Por Jorge Ángel Pérez.
Gente de Zona.
La historia del mundo está llena de escapistas, de hombres y mujeres que, en condiciones excepcionales, consiguen evadir el peligro y hasta la muerte “poniendo pie en polvorosa”, dejando una gran estela de polvo y hasta de alguna que otra “porquería” que el miedo desata, y que embarra mucho, que apesta. La historia del mundo está llena de evasiones. Sin dudas el encierro es tremendamente peligroso y triste, y para conseguir escapar de él pueden hacerse muchas cosas, algunas tremendas, y tan peligrosas como el propio encierro.
El arte del escapismo no se inicia, como bien sabemos, con la espectacularidad del gran Houdini; eso es, como bien sabemos, casi circo, o “circo entero”. El “escapismo”, la fuga tiene antecedentes en todas partes y en la historia más antigua. Muchos escaparon hasta hoy de una cerbatana y de la mirilla de un fusil, de la explosión de una bomba…, de una pedrada. El mundo de hoy, su prensa más sensacionalista, adora dar los detalles de algunas fugas espectaculares, y de insospechada trascendencia, que ocurren en cárceles asentadas en cualquier parte del mundo.
En estos relatos de evasión es común que se haga notar la muy sofisticada seguridad en esos sitios de encierro para evitar las fugas estrepitosas, y que, aún en esas condiciones, nace el deseo de hacer vulnerable el encierro con estrategias casi de circo, de películas. Recuerden Alcatraz, recordemos la noticia de aquel helicóptero que vuela con un preso que escapa de un penal francés, recordemos al Chapo, y a la Cuba de tantos intentos de evasión en esas cárceles que hay regadas por toda nuestra geografía, y recordemos también las estrepitosas escapadas de los cubanos hacia el norte en embarcaciones tan rupestres, casi paleolíticas.
Recordemos la muy reciente travesía de ese joven que hizo el viaje hacia la Florida aferrado al tren de aterrizaje de un avión, y tengamos en cuenta a los tantísimos que quedaron en el fondo marino sin llegar a conseguir el sueño de evasión. Así ha sido nuestra vida última, un eterno cruce de fronteras para conseguir la libertad, o sencillamente un poco de bienestar. Así escaparon muchos hasta hoy, pero hay más en nuestra historia, hay mucho más. Están también las escapadas que avergüenzan, que dan ganas de llorar.
Hay evasiones que no debieron ocurrir jamás, huidas que no merecían ser atendidas, que no precisaban de respeto alguno, de vigilancias. Jamás podré comulgar con esas autoridades del norte que otorgaron asilo a quienes en aquellos días de la embajada del Perú o del Mariel golpearon a diestra y siniestra a quienes decidían marcharse. Muchos de aquellos chillones, de aquellos sátrapas golpeadores, hicieron luego el viaje y ahora están allí, viviendo, bailando, armando la “gozadera” y haciendo, incluso, reclamos a los que estamos acá.
Y resulta indignante enterarme ahora de que esa “Gente de zona” escapó para siempre y hace declaraciones intentando limpiar sus viejos y muchos estropicios. Es asqueroso y, permítanme también otros sinónimos: inmundo, deleznable, y hasta descarado, que esos tipejos hagan “declaraciones” contra el gobierno a esta hora, después de tantos coqueteos con ese poder dictatorial. Es humillante que esos tipos consigan una plaza enorme, un teatro, un estadio, una disquera, y sobre todo una residencia o ciudadanía después de tanta caca que dejaron por acá, lo mismo en la música que en sus vidas.
Resulta indignante que esos tipejos tengan el respaldo de “fanáticos” cubanos. Y por eso reclamo a uno de esos exilios que habita en Miami o en cualquier otra ciudad. Reclamo a los seguidores de esos bandidos que decidan enfrentarlos, no con violencia, porque lo mejor sería el olvido, la desatención. Sería bueno hacerlos recordar con nuestro olvido, aunque también me gustaría el abucheo a sus discursos repletos de falsos arrepentimientos. Resulta vergonzante que esos tipos sigan teniendo seguidores, que entre sus incondicionales estén también algunos de los que quizás hablan de una Cuba libre de dictaduras.
Es espantoso reconocer que estos tipos tan reverenciados por el poder cubano, esos tipos que piden aplausos para Díaz-Canel en un concierto en La Habana, desanden ahora ese país y que allí canten, que llenen sus bolsillos. Eso es una afrenta al pueblo de esta Isla, no al Cangrejo, no al poder absoluto de unos pocos. Esos que tuvieron un fuerte y claro diálogo con el poder, nunca reclamaron libertad para los presos políticos, jamás exigieron el respeto para la prensa independiente, y ni siquiera apoyaron a una de las tantas familias desamparadas que hay en esta Isla.
Y hasta tengo la certeza de que si hubieran estado en Cuba este 10 de octubre último no se habrían pronunciado sobre los tantísimos arrestos. Ellos “se habrían quedado como si nada”, y quizá se hubieran hecho otra foto con el Cangrejo, le habrían cantado su pieza favorita una vez más. Esa gente de no sé que zona no podrían pronunciar, por desconocimiento, el nombre de un periodista independiente ni el de una Dama de Blanco, ellos serían incapaces de reconocer a un opositor.
A Gente de Zona no le preocupan las detenciones y los acosos. Y quizá hasta pudieron ver, entre un trago y otro, esas imágenes que circularon en las redes el 10 de octubre, y es posible que se preguntaran, ¿y pa’ qué se metieron en eso?”, o peor aún: “¡ellos se lo buscaron!”. “Gente de zona” se fue. Se fueron a bravuconear del otro lado. Y yo acá, siempre en La Habana, recuerdo unos versos de Lezama, esos que dicen: “Ah, que tú escapes/ en el instante en el que habías alcanzado tu/ definición mejor…”. Traidores, esa es la definición que mejor le viene a la pareja. Ellos traicionaron antes, y también ahora, a los cubanos.
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