diplomáticos que hubieran significado muros de contención frente a la irrupción de las tiranías del socialismo del siglo XXI.

“España no es Venezuela”; pero Venezuela tampoco era Cuba.

De hecho, los españoles seguían emigrando a Venezuela hasta la última década del pasado siglo XX. Medio millón de emigrantes, entre peninsulares y canarios (y los canarios siguen llamando a Venezuela “la octava isla”), llegaron a concentrarse en el país del Caribe y los Llanos. A día de hoy podemos ver a sus descendientes en España, así como también en Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Perú, Chile… Víctimas de un desastre descomunal, recordando que “Venezuela no es Cuba”, así como recordando a Chávez emular la temprana estrategia de Fidel cuando decía no ser comunista. De ello pudo dar fe Jaime Bayly, escritor peruano afincado en Miami, quien entrevistó al comandante venezolano poco antes de que tomara el poder; y Bayly hizo bien en desconfiar de las intenciones chavistas desde primera hora.

España no es inmune al virus castrochavista, de hecho, tiene arte y parte en este proceso geopolítico. Quien ofrece la materia prima es Venezuela, especialmente a través del petróleo y el narcotráfico. Quien maneja intelectualmente esta trama geopolítica es el G2 castrista, digno heredero del KGB soviético. Evo Morales era un apéndice suculento, y ahora, las miras están puestas en el México de López Obrador; México en el cual Evo Morales tuvo una estrecha relación y México al que anda yendo el mentado español Juan Carlos Monedero, muy conocido en Venezuela.

Hay poca conciencia en España, en particular, y en Europa, en general, de cómo el espionaje castrista expande sus redes. Y es que sin la dirección de la orquesta cubana no se entiende ni el chavismo, ni tampoco las respectivas políticas de Correa en Ecuador, de Lula en Brasil o de los Kirchner en Argentina.

Y esto no procede de un proyecto reciente; pues como señalan los ensayistas argentinos Nicolás Márquez y Agustín Laje en “El libro negro de la nueva izquierda”, el año 1992 fue simbólico, pues justamente en el V Centenario del Descubrimiento de América, y al poco de la caída del muro de Berlín -con la consiguiente consecución del fracaso comunista-, la inteligencia castrista, apoyada en todos sus variopintos peones, reformuló temas como el indigenismo, el ecologismo, la agenda LGBT o el feminismo, para enmarcarlos en su discurso ideológico. Inclusive, podemos irnos aún más atrás, pues desde los años 40 a los 60 del pasado siglo XX los respectivos asentamientos revolucionarios de México y Cuba no podrían explicarse sin un enorme contingente marxista y anarquista proveniente de España.

Con todo, hace dos siglos el insigne asturiano Gaspar de Jovellanos, preclaro exponente de la ilustración, advirtió que más se perdería España por traiciones internas que por enemigos externos. Y así fue, y la historia podría repetirse.
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